(dpa) – No cabe ninguna duda de que, para frenar el cambio climático, las personas tienen que cambiar fundamentalmente su estilo de vida. ¿Es que han dejado de estar de moda antiguos sueños como tener por fin un coche o uno más grande, volar rápidamente a la siguiente metrópoli o descubrir países lejanos en largos cruceros?
Así es, aseveran los científicos, y añaden que eso no tiene por qué restar alegría de vivir. La felicidad y la satisfacción crecen más de lo que la renuncia y las prohibiciones quitan.
Para el economista y experto en el área de sostenibilidad alemán Niko Paech, los viajes de ocio a larga distancia, la posesión de un coche o el consumo de carne a gran escala están en vía de extinción. Además, opina que los conductores de coches grandes también deberían ser objeto de crítica. «Exponer el vandalismo ecológico es el coraje civil del siglo XXI», asevera en entrevista con la Agencia de Prensa Alemana dpa.
El docente universitario está convencido de que nada de esto empaña la alegría de vivir. «En el arte de la reducción está la capacidad de disfrutar. Reducir el consumo es la condición básica para tener una vida agradable, sin estrés y satisfactoria a largo plazo».
Los argumentos contra los coches, los viajes de larga distancia y la carne: los coches son responsables del doce por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero en Europa. Un solo vuelo de ida y vuelta de Berlín a Nueva York produce, por persona, 1,2 toneladas de dióxido de carbono perjudicial para el clima. Un crucero de siete días por el Mediterráneo genera 1,9 toneladas.
Según los cálculos, la producción de dióxido de carbono por persona no debería exceder la tonelada por año si no se quiere alimentar aún más el cambio climático. Debido al cultivo de piensos, la producción de carne provoca el doble de gases de efecto invernadero que el que produce una alimentación vegetal.
El 31 de octubre comenzó en Glasgow, Escocia, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Una de las principales expectativas para el éxito de la cumbre es que los Gobiernos de todo el mundo presenten planes más ambiciosos para la protección del clima. El objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados no es alcanzable si se continúa con las actuales tendencias de consumo.
El meteorólogo alemán Peter Knippertz, del Instituto Tecnológico de Karlsruhe (KIT), también cree que una vida con protección del clima puede hacer más felices a las personas. «Ciudades sin coches, por ejemplo: habría menos ruido y gases de escape, más espacio para los niños y para encuentros, se podrían cultivar alimentos», señala a dpa.
Con menos estrés y un uso más intensivo de la bicicleta, prosigue, la gente llevaría una vida más activa y saludable. «Ya no tendríamos que torturar a los animales en la ganadería masiva y no contaminaríamos nuestras aguas con los nitratos de la agricultura intensiva».
El investigador alemán del clima Dirk Notz, del Instituto Max Planck de Meteorología, con sede en la ciudad alemana de Hamburgo, no acepta el argumento de que solo los ricos pueden permitirse medidas de mayor protección del clima. «La protección del clima y el equilibrio social no son contradictorios. Una ciudad climáticamente neutra es un concepto increíblemente habitable. Lo que se ahorra en la construcción de carreteras puede destinarse a medidas sociales».
Sigue siendo una minoría, pero cada vez más personas se preocupan por el impacto medioambiental que causan y cambian su estilo de vida. Entre las medidas se encuentran: bicicletas en vez de coches y trenes en vez de aviones, compartir el coche en vez de tener un coche que a menudo está aparcado delante de la puerta durante 23 horas al día.
Hay muchos hábitos que se pueden cambiar para mitigar los efectos del cambio climático: utilizar una pastilla de jabón en la ducha en vez de gel de una botella de plástico, así como botellas reciclables en lugar de aquellas de un solo uso.
Otros comportamientos que contribuyen a la lucha contra el calentamiento global son consumir comida regional en vez de frutas exóticas del otro lado del mundo, apagar los aparatos eléctricos cuando no se los utiliza, secar la ropa en el tendedero y no en la secadora, remendar una camiseta en lugar de comprar una nueva.
Consumir menos, vivir en un radio más pequeño: según Paech, todo esto es necesario no solo por el cambio climático, sino para mejorar el bienestar. «Estamos agotados por la prosperidad y la sobrecarga sensorial», enfatiza. Él, por su parte, voló una sola vez en su vida hace décadas, viaja siempre en tren, repara una y otra vez su portátil de doce años y el equipo de música que compró de segunda mano hace 20 años, no tiene un teléfono inteligente y lleva ropa remendada.
«Si colaboro con otros contra la destrucción de la naturaleza pasando las vacaciones en mi propio país, tengo una mayor sensación de logro que cuando hago viajes de lujo al otro hemisferio», afirma, y puntualiza que los pioneros ya están demostrando que el cambio es posible: «Y cuando los pioneros con los pies en tierra estén celebrando la mejor fiesta, me uniré a ellos».
Por Christiane Oelrich (dpa)