(dpa) – Las pulseras de fitness cuentan los pasos, miden el pulso y a veces registran las distancias y la altura con la ayuda de un GPS y un barómetro.
En general, estas dos últimas características se incluyen en los relojes deportivos que tienen integrado el Sistema de Posicionamiento Global (GPS) o en los relojes inteligentes.
Con estos dispositivos, también llamados monitores de actividad, se pueden monitorear los movimientos personales relacionados con el rendimiento físico y controlar el estado de salud.
Los monitores de actividad están conectados a una computadora o a un teléfono inteligente para el seguimiento de datos a largo plazo.
Los datos recogidos se transfieren, se almacenan y, por lo general, se evalúan. El análisis suele realizarse directamente en la aplicación, pero a veces se encuentran en una página del fabricante, a cuyo servidor se han transferido los datos del dispositivo móvil.
«En mi opinión, una pulsera de fitness debería tener tres funciones básicas: podómetro, cronómetro y monitor de ritmo cardíaco», destaca el matemático Thomas Camminady, del Instituto Tecnológico de Karlsruhe (KIT), quien también utiliza relojes con GPS cuando corre.
El contador de pasos de un monitor de actividad simple sin GPS funciona a través de un sensor de movimiento o aceleración. Son los aparatos más baratos de la primera categoría, que cuestan en promedio entre 100 (108 dólares) y 150 euros (162 dólares).
También hay pulseras de actividad muy baratas que incluyen podómetro y medición de la frecuencia cardíaca por unos 30 euros (32 dólares) y que se pueden usar sin una cuenta de usuario o un smartphone asociado.
El GPS ayuda con la orientación
«Para alguien como yo, que corre regularmente, la función de navegación es muy importante. Por eso elegí un reloj con GPS, que ayuda a la orientación», señala Camminady.
«Si descargué un circuito antes de salir a correr, el reloj comenzará a zumbar para alertarme que debo doblar por alguna calle o cambiar la dirección del recorrido», explica. El precio de este tipo de monitores con GPS va desde los 150 hasta los 900 euros.
Antes de comprar una pulsera de fitness, Camminady sugiere evaluar que uso se le dará y qué funciones debe tener. De lo contrario, el dispositivo terminará pronto en algún cajón.
«Hay que preguntarse por qué hago tal o cual deporte, incluso con una perspectiva a largo plazo, y qué función podría desempeñar un teléfono inteligente o una pulsera de fitness», aconseja el experto Lars Donath de la Universidad Alemana del Deporte (DSHS) en Colonia.
¿Qué uso le puedo dar a una pulsera de fitness?
Donath subraya que en primer lugar hay que ver qué tipo de deporte a uno le gusta.
¿Alcanza con una bicicleta fija en casa o necesito un intercambio social durante la actividad deportiva? ¿Cuáles son mis objetivos concretos? ¿Cuál es la recompensa si he obtenido un logro? ¿Qué funciones de la pulsera pueden ayudarme realmente en mi actividad deportiva diaria?
Según el experto, se trata de acompañar y controlar el proceso individual de entrenamiento con un dispositivo adecuado.
«Cuando el entrenamiento no es tan intenso, una pulsera de fitness alcanza perfectamente», apunta el deportólogo. «Con una pulsera común siempre se sabe cuánto y cuán intensamente se ha ejercitado. En combinación con las aplicaciones eso es suficiente», añade.
Los relojes deportivos y los smartphone a menudo tienen más funciones que las pulseras de fitness: gestionan los planes de entrenamiento, reconocen los ejercicios realizados con aparatos o alertan cuándo es la siguiente sesión de entrenamiento.
«Esas funciones te tienen que gustar porque no todas las personas quieren estar constantemente acompañadas», estima.
La salida de datos es un gran problema
Los datos suelen sincronizarse con el servidor del fabricante o almacenarse en otros lugares a través de una aplicación.
«La salida de los datos de los dispositivos vinculados es, por supuesto, un gran problema», sostiene Donath. Aunque casi nadie lo hace, es esencial leer los términos y condiciones de los fabricantes y proveedores de servicios. Muchas personas se darían cuenta entonces de que a menudo el lugar hacia el que fluyen los datos es muy poco transparente.
Sin embargo, los datos sirven para diseñar servicios útiles para los usuarios. Thomas Camminady indica que algunos proveedores permiten documentar el entrenamiento o las rutas de carrera y ciclismo con fotos, mapas u otra información que se puede compartir con amigos o compañeros de entrenamiento.
«De esta manera, se puede llevar el entrenamiento al ámbito social. Cualquiera puede comparar los datos u obtener ideas para nuevos trayectos», detalla.
Dontah hace hincapié en que un reloj inteligente es definitivamente también un producto de estilo. «A uno le dan ganas de usarlo no sólo para hacer deporte», asegura.
Los dispositivos se parecen cada vez más a los relojes y, por supuesto, también marcan la hora. Además, la recarga de la batería es cada vez más rápida y la precisión de los sensores también mejora constantemente.
«En el futuro los relojes también incorporarán una tarjeta SIM y por lo tanto funcionarán como un teléfono celular autónomo», señala Donath, aunque aclara que ya hay modelos así disponibles en el mercado.
Por Lorena Simmel (dpa)