«Comíamos hierba»: el hambre hace mella en los refugiados sirios

analisis(dpa) – El Ejército y los rebeldes se disputan cada metro en Siria: a las puertas de la capital crece el sufrimiento de la población y los suministros son cada vez más escasos. Los refugiados afirman que los sirios se están muriendo de hambre.

Umm Imad, de 40 años, apenas podía hablar cuando bajó del autobús que la llevó a Aley, en las montañas libanesas, cerca de la capital Beirut. El día anterior huyó de Moadamiyat al Sham, a las afueras de Damasco, y cruzó la frontera con Líbano

Con sus hijas de la mano -Iman, de 10 años, y Hasnaa, de 14-, está pálida y agotada. Su hermana, que vive en Aley, apenas puede creer lo que ve cuando se acerca Umm Imad: desde su último encuentro en 2011 ha perdido entre 10 y 15 kilos. Las dos hermanas se abrazan llorando y sin palabras.

Junto a otros 800 habitantes, Umm Imad consiguió salir de la pequeña localidad a las afueras de Damasco gracias al corredor abierto hace unas semanas por la Media Luna Roja.

Miles de personas siguen sin embargo atrapadas en las zonas ocupadas por los rebeldes y cercadas por las tropas del gobierno a las afueras de Damasco. Sus habitantes afirman que es cada vez más difícil encontrar comida y también medicinas. Hasta ahora los rebeldes no lograron romper el bloqueo de los militares.

La televisión estatal siria informó el mes pasado que las fuerzas de seguridad habían descubierto un túnel utilizado por los rebeldes para suministrar munición a sus posiciones en torno a la capital.

Moadamiyat al Sham es además una de las zonas atacadas con gas venenoso el 21 de agosto, algo de lo que los rebeldes acusan a las fuerzas del régimen sirio, mientas éste lo niega con vehemencia.

Según estadísticas no oficiales, más de dos millones de personas vivían en los suburbios de la capital antes del inicio del conflicto sirio en 2011. Aún no se sabe cuántos quedan allí. «La mayoría ha abandonado esos barrios. Pero unos pocos, como nosotros, queríamos quedarnos en nuestros hogares en lugar de vivir en campamentos de refugiados», cuenta Umm Imad.

«Durante el asedio conseguimos seguir con vida comiendo hierba y un par de aceitunas», cuenta la siria a dpa en casa de su hermana. Al principio podía hacer pan pero al final no había harina para ello. Otros comenzaron a sacrificar a sus burros y comérselos. Al final la situación fue desesperada en Moadamiyat al Sham. «Algunos murieron de hambre», cuenta.

Umm Imad no quiere que le hagan fotos, porque teme por la seguridad de sus familiares. «Sigo teniendo seres queridos allí» cuenta la mujer. Durante la entrevista, sus hijas miran con miedo y no se sueltan de la mano de su madre.

Iman llegó con fiebre y un fuerte resfriado a Aley y en la casa de su tía tirita con escalofríos, cubierta por una manta. «Me siendo débil y enferma», cuenta al aceptar un trocito de chocolate, el primero que ve en un año.

Según la organización Save the Children, en torno a cuatro millones de sirios, más de la mitad niños, no tienen lo suficiente para comer. La escasez de alimentos se agudiza además por la subida de los precios. Y Umm Imad está convencida: «El régimen (de Bashar al Assad) intenta simplemente matar de hambre a su pueblo hasta que se rinda».

Por Weedah Hamzah