El guante es una prenda muy antigua que tiene una larga historia detrás. Su uso ya se remonta a la Antigua Grecia, pues se cree que en La Odisea de Homero se encuentran referencias al uso de esta prenda, pero con una función protectora más que estética.
Anteriormente, con los egipcios, los guantes tenían un gran valor simbólico. En algunas tumbas se han encontrado restos arqueológicos y la presencia de guantes. Los hombres usaban los guantes en el Antiguo Egipto como una marca de prestigio, hasta el punto de que en la tumba de Tutankhamon se encontraron un par de guantes. En la civilización egipcia, los difuntos eran enterrados con pertenencias de valor.
Ya más cercano en el tiempo, las tribus barbarás, lo que había más allá del Imperio Romano, fueron quienes comenzaron a difundir esta prenda, a partir de siglo VI d.C. En el centro y el norte de Europa el frío está muy presente durante buena parte del año, por lo que usar guantes era una forma de protegerse de las bajas temperaturas.
La Edad Media, vuelta a la distinción
En la época medieval los guantes recuperaron ese aura de elegancia y distinción. La nobleza los usaba como símbolo de clase social y es en ese periodo de la historia cuando nació la expresión “echar el guante”, que significaba la intención de lanzar un desafío a un rival, quien debía recoger el guante para aceptar el duelo y no perder su honor.
Los guantes comenzaron a convertirse en industria, especialmente en España. La piel era muy trabajada en España y aparecieron los denominados guantes perfumados. Estaban elaborados a partir de pieles suaves, delgadas y delicadas que además se perfumaban. La idea de perfumar los guantes respondía a hacer frente a los malos olores habituales de las ciudades y villas.
Las pieles que se usaban para elaborar esta prenda eran la de cabra, el camello o el ante. Entre la aristocracia y la nobleza, recibir unos guantes como regalos era todo un deseo. Fueron tan populares que la gente dormía con guantes y camisón. Los guantes perfumados de Sevilla y Ocaña eran muy conocidos.
Fuera de España, en Italia durante el Renacimiento, los guantes adquirieron mucha fama. Comenzaron a parecer bordados y decorados, adornos en metales preciosos y multitud de diseños, entre ellos los más curiosos, con aberturas en los anillos. Una leyenda dice que Catalina de Médicis asesinó a la reina de Navarra empapando sus guantes con gases mortales.
Los guantes en la actualidad
El paso del tiempo, y también la necesidad, convirtió a los guantes no solo en una prenda distinguida propia de la nobleza, sino que pasó a ser también lo que había sido durante buena parte de su historia, una prenda para proteger las manos frente a las inclemencias del tiempo.
En la actualidad, los guantes siguen conservando esta doble función: la protectora y la estética, es decir, sirven para proteger las manos de inclemencias meteorológicas pero comparten ese fin de ser una prenda decorativa, para mejorar la apariencia.
Este fenómeno se observa especialmente en los guantes de vestir de mujer. Los hombres, cuando usan guantes, suelen apostar por modelos más sobrios. En cambio, las mujeres pueden tapar sus manos con prendas que tengan un diseño más arriesgado.
Con los guantes, como ocurre con otras prendas como por ejemplo los sombreros, existe un protocolo de uso que deben seguir sobre todo las mujeres, aunque también los hombres.
El protocolo de los guantes
Para ocasiones especiales, usar guantes es un símbolo de feminidad y elegancia. No obstante, para mostrar esa elegancia es fundamental cumplir con una serie de normas de protocolo.
La primera hace referencia al largo del guante. Cuanto más corta sea la manga, más largo debe ser el guante, y viceversa. Una vez decidido el largo del guante, se han de llevar siempre puestos en espacios exteriores, salvo en el momento de saludar al resto de invitados, que solo se mantiene el guante izquierdo mientras que la mano derecha queda libre para saludar.
Durante las comidas, las manos han de estar desnudas. No existe ninguna recomendación con respecto al color pero lo aconsejable es que combinen bien con el resto del outfit y no supongan un choque visual. Los tonos neutros o sobrios, como el nude, siempre funcionan, al igual que el negro.