Sulz/Austria (dpa) – Aunque a muchos les resulte asqueroso, los insectos se van a convertir cada vez más en una fuente importante de alimento. Pero ¿cómo cocinar estos animales? Ahora en algunas ciudades de Europa se imparten cursos especiales para aprender a prepararlos.
Uno de los platos que Anja Sieghartsleitner enseña se hace dorando piñones en una sartén. Estos se agregan a unas peras escalfadas y un yogur cremoso. A todo ello se añade una ramita de romero y los saltamontes caramelizados y se obtiene uno de los tres platos que elabora en el curso de cocina.
Esta cocinera de 33 años abrió el primer centro de cocina de insectos en la región austriaca de Vorarlberg. A diferencia de otros lugares, en «Luculla culinaria» se aprende a preparar los insectos de forma sabrosa: por ejemplo como aperitivo para fiestas de empresas.
«Los tiempos que corren incitan a hacer populares los insectos como alimento, porque mucha gente presta atención a la alimentación y a la salud», explica la cocinera Sieghartsleitner.
«Los insectos tienen un buen sabor, son sanos, tienen muchas proteínas, vitaminas, minerales, grasas insaturadas y, además, no conllevan un gasto de energía enorme», indica esta austriaca, que ha estudiado «Food and Drink Innovation» (Innovación en Comida y Bebida) en Escocia, donde descubrió su pasión por estos bichos.
Desde entonces se ha convertido en una especie de «embajadora de la cocina con insectos», como ella misma se define. «Mi familia al principio era un poco escéptica, ahora hasta mi abuela de 90 años come insectos».
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ya destacó en 2013 el potencial de los insectos como fuente de alimento.
«El mantenimiento y la cría de insectos puede contribuir a mantener las poblaciones de insectos y, a su vez, contrarrestar la inseguridad alimentaria en el mundo y mejorar los niveles de vida», afirma un informe de la FAO.
Los insectos, además tienen un enorme potencial para la alimentación de los animales y la producción de alimentos en todo el planeta. También desde el punto de vista de la sostenibilidad, los bichos son mejores para la preservación del planeta que la cría de animales para el consumo humano.
Su crianza requiere menos espacio, alimentos, agua, energía y por ello genera menos emisiones de gases de efecto invernadero que la cría de vacas, cerdos o pollos.
El estudio de cocina de Sieghartsleitner se encuentra en la localidad austriaca de Sulz. Se trata de una cocina abierta, en la que suena música suave de ambiente, hay unas velas encendidas y en las mesas se han dispuesto unas jarras de agua y unos aperitivos con gusanos búfalo o gorgojo del hongo negro.
Al primer curso que organiza esta joven cocinera se han presentado seis personas y ninguno parece hacerle ascos a la comida. Prueban sin remilgos los snacks.
Uno de ellos es el médico especializado en medicina deportiva Ulrich Schwarz. Su mujer le regaló este curso de cocina en Navidad. «Me gustaría averiguar si tengo una barrera en lo que me repugna”, declara este médico de 56 años, que ya probó insectos en Laos y no le disgustaron.
Más de dos millones de personas comen regularmente insectos, sobre todo en algunos países de Asia, África y América. «Los insectos están considerados en muchos países como una exquisitez y son muy apreciados por su elevado contenido en proteínas y buen sabor, no porque la gente no tiene otra cosa que comer», apunta la cocinera.
Amy King, otra de las participantes en el curso, ha estado practicando durante años Crossfit a nivel competitivo. La elevada cantidad de proteínas en los insectos la llevó a interesarse por estos alimentos.
«Conozco los insectos en forma de polvo para bebidas proteicas», señala esta joven de 27 años. «Me gustaría saber también cómo cocinar lo insectos», agrega.
Según Sieghartsleitner, hay muchas maneras de hacerlo. «Los insectos desde el punto de vista del sabor son más bien neutros o similares a los frutos secos. Esa es la razón por la que se pueden incorporar tanto como nota dulce o para hacer los platos más sabrosos».
Además de caramelizar saltamontes con miel, los participantes en el curso aprenden a freír y preparar calabaza con el gusano de la harina o «crostini» con humus y gusano de búfalo.
«Para mí, desde el punto de vista óptico, lo difícil fueron los saltamontes, puesto que uno los ve bien y grandes. Pero el sabor es fantástico y textura crujiente», explica King. «Pero lo que más me ha gustado ha sido el gusano de búfalo. Me pareció muy sencillo y fácil en la elaboración».
En su curso, Sieghartsleitner trabaja solo con productos de la zona y de temporada. Los saltamontes provienen de un criadero en esta región montañosa y los gusanos de una granja también del país. Para la «cosecha», como se denomina la matanza de los insectos para comer, se mete a los insectos en un congelador a menos 15 grados y se congelan.
En todo el mundo existen más de 2.000 tipos de insectos que se pueden comer. En las góndolas de algunos supermercados austriacos y alemanes ya se pueden encontrar larvas, grillos o saltamontes.
Pero todavía son bastante caros: por 100 gramos de gusano de la harina molido se piden en algunos lugares 14 euros (15,44 dólares); por ocho gramos de langosta, 7 euros (7,72 dólares).
Ulrich Schwarz, sin embargo, quiere seguir probando. La temida repulsa inicial desapareció. «En casa voy a preparar algo para mis hijos», asegura.
Por Carolin Gissibl (dpa)