Praga infinita: cómo descubrir sus rincones sin gastar mucho

La capital de la República Checa se erige como destino deseado por un gran un gran número de viajeros. Praga está dotada de un encanto clásico que convierte en un placer el mero de hecho de pasear por su calles, pero también encierra una historia desgarradora que merece la pena conocer. Y es esa combinación perfecta la que la transforma en uno destinos europeos imprescindibles.

Desde el aeropuerto de Asturias se puede llegar a la ciudad en cuestión de horas, poco más de cinco haciendo escala en Madrid. Y los precios, aunque varían significativamente respecto a los principales aeropuertos del país que ofrecen vueltos directos, van desde los 140 euros ida y vuelta.

Quien tenga la suerte de contar con unos días para escaparse este otoño, puede poner la capital de la antigua Bohemia en el punto de mira. Es muy poco probable que venga de vuelta sin haberse enamorado de ella.

La fórmula de los free tours

Todo viajero empedernido, sobre todo los más jóvenes, estará familiarizado con el concepto de free tour. A quienes no sean muy duchos en la materia, les explicamos: ofrece una visita guiada de precio libre por una parte de la ciudad a la que puede sumarse cualquier persona, y así conocer la ciudad de una forma amena y divertida.

La clave de los free tours es, precisamente, el precio libre. Es el usuario quien decide cuánto vale el servicio proporcionado por la empresa, de manera que esta se afana en facilitar una experiencia de calidad, con guías profesionales y guiones muy cuidados. Si es ameno es porue aderezan las sesiones de historia con leyendas y curiosidades del destino.

La fórmula tiene tanto éxito que se ha erigido como una de las favoritas para hacer turismo por una ciudad desconocida, según el caso, más que un tour de precio cerrado o el típico autobús que no profundiza demasiado. Tanto es así que es recomendable reservar con antelación, de manera que, para un Free Tour en Praga, conviene ir a la página que permite realizar reservas a las diferentes visitas guiadas.

Lo habitual es que las empresas que ofrecen este formato cuenten con personas que viven en la ciudad y se han preparado para dar los tours, de los que han hecho su profesión. Es frecuente que estos cuenten con años de residencia en la misma, que se hayan convertido en enamorados que trasladan todo su conocimiento y su empeño.

Además de Praga, están presentes en otras ciudades cercanas para las que también se pueden realizar reservas. Conviene llevar una planificación mínima a la hora de hacer un Free Tour por Europa, ya que el proceso de reserva es sencillo, gratuito, rápido y asegura plazas sin compromiso.

Los imprescindibles

Nadie se viene de Praga sin haber visto la parte vieja y su inmensa plaza, la que lleva al reloj astronómico o a la Torre de la Pólvora, la que guía los pasos del turista al barrio judío, antes de dejar atrás el Rudolfinum. Sus sinagogas y su cementerio se cuentan entre los más importantes de Europa.

Praga cuenta la historia de Franz Kafka, el escritor bohemio de origen judío cuya influencia en la literatura universal es más que evidente. O la de sus defenestraciones, los tres episodios que desencadenaron conflictos de calado para la ciudad.

Nadie se viene de Praga sin pasear por el puente de Carlos o visitar su la fortaleza de su castillo, que alberga la catedral de la ciudad, otros edificios religiosos y galerías, conviertiéndolo en todo un vestigio histórico, cultural y social. No menos expectación genera su Callejón del Oro o el muro de John Lennon.

Historia del siglo XX en vivo

Pero Praga también es historia del siglo XX y fue escenario de los actos de personajes destacados que, de un modo u otro, han contribuido a forjar su idiosincracia.

Praga fue testigo de la Operación Antropoide, que terminó en la Iglesia de San Cirilo y Metodio y tenía por objeto atentar contra Reinhard Heydrich, el nazi conocido como Carnicero de Praga que fuera uno de los artífices de la solución final. Es un hecho destacado de la Segunda Guerra Mundial que perseguía mantener la resistencia en el, por entonces, Protectorado de Bohemia y Moravia.

En la plaza de Wenceslao, en 1969, el estudiante Jan Palach se suicidió prendiéndose fuego, en protesta por la ocupación que la Unión Soviética mantenía sobre su ciudad desde el Pacto de Varsovia. Con solo 21 años, se convirtió en un ejemplo de lucha y resistencia que provocó una protesta mayor y, un mes más tarde, el suicidio de otro estudiante, Jan Zajíc.

Son escenarios e historias que se siguen contando al detalle, despertando emociones dispares entre los turistas de la ciudad. En Praga permanecen y esperan a quien las quiera oír.