Roma, 30 sep (dpa) – El primer ministro italiano, Enrico Letta, no se da por vencido tan fácilmente: tras el anuncio de dimisión de cinco ministros del Pueblo de la Libertad (PdL) de Silvio Berlusconi, quiere salvar el gobierno con diputados disidentes de ese partido de centro-derecha.
«Espero que una parte de quienes han apoyado el gobierno hasta ahora digan: ‘No estamos de acuerdo con esta desintegración'», dijo al tiempo que anunció para el miércoles una decisiva cuestión de confianza ante el Parlamento. Con ello, Letta querría provocar una división del PdL y ganar tiempo, comentaba hoy el diario «La Stampa».
Letta no da por sellado el destino de su gobierno de sólo cinco meses de vida y lucha por mantenerlo a flote. Por eso no dimitirá y jugará todas sus cartas en la cuestión de confianza en el Parlamento. De esta manera, el espectacular paso de Berlusconi, de intentar hacer caer la gran coalición de gobierno de Letta, como ya hiciera con la de Mario Monti, podría tener un efecto búmeran para «Il Cavaliere».
El ex primer ministro pretende forzar la convocatoria de nuevas elecciones y obtener un mejor resultado, pero no sólo los ministros del gobierno de Letta a los que obligó a dimitir están en contra de la celebración de nuevos comicios. Tampoco los quiere el presidente italiano, Giorgio Napolitano, quien vuelve a tomar las riendas tras la crisis de gobierno.
Berlusconi, de 77 años, la figura central desde hace casi dos décadas de los conservadores italianos, no se ha pronunciado todavía. Totalmente acostumbrado a dar órdenes sobre la democracia interna del partido y a ser obedecido a ciegas, ahora parece estar ante el caos: su partido PdL amenaza con una división o incluso con su desmantelamiento.
Un nuevo partido de derecha moderada parece posible. Y Letta podría contar con el apoyo de los tránsfugas del campo de Berlusconi. «El mundo de Berlusconi nunca se había embrollado tanto con Berlusconi», describía el diario turinés «La Stampa» el caos político actual.
Tras idas y venidas durante semanas Berlusconi intentó imponer la posición de los halcones en su partido, frente a quienes abogaban por una posición más centrista, pero se encontró con la resistencia de Letta, de 47 años, que quiere seguir al frente del gobierno al menos hasta 2015.
«La mayoría de los electores del PdL quieren que este gobierno continúe», dijo. Y es que el país golpeado económicamente necesita con urgencia estabilidad política y una reforma electoral, no un bloqueo político que pueda ser castigado por las Bolsas.
Y Letta tiene un aliado en el Palacio del Quirinal en el que puede confiar: Napolitano, de 88 años, que continúa ejerciendo la jefatura de Estado pese a que hace tiempo debería estar jubilado. En las crisis de los últimos años fue acumulando más poder en sus manos y ahora quiere intentar continuar con el gobierno. «Sólo quiero ver si es posible continuar este periodo legislativo», dijo, aunque ya tendría un plan B.
Si Letta perdiera el miércoles la cuestión de confianza, este bloqueo ya habitual en Italia volvería a poner el poder en sus manos: y Napolitano no quiere nuevas elecciones sin haber aprobado antes una reforma electoral.
Lo más probable es que pusiera en marcha un gobierno de transición bajo la dirección del ministro de Economía Fabrizio Saccomanni o el ex jefe de gobierno Giuliano Amato.
De temperamento optimista, Letta parece creer solo en un milagro. «Sin polémicas, sin negociaciones políticas, no soy un tipo para esto». Porque Letta prefiere presentarse a una votación limpia antes que disuadir a Berlusconi con concesiones o permanecer a cualquier precio como primer ministro en el Palazzo Chigi.
«El primer ministro empieza a creer que ese muro Berlusconi que se desmorona poco a poco puede colapsar realmente», concluía hoy el diario liberal de derechas de Milán «Corriere della Sera».
Pero Berlusconi ya dijo anoche que no cree en un gobierno de transición «con tránsfugas» y dijo que los electores italianos no se merecen «un partido de traidores».
Por Hanns-Jochen Kaffsack