
(dpa) – Hace instantes parecíamos pilotos de guerra, con monos rojos y cascos blancos. En torno al pecho, una combinación de arnés con delantal de almacenero. Pero ya cualquier tipo de orgullo quedó de lado.
Estamos boca abaho abajo, mientras unos galeses con el mejor humor nos amarran como ganado con cinturones y nos sujetan con mosquetones a una especie de trineos de acero. «Tres, dos, uno, largamos», grita alguien, y de cabeza sobrevolamos el agua turquesa.
Podría ser una laguna en el Mar del Sur, pienso durante el breve vuelo, o tal vez un lago glaciar en la Patagonia. Pero entonces no estarían esos escalones grises que se elevan en el entorno.
Se trata de los restos de la mayor explotación de pizarra a cielo abierto del mundo. Aunque en realidad no es preciso referirse a restos, ya que la cantera Penrhyn aún se encuentra activa, como una de las últimas operativas en Gales.
DE MINA A CIELO ABIERTO A IMÁN TURÍSTICO
En el siglo XIX, la pizarra era el gran éxito de las exportaciones de este pequeño país. Las losas se vendían en todo el mundo como tejas, tableros de escritura, lápidas e incluso como mesas de billar. Hasta que primero la pizarra española y luego la china fueron más baratas y las minas galesas cerraron en la década de 1960.
Pero ahora emerge nueva vida en las heridas grises que la mina a cielo abierto infligió en las verdes colinas. Grandes inversiones de dinero mediante, empresarios transforman esos páramos industriales en gigantescos parques de aventuras. Y, pese a los elevados precios, los curiosos llegan a raudales.
«La tirolina más rápida del mundo», les prometen los monitores en el centro de visitantes. Cada 20 minutos, los grupos son pesados, vestidos y transportados a la plataforma de lanzamiento de Velocity 2.
Después del vuelo, pueden relajarse comiendo en un restaurante con vistas a la balsa minera y comprar cerveza, camisas o tazas con el logo rojo de Zip World.
CIRCUITO DE AVENTURA EN EL PARQUE DE ESCALADA
«Zip World es un imán turístico en el norte de Gales», comenta Joanna Perrin, de 25 años, la portavoz de prensa de la empresa. Y un relevante factor económico en esta región económicamente poco desarrollada. Fue construido por Sean Taylor, un veterano del Ejército de la zona. Hace 12 años invirtió su dinero en un circuito de aventura y un par de años después comenzó Zip World con dos amigos.
En las minas subterráneas en las inmediaciones de Blaenau Ffestiniog, Zip World ha construido un parque de diversiones aún más loco. Por una galería baja nos adentramos en la montaña, hasta que se abre una cueva en la que aparentemente una araña monstruosa tejió su telaraña.
Iluminados por focos de colores cambiantes y animados por música de fiesta, niños y padres saltan de nivel en nivel a través de trampolines que los conectan, algunos superpuestos y otros adyacentes. Entremedio, reptan por pasillos de redes o se deslizan hacia abajo.
LAGUNA DE SURF CON OLAS
La competencia en el rubro es intensa. Adventure Parc Snowdonia es el gran contrincante desde comienzos de año. Su parque de diversiones, anteriormente conocido como Surf Snowdonia, se encuentra en Dolgarrog, en la frontera noreste del parque nacional.
La familia inglesa de industriales Ainscough compró aquí hace años una vieja fábrica de aluminio, la demolió y construyó en ese lugar en 2015 una laguna de surf con olas artificiales: una amplia cuenca, en cuyo centro se extiende un estrecha pasarela sobre vigas de acero.
«Es como una aerosilla que surca el agua con una gran máquina quitanieves», explica Tom Kenyon, de 31 años. El hombre que ya de joven montó las olas de las Islas Hébridas trabaja aquí hace cuatro años como instructor de surf.
Naturalmente aquí no se aprende a sumergirse entre las olas ni a poder interpretarlas en el mar, afirma. «Se trata solamente de un lindo y divertido point break». La atracción funciona entre marzo y diciembre.
VÍA FERRATA BAJO TECHO
Pero para que los visitantes también lleguen en invierno y en el mejor de los casos se queden varios días, existe un nuevo espacio. Protegido de las lluvias galesas, uno puede atreverse allí a una vía ferrata bajo techo o arrastrarse a través de cuevas de fibra de vidrio. Y, al igual que en Zip World, sobrevolar la laguna gracias a las cuerdas de acero.
No es tan fácil llegar por autopista como a la cantera de Penrhyn, y el agua es más bien marrón y no tan turquesa. Para eso, uno prácticamente podría imaginarse detrás del velo de la llovizna que en la colina detrás de la laguna crece la selva tropical. Entrecerrando los ojos apenas un poco.
Por Florian Sanktjohanser (dpa)