Fort Meade (EEUU), 26 oct (dpa) – Entre los vaivenes del juicio a los cinco hombres acusados de haber urdido los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, ha surgido ahora el enigma del destino de unos laptops puestos a disposición de los sospechosos.
Años después de que Jalid Sheij Mohamed y los cuatro coacusados fueran capturados por las fuerzas de seguridad de Estados Unidos y enviados a la prisión militar norteamericana en Guantánamo, en Cuba, cada uno de los ellos recibió un laptop para que comenzaran a preparar su defensa.
La causa contra los cinco hombres sufrió tropezones cuando el gobierno de Estados Unidos creó un sistema para enjuiciarlos que luego descartó para establecer un nuevo sistemo conocido como Comisiones Militares.
Los laptops, que no tenían conexiones de datos con el mundo exterior, fueron entregados en 2008, cuando estaba en vigor el primer sistema, recordó el viernes el fiscal Robert Swann durante una vista previa al juicio en Guantánamo, que fue monitoreada por algunos medios que tuvieron acceso al circuito cerrado entre Guantánamo y la base militar de Fort Meade, estado de Maryland.
«Yo estaba aquí en esta sala en 2008 y acepté la entrega de portátiles a cada una de esas personas», dijo Swann. «Se los llevaron al interior del centro de detención», agregó.
Sin embargo, cuando se eliminó ese sistema de enjuiciamiento, en enero de 2010 les quitaron los laptops a los acusados y fueron guardados en un lugar secreto investigarlos posteriormente, explicó Swann.
El fiscal aseguraba que hasta la semana pasada no sabía qué había pasado con los portátiles y no sabía dónde estaban guardados. El juez, coronel James Pohl, aceptó que las computadoras fuesen entregadas, bajo ciertas condiciones, a los abogados de la defensa, que tenían mucho interés en acceder a ellas, ya que contienen relatos escritos de primera mano por sus mandantes sobre su traslado desde el exterior a Guantánamo.
Sin embargo, no está claro hasta qué punto pueden ser útiles esos relatos en la sala del tribunal cuando comience el juicio, en enero de 2015 como muy pronto o uno o dos años más tarde.
Ello se debe a que los testimonios personales de los sospechosos de terrorismo sobre la supuesta aplicación de torturas y otros abusos han sido clasificados como secreto por funcionarios de seguridad estadounidenses, quienes alegan que los relatos suponen una amenaza a la seguridad nacional, por lo que podrían no ser entregados a los abogados de la defensa.
Sin embargo, incluso el juez Pohl, quien intenta mantener un equilibrio entre la necesidad de proteger la seguridad nacional y los derechos de los acusados, admitió que era hasta cierto punto absurdo clasificar como secreto los escritos de los sospechosos.
Swann, sin embargo, insistió en que los abogados de la defensa pudieron haber metido en los laptops ciertas cosas que deberían mantenerse en secreto, «digan lo que digan».
El juez Pohl dictaminó que los laptops deben ser guardados en un lugar central seguro en Washington, donde los abogados de la defensa estarían obligados a compartir con sus mandantes solo material no clasificado en forma de impresos que tendrían que ser examinados por funcionarios de seguridad en el centro de detención de Guantánamo.
Independientemente de las restricciones a que sean sometidas las informaciones, el abogado David Nevin, quien defiende al autoproclamado «cerebro» de los ataques del 11-S, Jalid Sheij Mohamed, dijo que le gustaría recibir ese material.
El juez Pohl señaló que todavía queda por saber qué pasó con las computadoras durante los tres años en que estuvieron intervenidas. El abogado Nevin y su colega Cheryl Bormann, que representa a Walid bin Attash, subrayó la importancia de averiguar quién tenía acceso al material durante ese tiempo.
Parece que los laptops «han llegado a una sección del gobierno que está llevando a cabo una investigación», afirmó Nevin.
Por Pat Reber