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  • Viajamos a Berchtesgaden para descubrir sus cinco lagos.

    Baden am Kältepol ? Fünf-Seen-WanderungSCHÖNAU AM KÖNIGSSEE, Alemania (dpa) – El lugar más frío de Alemania es un sitio agradable en verano. Marmotas se tumban al sol en los prados y las rocas. El monte Schottmalhorn se refleja en el lago Funtensee. El guía alpino Eddy Balduin asegura que uno incluso puede bañarse en el agua verde del lago. «17 grados de temperatura quizás». Empapado en sudor tras una larga caminata, uno tiende a creer a Eddy. Sin embargo, después de dos brazadas, uno ya no siente los pies. El lago tenía una temperatura de 12 o 13 grados nomás, dicen más tarde los montañistas, corrigiendo a su guía, durante la cena en el salón del refugio Kärlingerhaus. Nada mal para el lugar más frío de Alemania.

    En el invierno de 2001, la estación meteorológica situada junto al lago midió una temperatura mínima récord de 45,9 grados centígrados bajo cero. Sin embargo, los numerosos excursionistas que visitan la zona no acuden al lago Funtensee para vivir el frío. El Kärlingerhaus está situado arriba del lago, en el cruce de muchas rutas que rodean el monte Watzmann y atraviesan la meseta calcárea Steinerne Meer. Desde el Lago del Rey (Königssee en alemán), pasando por el desfiladero Saugasse, uno sólo necesita medio día para subir al monte. Sin embargo, el trayecto incomparablemente más bonito es la Ruta de los Cinco Lagos.

    La caminata empieza en las primeras horas de una mañana lluviosa en el embarcadero de Schönau, a orillas del Lago del Rey, donde Eddy Balduin ya nos está esperando. Sólo su cabello gris delata que tiene 45 años. Balduin es un fanático de la montaña. «Subo al monte todos los días», dice Eddy. La Ruta de los Cinco Lagos la recorre solo en poco más de cuatro horas. Con los excursionistas necesita dos o tres días para cubrir el trayecto.

    El bote eléctrico atraviesa el lago zumbando. Desde el embarcadero Salet, la ruta pasa por el lago Obersee hasta la Cascada de Röthbach, la más alta de Alemania, con una caída vertical de 470 metros. Un camino empinado sube a un lado de la cascada. Cuanto más se sube, más impresionante resulta la vista panorámica mirando hacia atrás. Delante está el Obersee, detrás el Lago del Rey y sobre ambos el monte Watzmann.

    Arriba, el camino paso por un bosque frondoso. Entre los troncos crecen helechos y calabaceras. Todo este esplendor verde se debe a la piedra caliza, que absorbe enormes cantidades de agua, como si fuese una esponja, explica Balduin.

    En los Alpes de Berchtesgaden hay cinco parejas de águila, dice Balduin. Para criar un polluelo tienen que matar a 30 hasta 40 marmotas. «Tan sólo por esta razón tiene que haber muchas marmotas en el parque nacional». La administración del parque también planea liberar linces nuevamente para frenar el crecimiento de la población de venados.

    El refugio Wasseralm, donde la excursión hace una parada de mediodía, está rodeado de praderas floridas. «Estos son acónitos azules y amarillos. Ambos son muy venenosos», explica Balduin. «Y esta planta se llama satirión. Es una de las 54 especies de orquídeas en el parque nacional».

    Sin embargo, los más bonitos son los laureles rosas de los Alpes, que en todas partes salen de las grietas en las rocas y que acompañan a los excursionistas a lo largo del camino que sube al mirador del monte Halsköpfl y después, cuesta arriba, cuesta abajo, hasta los lagos Schwarzsee y Grünsee y en el último tramo, por la escalera que conduce al refugio Kärlingerhaus.

    En la terraza del refugio, que ofrece una amplia vista panorámica del valle del lago Funtensee, Balduin explica el fenómeno del frío polar en los Alpes alemanes. En invierno, el aire frío baja a la hondonada y durante dos meses y medio el sol no sube lo suficientemente sobre la montaña adyacente para llegar al lago. Entonces, la temperatura cerca de la superficie del lago puede llegar a ser 27 grados más fría que en el Kärlingerhaus, que sólo se encuentra 37 metros por encima del lago.

    En la mañana del día siguiente, Balduin lleva al grupo de excursionistas al lado este del lago hasta el Teufelsmühle, la única salida subterránea del lago. En medio del silencio se puede oír el murmullo del agua en la profundidad. Setecientos metros más abajo y a una distancia de 2,5 kilómetros, el agua sale otra vez de las rocas para convertirse en el arroyo Schrainbach.

    Tras un descenso de poco más de dos horas por el desfiladero Saugasse, los caminantes llegan al arroyo y poco después vuelven a ver por entre los árboles el agua resplandeciente color turquesa del Lago del Rey. Ya no falta mucho para poder disfrutar de un baño como recompensa por el esfuerzo. Esta vez, la temperatura del agua sí es de al menos 17 grados.

