(dpa) – Siempre con un punto polémico, irónico y mordaz, el filósofo y escritor español Fernando Savater regresa a las librerías con «Figuraciones mías» (Ariel), una recopilación de textos en los que reflexiona sobre la educación, la cultura y el «derecho a decidir».
El autor de «Ética para Amador» comienza con toda una declaración de intenciones: defendiendo la vigencia del artículo periodístico frente a los blogs o Twitter, aunque sin desdeñarlos. Y así, con cada uno de esos artículos o «figuraciones», busca abrir al lector «una nueva puerta para que continúe leyendo», contó en conversación con dpa y un pequeño grupo de medios en Madrid.
Dice Savater (San Sebastián, 1947) que eso que «vagamente se llama cultura» no debería ser tanto una herramienta para vivir mejor, sino de encontrar «fines para la vida». Él, que siempre ha defendido la cultura popular, lo mismo recomienda al filósofo alemán Odo Marquard que las novelas de Agatha Christie. «La comida no sólo es el caviar, también son los ‘bocatas’ de calamares», afirma.
En este sentido, el escritor y político vasco sostiene que la literatura es como una farmacia a la que cada uno «acude con sus enfermedades»: desde la melancolía a las ganas de viajar o la excitación erótica, todo tiene cabida en los libros. Eso sí, «una cosa es tener espíritu amplio y otra vacío», y no es lo mismo Shakespeare que un chiste malo en televisión.
«Hay un desprecio por la gente injustificado», dice el autor de «La tarea del héroe» (Premio Nacional de Ensayo 1982). «La gente no es tan bruta como han decidido los directores de las cadenas de televisión», que a su juicio huyen de todo programa al que pueda aplicarse el adjetivo «cultural». Pero la televisión en sí «es un instrumento estupendo», afirma.
Aunque la cultura no genera mejores personas -«los hay muy malos que leen mucho»- una de las ventajas de leer es que no se puede hacer sin pensar. «Es un aerobic mental», lo define el codirector de la revista «Claves». Y frente a la practicidad de los enfoques académicos actuales, él reivindica ese «ejercicio» como fundamental en la educación.
Según Savater, la educación sirve para desarrollar los usos de la razón: lo racional, que se relaciona con la mejor manera de obtener determinados fines, y lo razonable, centrado en cómo entenderse con los sujetos. «El problema es que vamos hacia una educación que potencia lo racional y olvida lo razonable», afirma el filósofo. «Educar es formar para ser libre y poder elegir.»
Miembro del partido Unión, Progreso y Democracia (UPyD), Savater no se muerde la lengua a la hora de criticar la reforma educativa del ministro conservador José Ignacio Wert. En su opinión, la enseñanza no sólo debe servir «para preparar empleados, sino ante todo, ciudadanos», y esa función humanista no debe quedar relegada a fuera de las aulas.
Defensor del laicismo, Savater teme que ese vacío que dejan la filosofía o la malograda asignatura de Educación para la Ciudadanía en los programas educativos lo llenen «la Iglesia y los nacionalismos». Y es que en España, afirma, parece que no hay ciudadanos, «sino oriundos» o «nativos».
Por eso, como ya hizo la líder de UPyD Rosa Díez, defendió que si hay una consulta sobre el «derecho a decidir» en Cataluña, tal y como reivindican los partidos nacionalistas, ésta debería hacerse en toda España. «Si se puede hacer una consulta sobre el derecho a decidir sólo en Cataluña sobra la consulta, porque eso equivale a la independencia», afirmó.
Que algunos definan el nacionalismo catalán como «ilusionante» le parece un «espejismo», porque en estos tiempos de crisis «no faltan objetivos ilusionantes en un país con estas cifras de paro». Por eso, defiende que la ciudadanía no se quede en el «patio de butacas» y participe en la vida política. «Tan pueblo es el que vota al gobierno como el que se levanta contra él.»
Eso sí, critica que haya «mucha gente dispuesta a ajusticiar» y «pocos preocupados por la Justicia», como sucede con las decepciones porque los partidos no cumplen con sus promesas electorales. «A la gente le gustan los demagogos, porque así pueden justificar luego su protesta», lamenta, alegando que en vísperas de un mundial de fútbol, «a nadie hay que explicarle cuáles son las alineaciones».
Él lo tiene claro: «Pesimismo y optimismo son dos formas de pereza». Frente al escepticismo hace falta compromiso ciudadano, pero no sólo el de las manifestaciones en las calles. Y para eso es necesario que los ciudadanos sean libres, y que se ejerciten en pensar.
Por Elena Box