(dpa) – Lo que en la región alemana de Siegerland se recuerda como un acto pionero que hizo historia fue en realidad más bien un fracaso: el primer «autobús» a motor del mundo, que circuló por primera vez hace 125 años entre varias localidades de esta zona próxima a los Países Bajos, falló constantemente.
Los pasajeros no solo tuvieron mala suerte, sino que además acabaron empujando el vehículo por las carreteras enlodadas que unían las localidades de Netphen y Siegen, ambas cercanas a la ciudad de Colonia. Aquel servicio que acabaría siendo revolucionario apenas duró nueve meses.
El investigador aficionado Wilfried Lerchstein cuenta todo esto de una manera muy vívida. Durante años ha estado indagando en la historia de Siegerland, la comarca que rodea la ciudad de Siegen, en el estado federado de Renania del Norte-Wetfalia. Lerchstein también ha contribuido a numerosas investigaciones históricas de la región.
El investigador aficionado de 62 años enumera cuántas buenas ideas nacieron de la necesidad del autobús a motor. En su opinión, los empresarios de la región eran muy inventivos y cosmopolitas. Lo que realmente querían era una conexión ferroviaria, pero la planificación del tráfico de las autoridades prusianas de la época les dejó relegados.
Aquellos hombres de negocios se esperanzaron con las ideas de su habilidoso compatriota Carl Benz y confiaban en haber encontrado de este modo una alternativa al transporte masivo por ferrocarril.
El modelo era un carruaje motorizado con una carrocería cerrada, tal como se conocía de los carruajes. En un principio fue ideado por Benz para ser usado por los hoteleros como un servicio para trasladar a los huéspedes hasta la estación.
El primero de estos transportes tenía poco en común con los autobuses que se conocen en la actualidad, tal como ponen de manifiesto los datos: esos vehículos medían 3,5 metros de largo, 1,8 metros de ancho y 2,5 metros de alto, alcanzaban una velocidad máxima de 20 kilómetros por hora y ofrecían espacio para ocho pasajeros incluyendo el chófer.
Actualmente se puede contemplar una elaborada réplica a tamaño natural en la vieja estación de trenes de Deuz, un barrio de Netphen. A primera vista cuesta no pensar que se trata de un voluminoso carruaje antiguo sin caballos.
«Fue idea de ciudadanos de Netphen utilizar el vehículo para prestar un servicio regular» destinado al traslado de personas, explica Lerchstein. Finalmente, el 18 de marzo de 1895, el ómnibus a motor «circuló» por primera vez por las calles de Netphen hasta a Siegen, a 15 kilómetros de distancia, según informó el «Siegener Zeitung» al día siguiente. Algo así nunca se había visto antes en el mundo.
La prensa se hizo eco de ello, pero también informó entonces que no todo funcionó a la perfección con el nuevo vehículo. A lo largo de los meses siguientes hubo repetidas averías, faltaban piezas de repuesto o el autobús dejaba de funcionar del todo. El viaje costaba 70 céntimos, lo que en aquella época era una buena cantidad de dinero. Y no resultaba precisamente un trayecto placentero, según relata Lerchstein.
Las ruedas tenían poco agarre. «Cuando llovía, los pasajeros, que usualmente era gente adinerada, tenían que bajar del autobús y empujarlo cuando llegaba una cuesta». El autobús, además, también tenía que tener en cuenta el tráfico de carruajes tirados por caballos. Para que los animales no se espantaran, el chófer tenía que apagar el motor y esperar a que se alejaran.
En estas circunstancias no es de extrañar que el primer capítulo de la historia del autobús terminara en fracaso. El servicio se suspendió en diciembre del año que comenzó, 1895. Y hubo que esperar hasta los años 20 del siglo XX para que los autobuses comenzaran a imponerse como un serio competidor y complemento del ferrocarril.
Según la Asociación Alemana de Empresas de Transporte, en la actualidad hay casi 35.000 autobuses regulares en servicio y unos 4.500 millones de pasajeros los utilizan anualmente.
Andreas Knie, investigador de transporte e innovación en el Centro de Investigación de Ciencias Sociales de Berlín, ve muchos paralelismos con las innovaciones en el ámbito de la movilidad que existen hoy en día. «En aquel entonces, nadie esperaba algo como el autobús. Hubo una gran resistencia, falta de financiación y de apoyo político», dice Knie. Llevó años superar al carruaje de caballos.
En consecuencia, subraya: «Pensar en los 125 años de la existencia de autobuses a motor supone también que ahora tenemos que pensar más allá del autobús«. El experto agrega que el transporte de un punto a otro ha quedado desfasado en tiempos en que la mayoría de las personas pueden tener un coche a su disposición.
«El transporte público ha tenido que satisfacer desde hace mucho tiempo otro tipo de demandas en cuanto a comodidad. Asimismo, hay que recoger a la gente en la puerta y dejarla en su destino o en un punto de intersección del transporte», señala.
Knie observa que el primer autobús a motor en la región de Siegerland fue en su momento algo similar a los experimentos actuales con vehículos autónomos sin conductor, que están siendo probados en una veintena de lugares en toda Alemania sin que su uso generalizado ya esté al alcance de la mano.
«El transporte público es un círculo muy cerrado. Es increíblemente difícil introducir allí algo nuevo», añade.
Por eso, en opinión de este investigador de la innovación, aquel fracaso inicial de los pioneros de los autobuses en la región de Siegerland es un caso muy típico pero al final alentador. «Una buena idea necesita tiempo y pioneros valientes para poder imponerse al final», destaca Knie.
Por Florentine Dame (dpa)