Aunque llevamos un tiempo sin poder viajar con libertad, siempre podemos dejar volar la imaginación gracias a las obras firmadas por los grandes pintores. Esos viajes que cambiaron sus vidas, o al menos que les aportaron una visión diferente a la misma, suelen estar representados en sus obras en forma de lugares muy reconocibles.
Estas piezas de arte nos muestran esos rincones que supusieron una parte importante en su vida y han representado un avance en el desarrollo de su carrera. Gracias a sus pinceladas descubrimos lugares a los que podemos acercarnos hoy, compararlos con cómo lo vieron ellos y sentir esa fuerza transformadora que influyó en su obra.
Van Gogh y El puente de Langlois en Arles (1888)
A los 31 años Vincent Van Gogh abandonó Holanda y se asentó en Francia. En 1888 llegó a Arles y comenzó a pintar paisajes, enamorado de sus campos en flor. Fueron 14 lienzos los que recrearon esta bella población gala y en alguno de ellos aparecía el puente de Langlois. Esta fue una etapa que le permitió sentir la luz de una manera especial y que marcó su vida y su obra.
Henri Matisse y Café árabe (1913)
Buscando un exotismo que París parecía haber perdido, Henri Matisse viajó hasta Marruecos para encontrar eso que le faltaba en su ciudad. Viajó en dos ocasiones, 1912 y 1914 y se sumergió en la cultura marroquí, no sin tener algún choque cultural. De esos viajes llegaron obras que recreaban la vida cotidiana de los marroquíes. Esta obra representa a un grupo de hombres tomando un café en Tánger. Un retrato costumbrista con la paleta de colores del pintor que recrea el ambiente de este país.
Paul Gauguin y La semilla del Areoi (1892)
A diferencia de los dos autores anteriores, Gaugin no encontró lo que buscaba en su viaje por Tahití. La creciente colonización occidental estaba eliminando toda la esencia de la cultura del país. Por este motivo, buscó mantener esa esencia recreando el pasado y el presente en sus obras. Estas tenían su nombre en el idioma local; este cuadro se llama realmente Te aa no areois y es parte del legado que surgió de este intenso viaje por Asia.
Edward Hopper y Gas (1940)
El estadounidense Edward Hopper se sintió solo y abandonado en medio de la sociedad estadounidense. Así que decidió subir a su coche y recorrer las vastas carreteras de su país. En muchos rincones de ellas había una imagen que representaba esa soledad imperante en toda la nación, así que fueron el argumento de mucha de su obra, como esta solitaria gasolinera en medio de ninguna parte.
Gracias a estos autores y sus cuadros, podemos entender muchas de las sensaciones que experimentaron en esos viajes y que fueron fundamentales para descubrir la vida y sus paisajes. Encontramos en ellos, además, un recuerdo de esos viajes que podemos haber hecho o que queremos realizar algún día, para descubrir esas mismas sensaciones.