(dpa) – El tifón «Haiyan» dejó a su paso por Filipinas una estela de destrucción: las áreas afectadas están aisladas, los teléfonos, muertos. Para las familias y los amigos es uno de los momentos más angustiantes pues no saben nada de sus seres queridos.
En una iglesia, los vientos huracanados arrancaron parte del techo como si se tratara de una hoja de papel. Decenas de personas habían buscado refugio allí para protegerse del tifón, entre ellas Love Añover, reportera de televisión de la emisora GMA News TV. «Cuando el viento arrancó el techo, pensé que había llegado el fin del mundo», relata una vez que todo ha pasado.
Pese a que han transcurrido horas, el terror se sigue reflejando en su rostro. «Pensaba: ¿Moriré aquí?», asegura mientras vierte algunas lágrimas. «Tras una hora de llorar y rezar me entregué a las manos de dios. Dije: ‘si es mi momento de irme, que así sea’».
En la capital filipina, Manila, el taxista Florencio Regencia pasa de una emisora a otra nerviosamente en la radio. Quiere ver si hay noticias de su provincia natal, Leyte, en el este del país. «Haiyan» azotó el viernes la zona con una violencia inimaginable y vientos de hasta 300 kilómetros por hora. Un día más tarde se habla ya de más de 100 muertos.
Regencia está muy preocupado por su madre y sus hermanos, que viven allí y de los que no sabe nada. «He intentado llamarlos cada media hora, envié SMS, he intentado contactar vía Facebook, pero no sé qué les pasó», señala este conductor y padre de familia de 54 años.
En Leyte viven su madre de 74 años, dos hermanos, una hermana y decenas de sobrinos. La tormenta ha cortado las conexiones de teléfono e internet, las calles están bloqueadas y el aeropuerto, dañado. Con las informaciones sobre el alcance de los daños llega el miedo. «Estoy muy angustiado. Lo último que supe es que nuestra casa estaba dañada y que el viento había arrancado el tejado», relata. «Pero no hay nada que pueda hacer».
A muchos filipinos les pasa lo mismo. Las noticias sobre número de víctimas y daños llegan con cuentagotas desde las regiones afectadas. «Llamamos a nuestros parientes en Leyte durante toda la noche, pero sin resultado», señala el malaisio Augustine Loorthusamy, cuya esposa procede de esa zona. «Espero de verdad que estén bien».
También el gobierno tiene problemas para hacerse una imagen exacta del alcance de la catástrofe. Las autoridades de Manila tienen que conformarse con comunicaciones por radio y mensajes de texto que envían los equipos de rescate desde la región con teléfonos satelitales.
El presidente, Benigno Aquino, ordenó la creación de una central de comunicaciones desde donde se coordine mejor la información y el trabajo de rescate.
Las imágenes de televisión procedentes de Leyte muestran cientos de casas arrasadas desde los cimientos y árboles que parecen fósforos caídos. Las calles están cubiertas de escombros y los vehículos aplastados unos contra otros.
Los residentes se atreven a salir poco a poco de los refugios, traumatizados. Algunos buscan entre lágrimas a sus parientes. «No sé dónde están. «Mi madre, mi padre, mi bebé», afirma una joven mujer con una herida en la cabeza a la emisora ABS-CBN TV. «No puedo encontrarlos».
Por Girlie Linao