(dpa) – Entrar en la ciudad neerlandesa de Rotterdam puede ser toda una experiencia, incluso si uno llega en la oscuridad o en medio de una tormenta. De pronto, en plena noche, aparecen los rascacielos, uno al lado del otro, brillando con miles de luces en las proximidades del agua. Las grúas se alzan por todas partes y en el agua flota una enorme embarcación iluminada, el «Rotterdam».
El barco a vapor se alza elegante y majestuoso. Solía hacer el recorrido entre Rotterdam y Nueva York desde 1959, pero hoy es un hotel, seguramente el más espectacular de este puerto de Países Bajos. Fue restaurado por una fuerte suma en Wilhelmshaven, Alemania, y recobró el brillo y el glamour que solía tener antiguamente.
Por la ciudad con entendidos
Al despertar en el «Rotterdam» recibimos un mensaje de texto. «Goedemorgen! Estamos sentados en la cubierta Main (izquierda). Nos vemos, Ch & M.». Las iniciales pertenecen a Chiem van Houweninge y su mujer, Marina de Vos. Chiem se volvió algo famoso más allá de las fronteras neerlandesas porque actuó en un policial muy popular. En Rotterdam también hace de guía. ¿Qué más se puede pedir? Su mujer, Marina, nació y creció en la ciudad y la conoce al dedillo.
Marina nos ofrece una lista de sus sitios favoritos. ¡Es bastante larga! «Hay tantos lugares maravillosos», asegura. «¿Por dónde comenzamos?» Quizas por el estadio Ahoy, donde se planea el Eurovision Song Contest. «Vamos, arranquemos», dice Chiem. ¿Arrancar? Sí, ¡en un taxi acuático!
El botecito avanza a una velocidad increíble por el Nuevo Mosa, que fluye en el Rin, río que divide a Rotterdam en dos partes. El viaje es una aventura para los turistas. Para los locales, es cuestión de todos los días, sobre todo porque el agua parece casi omnipresente en la ciudad, con lo cual los taxis acuáticos se convirtieron en un medio de transporte muy habitual.
Reconstruccción y arquitectura de lujo
Vamos pasando delante de fachadas increíbles, nada tradicionales. «Rotterdam fue bombardeada durante la guerra», cuenta Chiem. «Después gran parte de la ciudad fue construida sobre las ruinas.» Sin embargo, no se la reconstruyó a las apuradas, en Rotterdam nada es monótono. Esta ciudad se reinventó una y otra vez, también desde la arquitectura.
En la década de 1980 aparecieron casas en los árboles, una propuesta en forma de cubo de Piet Blom. En los 90 el dúo de arquitectos Ben van Berkel y Caroline Bos unieron el norte y el sur con el puente de Erasmo, y en este siglo el célebre Rem Koolhaas, nacido en Rotterdam, creó «la ciudad vertical», tres torres de 44 pisos conectadas entre sí. Desde lejos, parecen ladrillos de juguete. Pero si uno observa el conjunto, podría tener la impresión de que Rotterdam se propone ser un reflejo de Nueva York, al otro lado del Atlántico.
Una metrópoli cosmopolita y global
«Rotterdam siempre fue una ciudad donde se trabajaba duro», observa Chiem. «Antes no pasaba absolutamente nada en las calles después de las diez de la noche. Eso ahora ha cambiado por completo», comenta. Hay restaurantes, teatros, vida cultural. «Es más, mucha gente está mudándose de Ámsterdam a Rotterdam, entre otras cosas, porque aquí los precios aún se pueden pagar.»
Llegamos al «Hotel New York», la antigua sede de la administración central de la línea marítima Holanda-América de 1901. Está en el extremo del Wilhelminapier, un sitio desde el que, con el correr de las décadas, innumerables familias migraron desde el este de Europa hacia Estados Unidos. Cuando fue inaugurado como hotel en 1993, no había nada más en toda la zona, que estaba desierta. Hoy está rodeado de rascacielos y hasta parece frágil en ese contexto.
Rotterdam vive en permanente cambio, y aunque no tiene más que 650.000 habitantes, tiene un carisma cosmopolita. Enfrente del hotel, donde solía estar la zona roja de la ciudad, está el mercado alternativo conocido como Fenix Food Factory. Chiem se permite degustar un típico gofre con sirope.
El cuarto de baño más largo de Países Bajos
Volvemos en el taxi acuático, pero antes de regresar al hotel Chiem y Marina quieren enseñarnos algo muy inusual, un túnel de casi 80 años que corre por debajo del Nuevo Mosa y que solo es transitable para ciclistas. Para llegar al túnel hay que descender por una escalera mecánica de madera que emite chirridos en la que uno puede llevar la bicicleta. Una vez abajo, vemos que el túnel tiene azulejos en toda su extensión, de aproximadamente un kilómetro, por eso se lo conoce como «el cuarto de baño más largo de Holanda».
Salimos, subimos a un coche, y cruzamos el puente Erasmo hacia el barrio de los museos, donde está el Boiymans van Beuningen y su impresionante cuadro del hijo de Rembrandt, Titus, haciendo las tareas. Desde el Museo de Historia Natural se asoma, en cambio, el esqueleto de una ballena.
Un punto culminante gastronómico
Seguimos camino hacia la propuesta preferida de esta pareja, que comparte la vida hace 50 años. Sin embargo, ambos parecen recién enamorados cuando se pasean delante de los antiguos veleros del puerto Verrhaven, donde Rotterdam se ve exactamente igual que antes de los bombardeos. «Estoy tentado con comer queso», lanza Chiem, que nos lleva su tienda favorita, la «Kaashoeve», en la peatonal Oude Binnenweg. Pero la pareja se entusiasma y la salida culinaria no termina allí, por lo que continuamos hacia la cervecería «De Pijp», fundada en 1898. El ambiente es muy tradicional y los platos, aunque famosos, siguen estando a buen precio.
Para cerrar el día nos aventuramos a visitar «la» calle de las salidas y el ritmo, la Witte de Withstraat, con sus incontables bares, cafés y restaurantes. ¡Qué día inolvidable! «Para nosotros también», dice Chiem. Rotterdam sorprende y conquista, incluso a quienes la conocen.
Por Christoph Driessen (dpa)