Bruselas, 5 sep (dpa) – Manfred Weber, presidente del grupo parlamentario conservador en el Parlamento Europeo, exploró sistemáticamente durante meses el terreno, evaluó a sus oponentes, reunió a partidarios. En última instancia contó con el apoyo de la canciller alemana, Angela Merkel.
Ahora el vicepresidente del socio bávaro de Merkel, la Unión Cristianosocial (CSU), de 46 años, quiere luchar por la presidencia de la Comisión de la Unión Europea (UE).
Para cumplir su deseo de suceder al luxemburgués Jean-Claude Juncker el año que viene deberá, en primer lugar, eliminar a todos sus contrincantes dentro del Partido Popular Europeo (PPE) y ser nominado por su grupo parlamentario el 8 de noviembre en Helsinki.
A continuación, debe lograr un resultado electoral razonable en las elecciones europeas y convertir al PPE en al menos el grupo parlamentario más fuerte del próximo Parlamento Europeo. Sólo entonces este bávaro podría convertirse en el primer alemán en más de 50 años que ocupe el puesto más poderoso de la UE en Bruselas.
¿Pero tiene Manfred Weber lo necesario para llevar las riendas de la UE? Se trata de una persona tranquila y amable en el trato personal. Ingeniero técnico, se presenta en el Parlamento de Estrasburgo con aplomo de hombre de Estado, algo que es un punto a favor dentro de sus propias filas.
El comisario alemán de la UE Günther Oettinger, de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel, elogió recientemente a Weber por ser una persona creíble y competente.
Por su parte, el ex líder de la CSU Theo Waigel dijo recientemente a los diarios alemanes «Passauer Neue Presse» y «Donaukurier» que Weber es uno de los «políticos más empáticos» que conoce. «Tiene el don de unir a la gente, también por su encanto personal».
Weber asumió el liderazgo del mayor grupo parlamentario del Parlamento Europeo en 2014, un salto en su carrera tras diez años en Bruselas y cinco años como vicepresidente de la facción. En 2016, en mitad de su mandato, los 219 diputados lo confirmaron en el cargo con el 97,8 por ciento de los votos. Es por eso que muchos en el grupo y el partido creen que tiene una buena oportunidad de ser nominado como candidato. Weber cuenta con muchos amigos entre sus filas y casi ningún enemigo.
Originario de la pequeña localidad bávara de Wildenberg, de apenas 1.400 habitantes, casado y de religión católica, ha llevado a cabo en su partido una carrera política clásica. De 2003 a 2007 fue presidente de las Juventudes de la Unión (CDU/CSU). De 2008 a 2016, presidente del distrito de Baja Baviera, un cargo importante en la jerarquía de la CSU. De 2002 a 2004 fue miembro del Parlamento regional bávaro antes de ser elegido por primera vez al Parlamento Europeo en 2004. En 2015 se convirtió en vicepresidente de la CSU.
Sin embargo, Weber está a años luz de los críticos de su partido con la UE. En Bruselas se muestra como un europeo apasionado que se toma de forma personal los ataques contra la Unión. Esto incluye tanto la salida del Reino Unido de la UE en 2019 como la hostilidad del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, contra sus tradicionales aliados y el ascenso de los populistas euroescépticos y nacionalistas en muchos países europeos.
«Hoy en día se trata de la autodefensa de los intereses de Europa y de la defensa de nuestros valores, porque nos atacan desde fuera y desde dentro», escribió Weber en Twitter. Y añadió: «Por ello, la UE necesita avanzar hacia una Europa mejor, más unida y más democrática».
¿Logrará reactivar la pasión por Europa, no sólo en Alemania, sino también en Finlandia, Estonia, Polonia, Portugal? ¿Weber es lo suficientemente conocido? ¿Habla suficientes idiomas? A diferencia de los anteriores presidentes de la Comisión, no ha sido presidente de Gobierno, ni siquiera ministro.
Como alemán también deberá luchar contra el prejuicio de que la gran potencia económica centroeuropea quiere dominar la UE. Los defensores de la política de austeridad de Berlín durante la crisis no son bien recibidos en Grecia o Italia.
Como presidente de la Comisión, Weber tendría que quitarse el sombrero alemán y convertirse realmente en «Mr. Europa», tal y como Juncker intentó hacer. El dirigente lleva tiempo practicando en Bruselas. Su grupo, dice, es casi como una pequeña Europa.
Por Verena Schmitt-Roschmann (dpa)