Teherán (dpa) – Con las sanciones impuestas a Irán, el presidente estadounidense, Donald Trump, buscaba acorralar al gobierno, pero acabó pagando el pueblo. Los artistas iraníes también sienten el efecto de las sanciones.
La tienda de música «Sonata» era un centro de venta barata de instrumentos musicales en un pasaje comercial de moda en el norte de Teherán. Pero las sanciones económicas han puesto fin al negocio: este tipo de artículos están fuera del alcance de los iraníes.
«Una púa de guitarra se ha convertido en un artículo de lujo para gente como yo», dice Mahyar, un guitarrista de 21 años.
Desde la presidencia de Hasan Rohani en Irán y el acuerdo nuclear con las potencias mundiales en 2015, se había producido en la teocracia ultraconservadora una apertura en la música.
La libertad de realizar conciertos había llevado a que la venta de instrumentos musicales se convirtiera en un nuevo negocio lucrativo en el país.
En el marco de esta apertura, los artistas habían comenzado a salir a la calle con música pop persa y occidental. Incluso músicos extranjeros como el alemán Christopher von Deylen y su banda Schiller pudieron volver a actuar en Irán después de más de tres décadas. Para 2019 también se había previsto un concierto de Scorpions, muy popular en Irán.
Sin embargo, esta tendencia se detuvo abruptamente. No por las nuevas reglas de los mulás, sino por las sanciones económicas impuestas por Trump y la aguda crisis financiera que provocaron. La moneda nacional, el rial, ha perdido más del 60 por ciento de su valor, y los precios han subido astronómicamente.
Muchos bienes de la vida diaria, incluso medicamentos vitales, son muy caros y están fuera del alcance de los iraníes, ni hablar de los instrumentos musicales. Por lo tanto, también la «Sonata» tuvo que cerrar provisionalmente.
Según los comerciantes del pasaje, los instrumentos se han estado llenando de polvo en la tienda durante semanas porque ya nadie puede comprarlos.
El guitarrista Mahyar había votado por Rohani con la esperanza de que con él podría hacer de su amor por la música su profesión. Sus esperanzas no eran injustificadas. Especialmente después del acuerdo nuclear, el país vivió una época de bonanza. Al disminuir también las restricciones culturales, el joven de 21 años compró con sus ahorros su primera guitarra eléctrica por casi 1000 dólares.
Su sueño de convertirse en el Eric Clapton de Irán no funcionó, pero ganó mucho dinero con actuaciones, por ejemplo tocando música en bodas. Luego vinieron las sanciones de Trump. «Desde entonces, sólo unas pocas familias han tenido el dinero para organizar sus bodas con bandas», dice Mahyar. En lugar de estar en el escenario con su guitarra eléctrica, ahora trabaja como vendedor en un bazar para llegar a fin de mes.
No sólo Mahyar, sino también músicos de renombre como Kaveh Jaghmaei o Kaweh Afagh se ven afectados por las sanciones de Trump. Antes de las sanciones, Jaghmaei incluso había traído músicos de Canadá para sus conciertos en Teherán. La crisis financiera y los altos tipos de cambio han acabado con esta tendencia. En su último concierto se dice que incluso recurrió a su hermana para hacer los coros.
También Afagh se queja de las sanciones. «Todavía hacemos algunos conciertos, las entradas están siempre agotadas, pero nadie sabe lo que pasará dentro de unos meses», dice el músico pop.
Según los expertos, el verdadero alcance de las sanciones estadounidenses a la economía iraní no se hará evidente hasta la primavera. Según los observadores, sólo unas pocas personas podrán pagar las entradas para acudir a un concierto.
El cine y el teatro también están en crisis desde las sanciones de Trump. Ali-Resa Walineyad es uno de los documentalistas más experimentados del país. Durante 25 años ha realizado películas para la televisión estatal iraní IRIB, ministerios y empresas privadas.
«Desde las primeras sanciones (en agosto de 2018) no he recibido más encargos», dice este profesional de 47 años. Las cajas están vacías. Desde el punto de vista financiero, sólo IRIB se está manteniendo a flote, pero según Walinedschad, la emisora estatal sólo está invirtiendo en proyectos de propaganda política.
El teatro intelectual tampoco se libró del efecto de las sanciones. «El arte es como la lluvia, no se puede parar, pero también requiere dinero, y éste es cada vez es más escaso debido a las sanciones», dice el director de teatro Dschaber Ramesani. El presupuesto para cada nuevo proyecto se calcula con un máximo de ahorro en los costes.
La situación es especialmente mala para los artistas jóvenes. «El arte nunca tuvo prioridad para el sistema, y ahora se están añadiendo sanciones y también se están dificultando las iniciativas privadas», dice la actriz de teatro Negin Tabarra.
Según Tabarra, actualmente sólo se invierte en comedias ligeras con actores de renombre. Para proyectos de teatro intelectual y experimental como el de Ramesani, dice, ya no hay ni siquiera productores privados. «Es para llorar… gracias, Sr. Trump», dice la joven de 29 años que ha estado sin trabajo desde las sanciones.
Pero la crítica de los artistas no sólo se dirige hacia Trump y los Estados Unidos. Según muchos de ellos, las inversiones culturales por parte del gobierno también serían factibles en tiempos de sanciones estadounidenses. Pero el régimen está invirtiendo el dinero del petróleo en política exterior y no en cultura.
«Mientras el dinero se destina a los movimientos de liberación árabes y se gastan miles de millones para mantener a alguien como (el presidente de Siria, Bashar) al-Assad en el poder, nosotros (los músicos) nos vemos obligados a tocar por monedas aquí en la calle», dice el músico callejero Bidschan.
Él y su amigo Pejman cantan el número de Pink Floyd «Comfortably Numb» delante de la estación de metro Tayrisch en Teherán. «Todos estamos entumecidos, pero ninguno de nosotros está cómodo», dice Biyan refiriéndose al título de la canción.
Por Farshid Motahari (dpa)
Foto: Farshid Motahari Bina/dpa