La Era de los movimientos extremistas llega para quedarse

Varias veces he escuchado decir que los extremos siempre se tocan, que el radicalismo es dañino venga del lado que venga, y que este principio se puede aplicar a casi todo en la vida. Y es realmente bien interesante reflexionar sobre esta creencia porque parece que estamos inmersos en una sociedad en la que, en lugar de buscarse un balance, siempre nos vamos a los extremos.

Hoy en día miles de mujeres pretenden combatir el machismo con el feminismo. Un feminismo que además cada vez se disipa más del norte. ¿Quién dijo que el feminismo era sinónimo de “perder” la feminidad? ¿Quién les hizo creer a las feminazis que el feminismo era tener vellos en las piernas y en las axilas? Estamos mal. Sinceramente estamos mal.

Toda tendencia extremista tiende a desvirtuarse de su propósito real. Como mujer, por supuesto que estoy de acuerdo con que las mujeres tengan mayor protagonismo en la sociedad, que exista igualdad de oportunidades para que las mujeres puedan optar por los mismos cargos políticos y profesionales que cualquier hombre, que las mujeres puedan elegir qué hacer y cómo hacerlo porque somos seres autónomos y capaces, al igual que un hombre. Pero de allí a confundir el feminismo con la violencia de la mujer hacia el hombre, o de aparecer en una “manifestación feminista” mostrando las tetas, o mostrando con orgullo los pelos en las piernas, me parece patético.

Ser feminista no es ser rebelde, ni hacer lo mismo que criticábamos del machismo. Es simplemente exigir la igualdad de oportunidades tanto para unos como para otros. No obstante, el sentido de este artículo no es abordar este tema, sino otro aún más profundo y preocupante. El tema de los movimientos extremistas.

En la política pasa lo mismo. Soy de las que cree que al final del día, la extrema derecha es tan perjudicial para un país como la extrema izquierda. Estoy consciente de que es realmente una tarea muy difícil proponer un verdadero equilibrio. Y es que realmente, ¿quién dijo que es posible ser justo o equilibrado en un mundo tan competitivo e injusto como en el que vivimos hoy?

No comulgo con la izquierda, y lo aclaro responsablemente. No creo en el socialismo ni en el comunismo. Sin embargo, respeto a quienes sí profesan alguna de estas ideologías. De todas maneras, tampoco comulgo con los movimientos extremistas de derecha, porque son tan inclementes como los de extrema izquierda.

No obstante, en estas breve líneas, me gustaría reflexionar un poco sobre VOX. VOX es un partido de extrema derecha, “creado para la renovación y el fortalecimiento de la vida democrática española”, o al menos así se autodefinen. Al principio, nadie apostaba un duro por ellos, pero silenciosamente han ido ocupando un lugar increíblemente importante dentro de la política de España.

En un artículo publicado hace tan sólo tres días, en el diario de noticias “El Mundo”, Fernando Sánchez Dragó escribió algo muy interesante que me permito citar aquí:

“VOX es la necesaria reacción de un país al que la omnipotente izquierda cultural estaba castrando y silenciando. También es un esfuerzo, casi en el último extremo, por reorientar la detestable política de este régimen difunto y tratar de evitar el troceo de España por sus enemigos. Cuando su eco resuene en las paredes de los diversos parlamentos e instituciones en los que, sin duda, va a entrar, llegarán los verdaderos retos para este partido».

Ciertamente, España aún no se recupera de su última recesión económica, y ya parece que podría enfrentar otra. Muchos expertos en economía aseguran la inevitable venida de una nueva crisis para el país, y mientras tanto, el gobierno de Pedro Sánchez es criticado por su ineficiente gestión en apenas cinco meses de gobierno. Aparentemente ninguna fuerza política en España ha sabido hacerle frente a la deuda pública que mantiene el país, y que pareciera salirse de las manos.

Y entonces, llega VOX, levantándose como un ave fénix salvadora de entre las cenizas, y propone un cambio radical de 180 grados que rescatará a España del maleficio de la izquierda y del socialismo.