    INFORMACIÓN BÁSICA: Ruta de los Cinco Lagos.

    Cómo llegar: Desde Múnich, el tren lleva al turista en dos horas y media a Berchtesgaden. De la estación salen autobuses al Lago del Rey.

    Cuándo viajar: La Ruta de los Cinco Lagos se puede recorrer de mediados de mayo a mediados de octubre.

    Caminar: la Ruta de los Cinco Lagos es una excursión guiada que ofrece, sin coste alguno, la región turística de Berchtesgaden-Königssee. Normalmente, dura dos días. Las familias y las personas no entrenadas también pueden hacer la excursión en tres días.

    Alojamiento: En el refugio Kärlingerhaus pueden dormir hasta 220 montañistas. De mediados de junio a fines de septiembre es necesario hacer una reserva. Para una habitación hay que hacer la reserva hasta ocho semanas antes.

    Lo mejor es reservar entrando a la página web http://www.kaerlingerhaus.de/kontakt.php. .

    En el refugio Wasseralm hay lugar para hasta 54 excursionistas. Para registrarse hay que llemar a los números 08652/601 99 02 (cabaña) o 08652/98 58 02 (valle) o escribir a la dirección monikabgl@web.de.

  • Los diez paseos más bonitos de país.

    Afromarkt und Notre-Dame-Die zehn schönsten Spaziergänge in ParisPARÍS (dpa) – El callejear tiene una larga tradición en París. Por supuesto que también en metro se puede ir muy bien de la Torre Eiffel a Montmartre y de allí a la Bastilla. Sin embargo, al viajar en metro se le escapan a uno los muchos detalles que hacen de la capital francesa una ciudad tan encantadora. Hay innumerables rutas para reconocer París a pie. He aquí una selección de los diez paseos más bonitos.

    – Quien quiera descubrir el núcleo histórico de la ciudad debería comenzar el paseo en las dos islas del Sena. En la Ile de la Cité se encuentra la catedral de Notre Dame, una obra maestra del gótico. La vecina isla de Saint-Louis es uno de los mejores lugares para hacer picnic en París y disfrutar de una linda vista del coro de la imponente catedral.

    – Actualmente, Le Marais se conoce sobre todo como el barrio gay de País, con muchos bares y tiendas de lujo. Sin embargo, si uno se fija bien al pasear por el barrio, descubrirá también muchas huellas del pasado judío: una sinagoga con fachada estilo moderno, tiendas de productos alimenticios exclusivamente destinados a los judíos y placas que recuerdan la deportación de escolares judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

    – Para dar un paseo por el cerro de Montmartre conviene ponerse zapatos cómodos, porque este barrio está lleno de callejones empinados. La plaza situada frente a la basílica del Sagrado Corazón ofrece una magnífica vista de la ciudad. Sin embargo, la enorme concurrencia de turistas, vendedores de souvenirs y artistas callejeros rápidamente comienza a molestar. Más bonita es la parte occidental del cerro con sus pequeñas casas y fachadas cubiertas de hiedra.

    – Una marca en el empedrado es lo único que recuerda el lugar donde se alzaba la Bastilla, la cárcel que fue asaltada por los revolucionarios franceses el 14 de julio de 1789. Sin embargo, vale la pena dar un paseo por el barrio de la Bastilla por los numerosos patios traseros, donde en el pasado trabajaban sobre todo ebanistas. Aquí también se encuentra el Marché d’Aligre, uno de los mercados de verduras más pintorescos y concurridos de París

    – En la orilla izquierda del Sena uno puede seguir las huellas de los romanos, desde las termas junto al Museo Cluny hasta el Anfiteatro. Desde allí vale la pena hacer una visita al Panteón, que en el pasado servía a veces de iglesia y otras veces de mausoleo.

    – Una gran ventaja de París es que la ciudad permite descubrir incluso otros continentes. Muy cerca de la estación Gare du Nord se encuentra el barrio tamil con su gran variedad de especias exóticas, tiendas de sari y estatuillas multicolores de dioses. Y sólo algunas calles más adelante uno tiene la sensación de estar en África.

    – Si hace buen tiempo, vale la pena dar un paseo por el Canal Saint-Martin y hacer un picnic bajo la sombra de los plátanos. A orillas del canal y en las calles adyacentes hay muchos cafés bonitos y tiendas de baratijas curiosas.

    – En el bulevar Saint-Germain y sus alrededores el panorama está dominado por parisinas con elegantes zapatos de tacón alto; en otoño, a los señores les gusta vestir chaquetas acolchadas de color azul oscuro.

    – Bling Bling: Con este término los franceses se mofaban del afán de lujo del ex presidente Nicolas Sarkozy. Bajando por la Rue du Faubourg Saint-Honoré desde el Palacio del Elíseo, la sede de la presidencia francesa, faltan ojos para mirar tantos escaparates de las boutiques de lujo.

