(dpa) – Se llaman Koala, Fridolin y Fréderic, tienen colas tupidas y grandes ojos y ahora son pequeñas estrellas de Internet. El berlinés Frank Wilde convirtió en personajes famosos de Facebook a las ardillas que visitan regularmente su azotea.
Casi a diario su álbum «#nuttywood» presenta nuevas fotos de los animales y comentarios sobre ellos. «En total hay más de mil fotos», dice Wilde.
Siete animales visitan todos los días al «papá de las ardillas», como denomina el periódico «B.Z.» a Wilde. Suelen llegar por la mañana, para desayunar, y por la noche. «Cada una tiene su propio carácter», asegura el hombre de 55 años. «Está la ardilla instructora, la guardiana, la Casanova, la reina o la que está un poco despistada», afirma.
En su terraza, que rodea casi todo el ático, hay muchas cosas que a los animales les encantan: Todas las mañanas hay tres pequeños cuencos con nueces, avellanas y trozos de verduras frescas. En verano, las grosellas también son populares, al igual que una porción de sandía. En un cuenco de porcelana siempre tienen agua para beber.
Los roedores se sirven en tanto de un viejo cojín roto y usan su suave relleno para sus nidos en los árboles.
Frente a la vivienda hay varios castaños. Desde la terraza se tiene una amplia vista de las copas de los árboles. «Las ardillas vienen de allí directo o trepan por la escalera externa», explica Wilde.
Su pasión comenzó hace tres años y medio, cuando una ardilla lo visitó en su azotea. «Una amiga me aconsejó que les dejara nueces», recuerda. Wilde las compra en grandes cantidades o las recolecta de los árboles del barrio.
«Hay muchas otras personas que alimentan regularmente a ardillas», explica Tanya Lenn, de la asociación de ayuda a las ardillas de la zona de Berlín y Brandeburgo. Allí funciona un centro de cuidado en el que se cría y luego se devuelve a la naturaleza a animales jóvenes huérfanos.
Pero la alimentación es un arma de doble filo. «Siempre hay quejas de vecinos, que se sienten estorbados», señala Lenn. Wilde ya tuvo esta experiencia, aunque sólo con una vecina a la que le molestaban las cáscaras de nueces.
Aunque Frank Wilde se ocupe cariñosamente de las ardillas y les asigne nombres y distintos caracteres, para él siguen siendo animales salvajes. «No son mis animales, ni siquiera mis mascotas», subraya el hombre, quien tampoco se acerca demasiado a los roedores. «Por ejemplo, no los acaricio, eso ya sería una intrusión».
Tanya Lenn afirma que también es importante proteger el espacio donde viven las ardillas, que en las ciudades están cada vez más amenazadas. «La población de árboles debe ser preservada. También se puede ayudar a las ardillas creando espacios verdes y jardines de forma natural», recomienda Lenn.
Por Anja Sokolow (dpa)
Foto: Lisa Ducret/dpa