La vida privada de Mandela : venciendo las prisiones internas

5775836wJohannesburgo, 5 dic (dpa) – A menudo se describía a Nelson Mandela como inescrutable y se hablaba de él en términos de efigie. Su encanto y su sociabilidad escondían un individuo reservado, muy defensor de su privacidad. El ex presidente sudafricano murió hoy en Johannesburgo a los 95 años.

Fue durante los 27 años que pasó en prisión que Mandela aprendió a esconder sus emociones, a evitar mostrar debilidad a sus carceleros. En sus memorias escribió cómo anhelaba quedarse merodeando en la sala de visitas cuando su mujer Winnie acudía a verlo «sólo para retener la sensación de su presencia. «Pero no quise dejar que los guardias viesen esas emociones», escribió.

Y cuando salió de prisión en 1990 se había convertido en un maestro del disimulo.

«Parece que conserva su celda, donde estuvo preso, dentro de él, protegiéndole del mundo exterior», aventura Anthony Sampson en su premiada biografía sobre el ex presidente sudafricano, «Mandela».

Creció en la corte de la familia real Tembu, en la provincia del Cabo Oriental, por lo que Mandela fue educado en valores tradicionales, según los cuales se supone que los líderes no se muestran efusivos.

Fue una sorpresa para él, que se veía a sí mismo sobre todo como un simple cuadro del Congreso Nacional Africano, descubrir que en los años 90 los periodistas estaban tan interesados en sus ideas políticas como en sus reflexiones más íntimas.

Y cada vez procuraba apartar esas preguntas. «No soy y nunca he sido un hombre al que le resulte fácil hablar de sus sentimientos en público», explicó en su autobiografía «Long Walk to Freedom».

Años después, su tercera esposa Graça Machel reveló que durante los primeros meses de libertad, el líder sudafricano estuvo muy solo. Al salir de prisión vio que la familia ya había salido del nido. Sus hijos eran ya adultos con sus propios hijos y él y Winnie, que al parecer mantenía otra relación, se separaron pronto. «Cuando lo conocí, en el sentido de relación entre un hombre y una mujer, él estaba muy solo», dijo Machel en declaraciones a Al Yazira en 2009.

La felicidad del hogar que anhelaba cuando estaba en prisión, volver a casa con su esposa, comer juntos, también había desaparecido. «Eso fue lo que yo le di», señaló la mozambiqueña.

Con respecto a sus hijos y sus nietos, a Mandela le preocupaba recuperar el tiempo perdido y con celo reclamó su papel como jefe de familia. «Intentó ponerme una hora de regreso a casa», relató la más joven de las hijas, Zindzi, a Al Yazira en 2008. «Mi padre salió y yo ya tenía tres hijos y seguía diciendo que tenía que regresar a las doce y media», y yo le decía, «Sí, de acuerdo».

Al nieto de Mandela también le sorprendió descubrir que el hombre encantador que le daba chocolate y otros regalos durante las visitas a la prisión era un persona de disciplina férrea. En una entrevista con dpa en 2009, Mandla recordó cómo Mandela le ordenó volver a la escuela tras saltarse las clases los días siguientes a su salida de la prisión.

«Salí de la escuela e hice autostop para regresar a Sudáfrica. Al llegar a casa el domingo, mi abuelo estaba contento y todos estábamos felices de estar en casa. Pues sólo tres días después, el miércoles por la mañana, me dijo: ‘¿No deberías estar en la escuela?’. Yo le contesté: ‘Sí, pero ahora estoy en casa, usted regresó’. ‘No, no’, dijo, tienes que volver enseguida a la escuela’».

Con los más pequeños, sin embargo, Mandela ya fue más suave, tal vez por que no se inmutaban con su fama. Cuando a su nieta de cuatro años le agarró un berrinche porque sus guardias de seguridad (entonces era presidente) no cantaban «Barbie World», entonces, ‘Tata’ (padre) les llamó y les dijo: ‘no, ustedes tienen que cantar con la pequeña’. Así que ahí tenían a todos esos grandullones con pistolas cantando la canción de Barbie con ella», contó Zindzi a Al Jazira.

El cantante Johnny Clegg relató en una entrevista con dpa cómo su esposa perdió por unos momentos a su hijo Jessie durante un vuelo a Estados Unidos, adonde iba para participar en un concierto en honor a Mandela a principios de los 90. «Vio que el pequeño estaba con un hombre en el suelo del área de la clase business jugando con uno de los coches de Jessie», contó Clegg. Su compañero de juegos era Mandela, dijo.

Los hijos y las víctimas o potenciales víctimas del sida, la enfermedad que mató su hijo Makgatho, centraron toda la atención de Mandela tras retirarse de la política activa en 1999.

Siguió apoyando con su presencia las causas que más le llegaban al alma, mientras espaciaba cada vez más sus apariciones públicas. Su última aparición fue durante el Mundial de Fútbol 2010 celebrado en Sudáfrica.

Cuando se le preguntó en su 90 cumpleaños si hubiese deseado pasar más tiempo con su familia, replicó: «Desearía haberlo pasado, pero no lo lamento».

Por Clare Byrne