    – Uno de los barrios más bien desconocidos de París, pero que vale la pena descubrir, es la Villa Mouzaia con sus pequeñas casitas y jardines llenos de plantas y árboles. Muy cerca se encuentra el parque Buttes Chaumont. Para los andorreros, este es el lugar ideal para terminar el día y estirar las piernas cansadas, por ejemplo en la terraza del café Rosa Bonheur.

  • Destino el Kilimanjaro, una aventura inolvidable.

    Nicht nur für gut Betuchte: Kilimandscharo auf die günstige TourARUSHA (dpa) – Un mapa cuelga de la pared del «Kibo Hotel». Un círculo rojo encierra a Tanzania, Ruanda y Burundi. Abajo hay una leyenda que dice «África Oriental Alemana – 1889». No podría haber un lugar más apropiado para esta reliquia del sueño de potencia mundial de Alemania que este hotel colonial situado en una pendiente del Kilimanjaro. Arriba de las ventanas con travesaños blancos cuelgan de la pared calaveras de búfalos y gacelas, escudos masáis y hachas de montañistas. Hay una foto de Hans Meyer, quien fue el primero en subir a la montaña más alta de África, en el año 1889.

    El Kilimanjaro es una leyenda. Miles de montañistas vuelan todos los años a Tanzania para escalar esta montaña. Una excursion hasta el Peak Uhuru, tal como se llama la cima de 5.895 metros desde la independencia de Tanzania, cuesta unos 1.000 euros (1.300 dólares). El precio incluye la entrada al parque nacional, las guías y los ayudantes. Quien esté dispuesto a renunciar a una foto en la cima puede optar por una caminata por la montaña, sin dolores y casi gratis. Simplemente hay que subirse a un «dala dala» (minibús) en Moshi con destino a Marangu. Esta aldea de montaña está situada a sólo 40 kilómetros de Moshi, pero el viaje dura dos horas.

    Aquí, a una altura de 1.400 metros, comienza la excursión más popular al Kilimanjaro, también llamada «ruta de Coca-Cola». Poco antes de llegar a Marangu, un hombre que viaja en el minibús ofrece sus servicios como guía. El minibús atraviesa plataneros. En la sombra de los plátanos crecen cafetos. «Normalmente, tenemos dos cosechas al año», dice el guía, Ludwig Tilya, de 38 años. «Sin embargo, si llueve poco, como en los últimos años, sólo hay una cosecha».

    Los campesinos se dedican al cultivo ecológico, por pura necesidad, porque los pesticidas son demasiado caros. Para erradicar a los escarabajos y otros parásitos utilizan una mezcla de ceniza, pimienta y agua con la que rocían las hojas. Tilya habla un inglés bastante aceptable. En el pasado trabajó de ayudante de montañistas. Con su sueldo compró un radio, revistas inglesas y un diccionario. «Aprendo mucho escuchando música inglesa», dice Ludwig.

    El guía conoce muy bien la selva de la montaña. Explica las diferencias de canto entre la nectarinia y el ruiseñor y muestra una acacia que sólo crece en el Kilimanjaro. Luego arranca un par de hojas y explica el llamado oráculo de Yucca. «Los ancianos saben cómo resolver un problema en la familia estudiando el punto de rotura de dos hojas», dice Ludwig. «Sin embargo, los jóvenes no saben nada de este ritual. Cuando mueran los viejos, tendremos problemas».

    El camino termina en una quebrada. A partir de aquí un sendero empinado conduce a las cascadas Ndoro, que vierte sus aguas a una piscina natural dentro de la selva húmeda. El primer nivel de la cascada tiene una altura de 95 metros y los otros dos 28 metros. Cientos de flores de catalpa se inclinan sobre el río Moonjo. Un tapiz de plantas trepadoras y musgo cuelga de la pared de una roca. A veces hay más de 30 turistas bañándose y haciendo picnic aquí, relata Ludwig.

    En el camino de regreso Ludwig se dirige hacia una fortaleza subterránea de los chagga. Esta etnia orgullosa lleva siglos viviendo en las pendientes del Kilimanjaro. En el pasado, cuando se secaba la planicie, los masái subieron al altiplano y robaban el ganado. Para defenderse, los chagga excavaban grandes cuevas artificiales. Pasillos estrechos conducen al interior de la tierra. «Esta es la cueva de la emboscada», dice Jaqueline Shuma, que vive en la región. «Si las personas que se metían en la cueva no conocían la contraseña, los chagga las mataban con sus lanzas».

    A cuatro patas llegamos a la cocina y al dormitorio de las mujeres y los niños. «Aquí dormían entre 15 y 20 personas», dice Jaqueline. La cueva mide unos cuatro por tres metros. Los turistas respiran aliviados cuando vuelven a la superficie. Y durante el regreso observan fascinados cómo el Kilimanjaro aparta su velo de nubes para resplandecer en la luz del sol poniente.