París (dpa) – Las riberas del Sena en París se han convertido en el cementerio de patinetes eléctricos y bicicletas de alquiler. Los vehículos se amontonan en la orilla, antes coloridos y brillantes, ahora descoloridos por haber permanecido bajo el agua, cubiertos de barro y algas.
Es evidente que fueron lanzados al río y semanas o meses más tarde fueron «pescados» y puestos en tierra firme de nuevo. Se desconoce quién tiró los vehículos al agua pero la identidad de quién los sacó de ella es mucho más fácil de establecer.
Son los integrantes de una start-up denominada Guppy, fundada por un grupo de estudiantes para retirar del río los numerosos vehículos oxidados que yacen en su lecho.
Sacha Kleynjans, uno de los fundadores de Guppy, asegura que el objetivo de la empresa es mantener el Sena limpio. La firma cuenta con grupos de voluntarios que utilizan cañas de pescar magnéticas para desalojar el río de patinetes eléctricos y bicicletas.
Durante una sesión de esta peculiar pesca realizada a principios del pasado mes de junio, Guppy extrajo un total de 58 patinetes eléctricos, 11 bicicletas, seis barreras metálicas de control de multitudes y dos motocicletas eléctricas.
Pero no sólo la capital francesa padece este problema. Lime, compañía líder en el alquiler de este tipo de vehículos, admite que decenas de sus patinetes eléctricos y bicicletas, tanto en París como en Marsella, han terminado en el Sena y en el Mediterráneo, respectivamente.
Lime asegura que, una vez recuperados los vehículos, los recicla y la mayor parte de ellos pueden ser utilizados de nuevo.
En Marsella, los «trottinettes», como se conocen en francés, a menudo acaban en el mar. En el viejo puerto, los voluntarios tratan de pescar el mayor número posible.
La Sociedad Náutica Coriche es una de las organizaciones que ha llamado la atención sobre el problema que esto supone para la ciudad portuaria del sur de Francia, según el periódico regional «La Provence».
Voluntarios de esta sociedad se han reunido con los operadores de este tipo de vehículos para tratar de encontrar una solución.
Algo similar está sucediendo en otras ciudades europeas. Como Amsterdam, famosa por la cantidad de bicicletas que circulan por sus calles. Allí, las autoridades extraen de los canales entre 12.000 y 15.000 bicicletas al año.
Sin embargo, la mayor parte de los vehículos que terminan bajo el agua no son de alquiler. Las compañías del sector se curan en salud exigiendo depósitos relativamente altos, copias de los documentos de identidad de quienes las alquilan así como tarjetas de crédito.
La mayoría de bicicletas que terminan en los canales están rotas o han sido robadas.
¿Cuál es la dimensión real de este problema? Es difícil decirlo. No suele haber estadísticas sobre el número de patinetes eléctricos y bicicletas de alquiler que circulan por una ciudad.
París fue una de las primeras ciudades europeas en acoger este tipo de vehículos pero no está claro si el problema es más agudo allí que en otras partes.
Y, ¿quién es responsable? De nuevo, nadie lo sabe realmente.
En Marsella, los medios locales culpan a colegiales haciendo el gamberro en su tiempo libre. Según la compañía Lime, la situación en la ciudad portuaria no es peor que en otras ciudades. Es posible que el problema se agrave en determinadas épocas, como durante las vacaciones.
Pero el problema no puede ser causado sólo por jóvenes que se dedican a lanzar bicicletas al agua. ¿Peatones descontentos?, ¿alborotadores sin mayores pretensiones?
El periódico «Libération» incluso ha especulado con la posibilidad de que se trate de empresas rivales que se dedican a tirar los vehículos de la competencia al agua. Pero no hay evidencia de ello.
El hecho de que los patinetes eléctricos y las bicicletas acaben en el agua no es solo pernicioso para las compañías de alquiler sino especialmente dañino para el medio ambiente.
«Las baterías de litio contienen sustancias peligrosas que son tóxicas para el medio acuático», asegura Anita Schmidt, del Instituto Federal alemán para la Investigación y Prueba de Materiales.
La sustancias peligrosas tardan varios años en penetrar la carcasa exterior de la batería pero cuando lo hacen la materia tóxica es filtrada al agua.
«Los vehículos deben ser retirados del agua para proteger al medio ambiente -también de cara al futuro-«, agrega Schmidt.
Ese es también el principal factor que motiva a Guppy. «Es importante que la gente tome conciencia del problema», asegura Kleynjans, quien subraya que el Sena ya estaba contaminado antes de que apareciesen los patinetes eléctricos.
Los «trottinettes» son solo una parte de los diversos objetos que son lanzados regularmente al agua. La comprometida start-up ya está planeando su próxima operación de limpieza.
Foto: Guppy/dpa
Por Julia Naue (dpa)