La lucha por la igualdad de géneros es tan antigua como difícil, mujeres de todo el mundo llevan siglos levantando sus voces para generar cambios en la sociedad con una simple exigencia: igualdad.
La exigencia parece simple, igualdad de derechos y oportunidades que le garanticen a la mujer la posibilidad de desenvolverse en una sociedad que no la discrimine en ningún sentido por su sexo. Sin embargo, a pesar de la simplicidad de la propuesta, este es un tema que al parecer avanza lentamente, dar a las mujeres los mismos derechos que a los hombres amerita un cambio social y cultural que no todos están dispuestos a hacer.
Por tal razón, las sociedades modernas, después de décadas de lucha por la igualdad de género, continúan reportando altos porcentajes de actos discriminatorios e incluso abusivos hacia las personas de sexo femenino.
Este problema se ve con mayor preocupación en los países de Sudamérica, donde, tal y como lo reseña Latinwomen, el cuarenta por ciento de las mujeres es víctima de violencia y discriminación de género.
Este problema parece tener múltiples causas, donde las más resaltantes son la cultura y la educación. En Latinoamérica culturalmente se considera a las mujeres como débiles y su sexualidad se ha cosificado en mayor porcentaje que en otras regiones del mundo como Europa o América del Norte.
Otro factor fundamental en este fenómeno es la educación, se necesita en estos países un sistema educativo que revalorice profundamente a la mujer como igual al hombre, que inculque valores humanos de respeto y solidaridad.
Pero más allá de la responsabilidad de los Estados en materia de protección a las mujeres, se trata de generar un cambio de paradigmas que establezca bases para una sociedad de respeto.
El acoso sexual, la violencia de género, el abuso laboral, el acoso en las calles e incluso el femicidio, son producto de una sociedad enferma que educa a los hombres en su niñez para que vean a la mujer como un bien susceptible de ser poseído, ignorando su individualidad, su integridad y autonomía.
Esto trae como consecuencias adultos incapaces de mostrar respeto a personas del sexo femenino, lo que posteriormente produce situaciones de violencia contra las mujeres sudamericanas, una violencia que, además, se encuentra frecuentemente dentro de sus círculos sociales y familiares.
Cada vez es mayor el número de víctimas graves e incluso fatales por razones de género y la solución depende de todos, por lo que activistas siguen aportando por un cambio paradigmático que reivindique a la mujer como partícipe de una sociedad igualitaria.