(dpa) – No debería pasar nunca, en eso ojalá estén de acuerdo todos los padres. Pero hay situaciones en las que se está estrasado. Y el niño corre por todos lados, no escucha, no obedece. Y de repente pasa: se le pegó al niño una bofetada o una nalgada. En esos casos, ¿qué hacer?
Para Ulric Ritzer-Sachs, de la asesoría en educación bke, esto es una señal de que se perdió el control de la situación y de uno mismo. «Por eso, primero hay que tratar de calmarse y bajar», afirma el pedagogo.
Es importante decirle al niño que uno lo lamenta, y lo más rápido posible. «Esta disculpa debe ser clara y no ser dicha por lo bajo o murmurada», aconseja. También hay que evitar un clima agresivo. No sirve disculparse y decir: «Lo que pasa es que tú…». Las disculpas nunca deben ser seguidas por un «pero», «quizá» o «en realidad».
La disculpa tampoco mejora si se analiza con el niño la situación que llevó a la bofetada o a la nalgada. «Lo mejor es decir después de la disculpa: ‘bueno, ahora vamos a jugar algo’», aconseja Ritzer-Sachs.
Sin embargo, el adulto debe aprovechar la situación para analizar qué pasó. Muchas veces son cosas nimias las que desatan el enojo: que el niño tarde en ponerse los zapatos, que no quiera lavarse los dientes etc. Por eso es importante tomar consciencia y pensar en qué se hará la próxima vez que el niño no responda como uno quiere.
«Siempre sirve salir a tomar aire, calmarse, contar hasta 30 o 100», aconseja Ritzer-Sachs. Es mejor llegar tarde a la cita con el dentista o al trabajo que pegarle al propio hijo.
«En estas actitudes no hay nada valioso que los padres quieran transmitir a sus hijos», dice Ritzer-Sachs. Por otro lado, aconseja que si se pierde la paciencia y se termina pegándoles a los niños seguido, es hora de buscar ayuda profesional.
Foto: Silvia Marks/dpa-tmn
