(dpa) – El arte de la guerra consiste también en intentar engañar al enemigo. Si se divisa un lanzacohetes estadounidense en el campo de batalla, probablemente provenga de una fábrica en República Checa y sea solo una copia.
En una planta en la ciudad fronteriza de Decin, varias costureras están sentadas ante sus máquinas para unir metros de tela verde. Trabajan para la firma Inflatech, que fabrica imitaciones hinchables de vehículos militares pesados.
Desde hace un año, es decir desde el inicio de la invasion bélica rusa a Ucrania, la empresa tiene más trabajo del que ya tenían. Mucho está bajo estricta reserva.
El director Vojtech Fresser precisa que su empresa puede fabricar unas 35 imitaciones por mes.
Según su opinión, las ventajas de la técnica de engaño están sobre la mesa. Sus productos, como un carro de combate hinchable, cuestan entre 10.000 y 100.000 euros (10.670 a 106.700 dólares).
Fresser explica que estas imitaciones hinchables pueden provocar el fuego enemigo y tentar a los rivales a lanzar inútilmente misiles mucho más caros. «Así también ganamos económicamente en el campo de batalla», afirma Fresser.
Dos de sus empleados llevan una gran bolsa negra al patio frente al edificio de la empresa. Con unos pocos movimientos, despliegan un carro de combate estadounidense ficticio como si fuera un bote hinchable. Un compresor le insufla aire y el vehículo de seda artificial se eleva en el aire. Una varilla metálica da al cañón la estabilidad necesaria, mientras algunos residentes locales miran un poco perplejos.
Pero lo que parece sencillo en verdad es alta tecnología. «Si no se tienen unos prismáticos a mano, a 150 o 200 metros no se puede distinguir más si se trata de verdadera tecnología o de una imitación», asegura Fresser.
Sin embargo, es mucho más importante, según el empresario, imitar con fidelidad la huella de calor y de radar. No quiere dar detalles de cómo lo logra, solo indica que un dispositivo construido por ellos se encarga de que las zonas del supuesto carro de combate que deben estar calientes verdaderamente lo estén.
La companía comenzó en 2014 como un emprendimiento en el garaje que durante un tiempo fabricó castillos hinchables para niños.
Fresser no considera un problema que dos de sus cofundadores procedan originalmente de Rusia porque, según afirma, hace tiempo que se integraron en la República Checa.
La firma suministra sus productos a naciones miembro de la OTAN, la Unión Europea y países asociados. Actualmente cuenta con 20 empleados, que en breve se duplicarán.
La empresa estima que este año alcanzará una facturación de al menos 150 millones de euros, una cifra importante en una región con poca infraestructura, que limita con el estado federado alemán de Sajonia.
En la guerra de Ucrania, los vehículos militares hinchables son una táctica bien conocida también en el bando ruso utilizada para engañar al enemigo.
Ya en 2009, la agencia estatal de noticias rusa Ria Novosti informó sobre imitaciones de carros de combate rusos T-72 y T-80, del sistema de defensa antiaérea S-300 y de cazas Su y MiG. Moscú también intenta proteger con las réplicas sus sistemas de misiles estratégicos como el Iskander o el Topol-M.
Blogueros militares rusos informaron que en el Ejército ruso hay unidades especiales que se han especializado en estas maniobras de engaño. Y que estos dispositivos también se despliegan en la guerra.
El Estado mayor ucraniano informó a fines de enero que las tropas rusas intentaron recrear una presencia mayor de la real en la región de Zaporiyia con carros de combate hinchables.
La República Checa es uno de los principales apoyos del Gobierno en Kiev en la guerra contra la invasión rusa. La lista de todo lo que el Gobierno en Praga y compañías de armamento han enviado en equipamiento militar es larga e incluye 89 carros de combate, 226 vehículos de combate de infantería y 33 lanzacohetes múltiples, entre otros.
«Desde el primer momento sabíamos que, a causa de nuestras propias experiencias históricas, teníamos que apoyar a Ucrania», declaró recientemente el primer ministro checo Petr Fiala.
Las naciones del Pacto de Varsovia invadieron en agosto de 1968 lo que entonces era la Checoslovaquia socialista para aplastar el movimiento democrático de la Primavera de Praga. Los últimos soldados rusos fueron retirados en junio de 1991.
Por Michael Heitmann (dpa)