Abbenrode (dpa) – Hasta su apertura hace 30 años, la frontera interalemana era un extenso sistema de fortificaciones que recorría la frontera terrestre entre la República Democrática Alemana (RDA) y la República Federal de Alemania (RFA).
Decenas de miles de soldados armados patrullaban ambos lados de la frontera, de un lado los guardias del este, del otro los de Alemania Occidental. Cientos de personas murieron tratando de cruzarla.
Un pequeño grupo formado por 15 ex guardias fronterizos, cinco de la antigua policía fronteriza de Alemania Occidental (BGS), cinco de Aduanas y cinco de las Tropas de Frontera de la RDA, ha decidido renunciar al anonimato y hacer las paces con el pasado.
Para ello se reúnen regularmente en el Círculo de Guardias Fronterizos de Abbenrode, una localidad situada en el estado federado de Sajonia-Anhalt a pocos kilómetros de la frontera con Baja Sajonia.
«Primero tomemos algo», sugiere Lothar Engler señalando la mesa tendida con pastel y café. Este veterano de 64 años lleva en su camisa azul a cuadros una chapa que lo identifica como miembro del Círculo de Guardias Fronterizos de Abbenrode. Se trata, por lo que él sabe, de los únicos encuentros de este tipo en toda Alemania.
La historia del círculo de guardias fronterizos de Abbenrode comenzó hace unos seis años, cuando Wolfgang Roehl, antiguo guardia fronterizo de la BGS alemana, estaba buscando fotos para su página web sobre la frontera interalemana.
No pasó mucho tiempo hasta que se organizó el primer encuentro en el museo local de Abbenrode. Tenía que ser un lugar neutral, «como entre Corea del Norte y Corea del Sur». Todos llegaron con sus fotos y un objetivo: «Para nosotros era importante evaluarnos mutuamente y llegar a conocernos unos a otros», dice Roehl.
En los tiempos de la división, trabajaban a pocos metros uno del otro, a ambos lados de la frontera, e incluso el saludo era una cuestión política. «Nosotros saludábamos, pero ellos nos ignoraban», recuerda Wolfgang Roehl.
Knut Ludwig, ex guardia de fronteras de Alemania Oriental, replica: «Teníamos prohibido saludar o devolver saludos. Al fin y al cabo, no sabíamos cuáles eran las intenciones de los colegas”.
Ludwig era oficial al mando de las tropas de reconocimiento de la frontera, y hoy uno de los integrantes más jóvenes del círculo. El veterano explica que cumplió ocho años de servicio activo en la frontera, y que su tarea consistía en impedir los intentos de fuga de ciudadanos y desertores que querían abandonar la RDA.
Arguye que así era la ley: «No me avergüenzo de haber hecho mi trabajo». Ludwig se alegra de no haber pasado por situaciones comprometidas, y pone como ejemplo el caso de un colega que fue amenazado con un arma al querer impedir la fuga de un desertor de las fuerzas armadas soviéticas.
«Nuestro guardia fronterizo fue más rápido», dice y lamenta cada una de las muertes en la antigua frontera. Los 15 hombres que integran el círculo saben que hay una pregunta que todos se han hecho alguna vez: «¿Qué habría hecho yo de haber estado en su lugar?»
Entre los miembros del círculo aún no reina la confianza ciega. Lothar Engler, cofundador del círculo, dice al respecto: «En realidad, nos damos cuenta de que los ex guardias fronterizos del este siguen restándole importancia a lo que hicieron».
Y añade que, sin embargo, en los encuentros se trata de no omitir nada y de abordar todos los temas, por más controvertidos que sean.
Treinta años después de la Revolución Pacífica que condujo a la transición y reunificación de Alemania, Birgit Neumann-Becker, comisionada en Sajonia-Anhalt para la Investigación y Evaluación de la Dictadura en la RDA, ha observado una creciente necesidad de debate.
La teóloga señala que hay cada vez más personas que hacen públicas sus experiencias y relatan, por ejemplo, lo difícil que fue para ellos ser guardia fronterizo y el miedo que sentían.
Otros, añade Neumann-Becker, afirman haber hecho simplemente su trabajo. «También se trata de controlar la memoria y de responder a la pregunta: «¿Estoy siendo fiel a mis recuerdos?», afirma Neumann-Becker.
El Círculo de Guardias Fronterizos de Abbenrode es mucho más que una reunión de veteranos que reflexionan sobre su pasado. Sus miembros también quieren transmitir algo a las generaciones futuras.
En el museo de historia local organizaron una exposición sobre la historia de la frontera. También hacen visitas a las escuelas para relatar sus experiencias. «Podemos ver que somos los últimos testigos de nuestro tiempo», asevera Lothar Engler.
Por Dörthe Hein (dpa)