Las preguntas de todos los españoles son: ¿Qué hacemos? ¿A quién apoyamos? ¿Sobre qué base lo hacemos?

VOX se plantea diseñar profundas reformas “estructurales” que ciertamente son necesarias para España tanto en el ámbito institucional, como en el ámbito jurídico, que sean capaces además de dar una respuesta eficaz a los problemas que enfrenta actualmente la nación.

VOX además asegura que, pese a que España ahora atraviesa una crisis múltiple y profunda de carácter sistémico que afecta a su economía, a sus instituciones, a su unidad nacional y a su moral colectiva, el tiempo del diagnóstico del problema ya pasó, y es momento de movilizarse y llevar a cabo acciones que fortalezcan nuevamente la democracia española.

Todo esto suena realmente maravilloso, y verdaderamente coincido con estos objetivos primordiales marcados por el partido. No obstante, ¿hasta qué punto todo es color rosa? ¿Es realmente tan perfecto e idóneo como parece, ¿sí o no?

Realmente es una disyuntiva muy difícil de responder. En todo caso, habrá que valorar más adelante los hechos en lugar de las palabras para poder sacar una conclusión adecuada. Es decir, si VOX lograse gobernar España, pudiéramos verdaderamente debatir sobre su gestión, bien sea para criticarla o para aplaudirla. No obstante, estas cosas siguen siendo una incertidumbre.

Pero, por otra parte, como bien lo expone Fernando Sánchez Dragó, “VOX también está con los toros, con la caza, con las fiestas populares y defiende el sano principio de que hacen muy bien en no ir a las corridas, las monterías o las procesiones religiosas los que las detestan, pero que eso de prohibírselas a los que las disfrutamos es tan estúpido como inadmisible”

Y allí es cuando, al menos yo, empiezo a diferir. Desde mi visión inevitablemente subjetiva, sí pienso que deben prohibirse las corridas de toros. Y la razón, va mucho más allá de mi ego y de las cuatro paredes que atrapan mi intelecto. Yo, al menos, estoy en total desacuerdo con que se siga permitiendo en España cualquier acto que promueva y justifique el maltrato animal. Soy partidaria de que algunas “tradiciones” están de más. Ya no hablo del simple hecho de que a una persona le gusten o no le gusten las corridas de toro, las corridas de burro, la caza indiscriminada, etc. Hablo del respeto a la vida, hablo del sufrimiento que tiene que vivir un animal de manera tan injusta por capricho de unos fanáticos empedernidos que les produce morbo ir a sentarse a ver el espectáculo sangriento de un asesinato.

No estoy de acuerdo con esto, y nunca lo estaré. La vida de los animales debe respetarse, así como nuestra ley ampara y protege la vida del ser humano.

Ahora bien, ¿por qué digo todo esto? Pues simplemente porque ese ejemplo sirve para reflexionar si realmente apoyamos completamente los extremos, si realmente podemos pasar de un lado del charco al otro, sin que haya consecuencias.

Creo que VOX tiene ideas magníficas, lo digo en serio. Sin embargo, hay que evaluar con pinzas, con recelo y con mucha objetividad el asunto de las políticas extremistas. Del país donde vengo, hay un refrán popular que reza: “Ni tan calvo ni con dos pelucas”, y eso, es precisamente lo que pretendo concluir aquí.

No podemos focalizar la política en blanco o en negro, porque como ya lo mencioné muchísimas veces, los extremos son muy diferentes, pero al mismo tiempo iguales entre sí. Se trata de buscar el equilibrio, se trata de neutralizar el ego y no anteponerlo a la razón. Se trata, de que las distintas fuerzas políticas sean capaces algún día de llegar a acuerdos en conjunto, no por el beneficio propio ni la popularidad de uno u otro partido, sino por el beneficio colectivo y por el bienestar social. Sólo así, podrían evitarse todas las crisis venideras.

S.A.P