Jerusalén (dpa) – Las tumbas llegan hasta el techo de los túneles a 16 metros de altura. Como panales de abejas, los nichos en los que se entierran a los muertos en este nuevo cementerio subterráneo en Jerusalén se alinean unos sobre otros a lo largo de tres pisos.
Los dolientes acceden a las tumbas superiores por escaleras, ascensores y galerías.
«Este es un nuevo método de entierro, en el que se utiliza el menor espacio posible para cementerios», explica Hananya Shahor, director de la Sociedad Funeraria Judía de Jerusalén, quien comenzó hace cinco años con este proyecto.
La necrópolis subterránea Har Hamenuchot, en la entrada de Jerusalén, se inauguró el 30 de octubre. Actualmente hay 8.000 tumbas disponibles, pero el proyecto prevé un total de 23.000. Tres cuartas partes de las tumbas estarán dentro de las paredes y el resto como tumbas clásicas en el suelo, detalla el rabino de 65 años.
«Si continuamos enterrando a uno al lado del otro, pronto no habrá más espacio para los vivos», señala Shahor.
Cada año mueren en Israel unos 40.000 judíos, cuya religión no contempla la cremación o la reutilización de una tumba. La resurrección forma parte de la fe judía y hasta que llegue ese momento, no debe ser perturbada la paz de los muertos.
El temor de Shahor es que dentro de 500 a 600 años haya escasez de espacio en el pequeño Israel, con nueve millones de habitantes. El cementerio subterráneo ayuda a resolver el problema de espacio en Jerusalén.
El cementerio subterráneo se encuentra 50 metros por debajo de la superficie de la montaña. El túnel tiene dos entradas y aún está en construcción un acceso por ascensor.
Una gran extensión del suelo ya está cubierta de adoquines y las paredes están recubiertas de piedra caliza beige.
Actualmente el cementerio subterráneo consta de un túnel longitudinal y otro transversal. En los cruces de las intersecciones cuelgan bolas de vidrio gigantes de color rojo y amarillo brillante diseñadas por el artista alemán Yvelle Gabriel.
«Quiero llevar la luz a la oscuridad, eso es importante», señala Gabriel. «No está oscuro aquí dentro, pero pensamos que bajo la tierra necesitamos una conexión con el sol, con la fuerza de la vida», cuenta el artista, de 50 años, que vive con su familia en la ciudad alemana de Weilburg.
La construcción del cementerio tiene un costo de 70 millones de euros (76 millones de dólares). El proyecto, que no recibe aportes del Estado israelí o de la ciudad de Jerusalén, se financia sobre todo vendiendo tumbas a judíos de todo el mundo que quieren ser enterrados en esta ciudad.
Una tumba para un extranjero cuesta alrededor de 50.000 euros. Los habitantes de Jerusalén no pagan nada.
Las tuberías plateadas debajo del techo aseguran una ventilación adecuada, mientras que las lámparas proporcionan una luz cálida para leer oraciones. El suministro de luz y aire será regulado a través de detectores de movimiento.
En la profundidad también habrá conexión de Internet. «Aquí llegó el siglo XXI», remarca con orgullo Shahor. El director de la Sociedad Funeraria Judía destaca que el proyecto es único, al menos en el mundo judío.
El investigador de estudios culturales de la Universidad de Hamburgo Norbert Fischer también estima que no existe otro cementerio igual en el mundo. «Hasta donde yo sé, no hay ningún proyecto comparable en este momento».
Sin embargo, hasta el siglo XVIII la gente era enterrada en criptas, sobre todo bajo iglesias. Por ejemplo, bajo la Iglesia de San Miguel en Viena hay enterrados varios miles de personas.
La Sociedad Alemana de Cementerios considera improbable la construcción de un cementerio subterráneo en Alemania. «En Alemania tenemos una situación contraria, dado que cada vez más personas optan por la cremación», dice el director de la entidad Karl-Heinz Könsgen.
Según Könsgen, a la mayoría de los cementerios les sobra espacio. «Donde antes se enterraba un ataúd, ahora hay espacio para varias urnas. Además, casi no hay tumbas que no puedan volver a utilizarse en Alemania», agrega.
Shahor no cree que la gente no quiera ser enterrada en este complejo de catacumbas. El cementerio subterráneo es un proyecto nuevo, pero hace 2000 años los ricos ya eran enterrados en túneles en Jerusalén.
«Queremos conectar el pasado con el presente. Este cementerio es más confortable: no hace calor, no llueve y no hay hierba molesta. Creemos que la mayoría de la gente querrá ser enterrada aquí porque es hermoso», explica el rabino.
Por Stefanie Järkel (dpa)