(dpa) – A los padres muchas veces los toma completamente por sorpresa. De repente ya no pueden sentarse junto a su hijo en el sofá porque ya hay alguien ahí. Alguien que no existe. ¿Cómo proceder ante los amigos imaginarios de un hijo? ¿Hay que poner la mesa para ellos, jugar con ellos?
«Sí, ¿por qué no?», dice la pedagoga social Dana Mundt. «Quien acompañe el juego con humor y serenidad muchas veces podrá conocer mucho el mundo imaginario de su hijo», explica.
Es una fase que generalmente desaparece sola
En la mayoría de los casos sólo se trata de una fase en niños de entre tres y cinco años, que desaparece por sí misma otra vez. Muchas veces desarrollan esa idea niños que tienen una fantasía muy intensa y mucha capacidad de imaginación, pero que también son muy creativos y están muy avanzados en el lenguaje.
«Un amigo imaginario no es nada malo en el desarrollo del niño. A través de él los niños pueden, por ejemplo, explorar nuevos límites y reglas», señala Mundt y ofrece un ejemplo. El niño dice: «Pero Robby siempre puede quedarse despierto hasta medianoche».
O quizá el niño justo necesita apoyo de los padres y le resulta más fácil expresarlo así. Un ejemplo sería: «Mi amigo Robby no quiere ir al médico porque le dan miedo las inyecciones».
Nunca decir: «Estás loco»
La aparición de un amigo imaginario también puede verse como una forma de juego que los padres no deberían intentar disuadir. Si reaccionaran con frases como «¡Estás loco!» o «¡Qué tontería!» eso implica que no toman en serio al niño. Eso le transmitiría un mensaje totalmente equivocado. «El niño piensa entonces que no está bien y en el peor de los casos se retrae», dice Mundt.
El amigo imaginario sólo debe empezar a preocupar si la conducta del niño cambia completamente, este se repliega, se aisla cada vez más o incluso se muestra agresivo. Entonces, recomienda Mundt, hay que buscar consejo profesional. Puede ser con un pediatra, un psicólogo infantil o un consejero escolar.