(dpa) – Puede que en las épocas más frías del año no tengamos muchas ganas de salir de viaje. Pensamos que para estar puertas adentro por las temperaturas gélidas no vale la pena viajar. Pero no es así en todas partes. En el norte de Alemania, por ejemplo, el invierno ofrece nuevas posibilidades como visitar Heligoland, una pequeña isla en pleno Mar del Norte. Lo bueno de visitarla en los mess más fríos es que podemos concentrar toda nuestra atención en su fauna.
Depredadores supertiernos
El traslado desde Heligoland tiene una isla «hermana», Düne, de playas más bien angostas. Pero es el lugar elegido por las focas grises. Uno puede dar un paseo a través de la flora y las flores locales hasta llegar a ver la playa del norte, donde de pronto descubrimos que hay ¡muchísimos ojos negros y redondos observándonos!
El punto panorámico y la plataforma de observación están ubicados muy cerca de las focas bebés. Y hay grandes probabilidades de poder verlos, porque en el invierno 2018/2019 se registraron más de 400 nacimientos. Son unas bolitas de pelo blanco sumamente tiernas.
¡Cuidado, testoterona!
«Por más dulces que parezcan, es importante mantener distancia como medida de protección. Las focas grises tienen una mandíbula bien fuerte y una flora bucal bastante infecciosa», explican en Damaris, una asociación que organiza paseos todos los días.
Si bien la organización se propone que los visitantes aprovechen su estadía, su propósito primordial es que paseen por caminos en los que no molesten a los animales. A veces se hace inconscientemente. Otras, de manera muy consciente. Ya ha habido turistas que les arrojan piedras a los animales para que miren hacia la cámara. No es buena idea.
Tranquilidad en la isla
Al regresar a la isla central, llama la atención algo muy peculiar: no huele a nada. No hay autos, no hay emisiones. No hay barullo. Durante mucho tiempo el lugar era conocido con cierto desdén debido a sus precios muy económicos, dado que es la única isla de Alemania en altamar. Si bien se siguen encontrando frascos tamaño XXL en las tiendas libres de impuestos, no hay muchas cosas que recuerden a aquella época.
Vale la pena visitar la isla, más allá de los animales. El sitio también tiene su historia: cuenta con 13,8 kilómetros de caminos subterráneos construidos en épocas de la Segunda Guerra Mundial.
Por Larissa Loges (dpa)