(dpa) – Sandalias y calcetines, el símbolo de la paz para la selfie o el famoso monedero colgado del cuello: hay clichés que claramente identifican a los turistas como turistas. Un viaje en algún autobús panorámico es un punto importante en la lista de actividades para descubrir la ciudad. ¿Qué se puede ver de un lugar en uno de estos vehículos de dos pisos?
«No veo nada», comenta una joven a su amiga en el autobús número 100 de Berlín. Durante el resto del viaje, las dos miran sus teléfonos móviles. Columna de la Victoria, Palacio Bellevue, próxima parada: Puerta de Brandeburgo. No es interesante. Ni siquiera toman una foto.
En los años 90 todo era distinto. En ese entonces un viaje en el autobús número 100 era obligatorio para todo visitante de Berlín. Los conductores de esa línea, que pasa por varias de las atracciones turísticas de la capital alemana, eran famosos por sus comentarios graciosos cuando se aproximaban a las paradas. Algunos parecían ser verdaderos guías de turismo.
Hoy los avisos de cada parada están grabados. Después de todo, el autobús número 100 es un autobús de línea aunque al mismo tiempo sea el más clásico entre los autobuses turísticos de Berlín. Ahora esta línea cumple 30 años.
Tras la reunificación alemana, el 26 de noviembre de 1990 comenzó a circular en el transporte público la primera conexión en autobús entre el este y el oeste de Berlín. Una aventura emotiva y a la vez complicada también en cuanto a la organización, dado que a ambos lados del Muro había una red de transporte con sus respectivos horarios, tarifas y autobuses.
«Los choferes con más antigüedad tenían lágrimas en los ojos cuando en el cursillo de formación para conducir el vehículo de dos pisos pasamos por primera vez por la Puerta de Brandeburgo», recuerda Olaf Munzert, que aún sigue al volante para la empresa de transporte público de la ciudad, BVG.
«Durante años fui chofer en el este de la ciudad, a lo largo del Muro, y me había hecho a la idea de que no podría cruzar nunca. Y de repente cruzaba con un autobús de dos pisos por debajo de la Puerta y en 18 minutos llegaba al Jardín Zoológico, en el oeste de la ciudad. Fue grandioso».
La vista en este día, en cambio, es poco atractiva. En algún lugar entre la Columna de la Victoria y el Palacio Bellevue los primeros pasajeros empiezan a limpiar los cristales con las mangas de sus abrigos. Eso lógicamente los descubre como turistas. Los berlineses, de todas maneras, se sientan abajo. Relajados, con un libro o el móvil en la mano.
«Reichstag», el Parlamento, anuncia una potente voz de mujer. En el piso superior se produce algo de movimiento. A más tardar en esta parada bajan muchos visitantes de Berlín, para ver la cúpula de cristal y sacarse una selfie delante de la Puerta de Brandeburgo.
Desde hace 30 años, el autobús número 100 une la estación de trenes Zoo, en el oeste, con la Alexanderplatz, en el este, y es recomendado en todas las guías turísticas. Por 2,90 euros (3,40 dólares), en media hora se pasa delante de emblemas de la ciudad como la Gedächtniskirche (Iglesia en Memoria del Emperador Guillermo), el Reichstag o la Puerta de Brandeburgo.
Pero quien quiera también puede viajar con el billete durante 90 minutos en una misma dirección como en un viaje en un autobús turístico con el principio de «hop-on-hop-off», es decir, bajarse cada vez que lo desee y después seguir viaje en otro bus de la misma línea.
La locura de las selfies era ajena a los pioneros turísticos de los años 90. Entonces el autobús número 100 era la estrella. «A veces pasabas con el autobús por debajo de la Puerta y del otro lado había turistas asiáticos que sacaban su cámara de fotos y te bombardeaban a flashes», recuerda Munzert.
Hoy en día, más de un millón de pasajeros de todo el mundo viaja anualmente con la línea número 100. En la parada, un «hipster» con una cámara retro habla en inglés con un amigo. Un grupo de españoles parlotea. Una pareja con un cochecito infantil deja pasar los siguientes dos autobuses porque no tienen piso superior.
En Berlín no siempre es fácil distinguir a los locales de los turistas. La ciudad está llena de gente de diferentes culturas. Todo aquel que adore los barrios berlineses también sabrá valorar el microcosmos de las paradas de autobús.
Por Mona Contzen (dpa)