Cuando ya se empieza a notar la llegada de Bruno, el norte peninsular comienza a prepararse para lo que todos los meteorólogos han ido avanzando los últimos días: vientos, caída brusca – más si cabe – de las temperaturas e incluso nieve.
Bruno no es ningún familiar que haya llegado en estas fechas para pasar la Navidad en casa. No. Se trata de la última borrasca que está comenzando a hacerse notar esta misma tarde por Galicia y que promete sufrirse en prácticamente toda la península durante los próximos días.
Sin embargo, ¿quién pone los nombres y por qué son nombres propios?
Aunque parezca que es reciente, durante cientos de años los nombres de los huracanes o tifones del lado del Pacífico llevaban el nombre del santo del día. Costa Rica puede ser el mejor ejemplo, ya que la memoria lleva a pensar en la devastación que dejó tras de sí el huracán Santa Ana o los dos San Felipe.
El uso de este tipo de nomenclatura, sencilla para la población en comparación con nombres más técnicos o numéricos, hizo que se siguiera este esquema hasta llegar a hoy en día. Era sencillo memorizarlos y relacionar noticias entre sí si estaban vinculadas al mismo proceso meteorológico.
De hecho, buena parte de esta tradición es también consecuencia de los medios de comunicación, que buscaron una forma de, bajo un mismo título, dar un seguimiento informativo a todas las noticias que tuvieran que ver con las borrascas, huracanes, tifones, etc.
Así, siguiendo esta tradición, desde hace años se ha ido poniendo, en orden alfabético y alternando los nombres de hombres y mujeres, nombre a los fenómenos atmosféricos más extremos en todo el planeta, aunque por áreas.
Tal ha sido su efectividad para la población, que este pasado otoño, el equipo del Grupo de Trabajo para la Cooperación entre los Pronosticadores Europeos, organización fundada en 2013 bajo la sigla WGCEF, ha decidido dar un paso más para la unificación de esto en todos los países europeos. Su objetivo, tener un esquema con las nomenclaturas en las alarmas meteorológicas comunitarias a partir del próximo 2019.
De esta forma, si una borrasca de carácter severo afectara a varios países, utilizarían la misma nomenclatura dando un seguimiento informativo en cualquiera de los idiomas de la Unión Europea.
Algo que, según se ha comprobado desde los servicios de países como los del Reino Unido, incide de forma positiva en las precauciones de la población porque se ven identificados con los posibles riesgos al ponerle nombre.
España, Portugal y Francia ya lo tienen unificado tanto este año como el que viene, y para ello hay una lista de nombres que ya ha comenzado a correr. Pero se busca más, se busca en un par de años, que se unifique en el resto de países.
Bruno está aquí, tras Ana. Y a él le seguirán Carmen, David, Emma o Félix durante el 2018.
Y así, hasta dar por concluido el abecedario con Wiam, ya que hay una serie de letras que, por falta de excesiva variedad de nombres, quedan en blanco.