Las abejas enseñan a los presos paciencia y responsabilidad

(dpa) – En una provincia alemana se está llevando adelante un proyecto muy particular: se utilizan panales y abejas para enseñar a los presos a tener paciencia y asumir responsabilidades.

Mohamed está muy concentrado, con tapabocas y guantes blancos, sentado delante de un recipiente metálico mientras cierra con cuidado un frasco de vidrio con miel ámbar. Este alemán de origen marroquí de 24 años está en prisión desde el año pasado por haber cometido actos de violencia física.

En la prisión para jóvenes de Remscheid está participando en un programa de apicultores con el cual el establecimiento penitenciario propone nuevos caminos: ofrece a los presos una ocupación terapéutica, les enseña algo vinculado a la protección medioambiental y, nada más y nada menos, les enseña a tratar con más de tres millones de abejas.

Peter Biesenbach, ministro de Justicia del estado de Renania del Norte-Westfalia, quiere promocionar este modelo en otras regiones del país.

Si bien en otras cárceles de Alemania también existen panales de producción de miel, en ninguno se ha planteado la posibilidad de cooperar con campesinos y productores de la zona, como se está haciendo allí. En este caso pionero, muchos campesinos les permiten a los presos entrar en sus granjas.

El trabajo cuidadoso que requieren las abejas enseña a desarrollar destrezas particulares en una prisión exclusivamente de hombres en la que prevalecen valores muy distintos.

El iniciador del proyecto fue Jürgen Krämer, empleado del área laboral del sistema penitenciario, con 40 años de experiencia en prisiones. Pasó mucho tiempo pensando cómo se podría preparar de algún modo a los presos para la etapa posterior al encierro.

«Los modos de empleo en el mundo han cambiado», comenta Krämer, de 62 años. Casi no se les puede conseguir trabajo a los carpinteros y herreros que salen de la prisión.

Así fue como Krämer hizo su propuesta, se arremangó, y a comienzos de 2016 le dio el puntapié inicial a esta iniciativa con un pequeño panal.

Actualmente hay varias prisiones participando. Unas fabrican los panales, otras las placas de cera, otras «cosechan» la miel, otras se encargan de la limpieza de los elementos utilizados.

Otro preso, que trabaja armando las cajitas de obsequio para la miel, dice que «antes era más agresivo con la familia. Pero eso se acabó gracias a las abejas. Aquí hace falta muuuuuuucha paciencia», comenta el hombre de 48 años que está en prisión desde agosto por violencia contra su ex mujer.

Krämer sonríe. «El que trabaja con abejas debe atenerse a las reglas. Si no, el castigo no tarda en llegar: un error, una picadura. Y duele».

Él está convencido de los efectos que tiene el proyecto. «Es un programa de integración para cualquiera. Para los refugiados, para los prisioneros, para los que no hablan bien el idioma local y para los que no tienen otras oportunidades».

Salir de la celda a los campos, estar entre frutales y panales, genera un cambio importante en muchas de esas personas.

Miles de abejas vuelan bajo el sol de flor en flor y traen su polen. «Uno al estar con las abejas está en la naturaleza. Se desacelera y entiende el mundo de otra manera», asegura Krämer mientras observa el idilio del paisaje que lo rodea.

«Mucha gente no sabe que esto existe. En mi trabajo actual recibo personas con muchas falencias, acostumbradas a sentirse más seguras por medio de las agresiones. Aquí no es así», agrega. Por supuesto, no es un proyecto para todos. A los prisioneros verdaderamente agresivos no se les permite participar.

Krämer tiene la esperanza de que la apicultura ofrezca después a muchos de los que están en el programa nuevos caminos cuando estén en libertad.

Por Bettina Grönewald (dpa)

Foto: Federico Gambarini/dpa