La desestimación ignara de subestimar a la poesía como forma de arte y como método de enseñanza es funesta. Hoy en día, escribir poesía o tan sólo leerla, se ha ido convirtiendo en una práctica obsoleta.
Lo veo en el día a día, cuando las personas entran a comprar un libro en cualquier librería, la sección de “poesía” es quizás una de las menos visitadas. Y es que actualmente la fascinación y el reconocimiento de la escritura pareciera concentrarse sólo en el género novelístico. Puedo exponer, desde mi perspectiva absolutamente subjetiva, que leer poesía, escribirla y conocer un poco de su historia, no sólo es enriquecedor a nivel cultural, sino que es un método maravilloso para ampliar nuestro lenguaje, para desarrollar a gran escala nuestra creatividad, para desplegar nuestra capacidad de respuesta y la facilidad con la que nos “defendemos” a la hora de expresarnos.
Como bien lo enuncia la escritora Dana Gioia en su libro: “¿Importa la Poesía?” la poesía pertenece hoy en día a una “subcultura” ya que ha dejado de ser parte de la corriente principal de la vida artística e intelectual para convertirse en la ocupación especializada de un grupo relativamente pequeño y aislado de personas. Como categoría social los poetas no carecen de prestigio cultural, pero, como artistas individuales son casi invisibles.
Y la pregunta es: ¿por qué?
La variedad de razones es tan amplia e intrínseca como la poesía en sí misma. Sin embargo, tengo la ligera sensación de que el lector promedio de nuestro tiempo desprestigia la poesía y cavila (quizás de manera inconsciente) que es un oficio “pasado de moda”. Y mientras esto ocurre, justo en el momento en el que la energía de la poesía va perdiendo ese vigor que hasta hace algunos años se derramaba en la sociedad, quiero atreverme a mencionar algunos de sus beneficios.
Para empezar, de manera general, leer y escribir constantemente, nos ayuda a entrenar nuestra capacidad de atención de manera sistemática y a experimentar momentos de concentración ingenua y extraordinaria. No obstante, el arte de la poesía va más allá de esto.
El escritor americano John Coleman, escribió un artículo denominado: “Los beneficios de la poesía para Profesionales”, en el que asegura que la poesía puede enseñarnos a simplificar la complejidad, ya que, nos hace encontrar paralelismos que se pueden asociar a su vez con otras ideas, y, por lo tanto, leer y escribir poesía funciona para entrenar la capacidad de conceptualizar mejor el mundo y comunicarlo.
Además, Coleman, indica que mediante la lectura y/o escritura constante de poesía una persona puede desarrollar un sentido más agudo de la empatía, puesto que, mediante esta forma de arte se exploran sentimientos propios, pero también ajenos, y la mayor parte de los poetas se centran intensamente en la comprensión de la gente que está a su alrededor.
Es decir, en palabras simples, podríamos decir que el “acercamiento” a la poesía puede ayudarnos a ver el mundo desde una perspectiva mucho más sensible. Y acaso, ¿no es esto algo increíblemente necesario en el mundo en el que vivimos hoy? Entiendo que mi criterio pueda parecer excesivamente “romántico”, pero es que precisamente, vivimos inmersos en un mundo donde las causas justas, los romanticismos, la sensibilización ante los problemas ajenos se ha ido desvaneciendo paulatinamente y cada vez estamos más distraídos y desenfocados de la verdadera esencia del ser humano. Vivimos en una sociedad tecnológica, que quizás en algunas décadas, sea dominada por robots, en donde las artes en su esencia más pura, como la poesía, la pintura y tantas otras, ya no tendrán cabida a nivel emocional.
Creo que es importante que, en los colegios, incentiven a los niños desde muy pequeños a leer poesía. Hay cosas que simplemente nunca pasan de moda. Y verdaderamente, sólo la extensión de vocabulario que puede desarrollar una persona al leer poesía es incalculable y ya por ello, vale la pena intentarlo.
Igualmente, según John Coleman, leer y escribir poesía expande la creatividad. Una persona en contacto inquebrantable con ella, es capaz de generar soluciones perspicaces y navegar en entornos donde los datos no son suficientes para encontrar respuestas.
Por lo tanto, la poesía es un instrumento muy valioso para el desarrollo personal y profesional de los seres humanos, no es una práctica añeja de los antiguos romanos, es un arte con una belleza y unos beneficios apreciables.
Lamento profundamente que el boom de la poesía constituya hoy en día un fenómeno penosamente aislado y que el público de poesía haya disminuido de forma tan evidente. Tal como afirma la escritora Dana Gioia, “para la mayoría de los periódicos y revistas, la poesía se ha convertido en una mercancía destinada menos a leerse que a ser reconocida con aprobación. La mayoría de los editores publican poemas y reseñas de poesía del mismo modo en que un granjero de montaña tendría unos cuantos bisontes, no para comerse a las criaturas en peligro sino para exhibirlas en favor de la tradición”.
Quizás ya sea hora de recuperar esta “antigua tradición de la época de las cavernas”, en donde, algunos “letrados” lograban a través de la poesía despertar las emociones más recónditas en los lectores y encender esa sensibilización que nos adentraba en un mundo más humano, más real y genuino.
“El corazón se nos quiebra cuando vemos tantos poemas juntos amontonados como afligidos inmigrantes de tercera”, dice Dana Gioia. Quizás sea el momento de recuperar la lectura de poesía e incentivar su importancia en la sociedad en la que nos movemos hoy en día. Las futuras generaciones lo agradecerán.
S.A.P