Huelva, 3 dic (EFE).- El gusto de Juan Ramón Jiménez por la pintura no es desconocido. No en vano fue pintor antes que escritor, una faceta reconocida por muchos que hicieron de él su consejero, como es el caso del pintor albaceteño Benjamín Palencia quien conoció al poeta en su adolescencia.
La relación de estos dos creadores basada en el amor al arte, a la pintura y a la poesía, se recuerda este mes en la Casa Museo Zenobia-Juan Ramón de Moguer (Huelva), donde se exhibe un dibujo de ‘Platero’ pintado con rotuladores de colores que Palencia empleó como tarjeta navideña para felicitar la entrada del año 1973 a este lugar y sus gestores.
La gran iniciación de Juan Ramón Jiménez a la creación fue la pintura, según ha explicado a Efe el director de la Casa-Museo, Antonio Ramírez.
Cuando en 1896 se traslada a Sevilla, tras obtener el título de Bachiller en Artes el colegio de San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María (Cádiz), Juan Ramón pensaba que su vocación era la pintura, se fue a estudiar con Salvador Clemente y se rodeó de pintores costumbristas sevillanos.
Sin embargo, esta incipiente vocación la fue relegando a un segundo plano a medida que se reunía con escritores del entorno del Ateneo de Sevilla y ya a partir de los 17 años comienza a publicar sus primeros textos.
La opción por la escritura, según Ramírez, no significó que abandonara su pasión por la pintura y el diseño, algo que queda patente en bocetos y cuadros que forman parte del legado del poeta y en su relación con artistas plásticos como Palencia, al que le unió una gran amistad.
Palencia, que fundó la Escuela de Vallecas junto al escultor Alberto Sánchez, es uno de los más importantes herederos de la poética del paisaje castellano definida por la generación del 98 y conoció a Juan Ramón Jiménez en una exposición de pintores noveles, cuando el poeta ya se había hecho un hueco en el panorama literario español.
El pintor recordaba a Jiménez con estas palabras: «Todos teníamos catorce o quince años. Yo mandé dos cuadros que le interesaron mucho. Ese fue mi primer contacto con el mundo intelectual elevado. Ya no me separé de Juan Ramón: fue uno de mis protectores y guías».
Esta relación que surgió en ese primer contacto se traduciría en una amistad que se mantuvo siempre, según el director de la Casa Museo Zenobia-Juan Ramón, hasta que el poeta se marcha a América en el año 1936.
Juan Ramón fue para Benjamín Palencia un consejero y no solamente en poesía, sino también en pintura, en aquella vocación inicial que guardaba el Nobel y llegó a decir de él: «Pero antes que poeta había sido pintor, había estudiado en Sevilla. Él fue aquí también un alto consejero».
La relación de amistad tuvo su correlato en lo artístico pues el pintor, buen conocedor de la obra del moguereño, colaboró con Juan Ramón ilustrando algunas de sus revistas y en 1964 una edición lujosa de «Platero y yo»; y su vinculación con Juan Ramón se mantuvo más allá de la muerte del poeta.
Ejemplo de ello es la tarjeta de felicitación navideña que se exhibe este mes en Moguer, remitida por Palencia al lugar juanramoniano por excelencia, casi 20 años después de la muerte del Nobel.
Con esta tarjeta, además de constatar que en él seguía vivo el recuerdo del Nobel, quiso rendir homenaje a su obra pintando uno de sus personajes más emblemáticos, el burro Platero.
Por Laura Ramírez