(dpa) – Salir corriendo a una reunión, atender el teléfono en el camino, por la noche echar un rápido vistazo al correo. Muchas personas están permanentemente bajo estrés en su vida cotidiana. La palabra clave para llevarlo lo mejor posible parece ser la atención. Pero, ¿qué hay detrás de eso?
Mathias Gugel, que trabaja de entrenador de la atención, señala: Un manejo atento de uno mismo puede mitigar los síntomas y las molestias del estrés. Claro que hay que aprender cómo hacerlo.
¿Qué es la atención?
Mathias Gugel: La atención es una postura abierta y no valorativa en la vida de momento a momento. Si estoy atento, percibo más claramente qué está teniendo lugar en mí y en mi entorno sin valorar de inmediato esas experiencias, tampoco las negativas. Así puedo aprender a manejar mejor el estrés y otros inconvenientes y tomar decisiones conscientes. Sin caer en los comportamientos habituales, que pueden generar más estrés.
¿Por qué actualmente se habla tanto de la atención?
Gugel: Es verdad que la atención es tendencia. A mis cursos llegan tanto estudiantes como adultos mayores. Todos padecen de cierta tensión psicológica y quieren realizar algún cambio en su vida. Considero que esta demanda de atención es una tendencia que se da como contrapartida a la condensación del trabajo o a la avalancha de estímulos e información que recibimos.
Practicar la atención nos puede ayudar a desarrollar la serenidad y la paz interior en un mundo que muchos experimentan como acelerado e inseguro. Sólo con el teléfono móvil ya tenemos la posibilidad ed distraernos permanentemente. Y lo hacemos. Cuando debemos esperar el tren tres minutos, automáticamente miramos la pantalla del móvil.
Esta dispersión tiene efectos sobre el espíritu, el cerebro y el bienestar. Nos damos cuenta de que eso no nos hace felices de manera permanente.
¿Cómo puede actuar la atención en contra de eso?
Gugel: A través de la atención aprendemos que podemos percibir de manera consciente nuestras costumbres y modificarlas. Reconocemos cómo estamos hechos y así podemos desarrollar la libertad de elegir conscientemente momento a momento. Desde las cosas pequeñas de la vida como la pregunta: ¿Necesito una breve pausa? Hasta las grandes cuestiones como: ¿Qué valores defiendo en realidad y de qué personas me quiero rodear?
Claro que este cambio no se produce de la noche a la mañana. Debe ser entrenado por un tiempo, alrededor de entre ocho y doce semanas. Sin ese entrenamiento, mantenemos nuestras costumbres anteriores y las repetimos una y otra vez. Eso está en la naturaleza de nuestro cerebro. Es modificable, pero requiere tiempo, es decir, un proceso de aprendizaje.
¿Cómo se puede entrenar la atención?
Por un lado, con ejercicios concretos de atención como meditaciones con respiraciones o caminando, para las que uno se guarda determinado momento al día, casi como un cepillado de dientes para el alma. Por el otro, implementando pequeños ejercicios de atención en la vida cotidiana, de manera que se conviertan en costumbre.
Un ejercicio genial, por ejemplo, puede ser la ducha. O sea, una actividad que en general resolvemos rápidamente mientras pensamos en cosas pendientes del día. Si nos concentramos en sentir el agua caliente y en oler el aroma del jabón y el champú, la ducha se vuelve una experiencia sensorial y, por lo tanto, un ejercicio de la atención.
Aun cuando al principio quizá nuestra atención se distraiga tras pocos segundos y nuestros pensamientos se desvíen hacia otra cosa, ni bien nos damos cuenta de eso, volvemos a prestar atención. En el próximo paso, dirigimos nuestra atención de manera amable otra vez a la experiencia sensorial. Así podemos entrenar la atención como un músculo.
Por Natalie Skrzypczak (dpa)