Bucarest (dpa) – Empresarios, expertos y políticos de los países balcánicos de la Unión Europea están preocupados por la marcha de jóvenes con formación a destinos con mejores expectativas salariales, como Alemania, Italia o España, y comprueban que cada vez es más difícil cubrir puestos cualificados.
«Somos un país en peligro de extinción», comenta en su página web Marian Hanganu, director de la empresa rumana de búsqueda de personal Colorful, y lamenta que la emigración masiva esté afectando de tal manera a uno de los miembros más pobres de la Unión Europea.
«Debido a este fenómeno, muchas empresas multinacionales deciden no invertir en Rumanía porque no encuentran personal», asegura. El gobierno rumano estima en más de dos millones el número de rumanos que reside en el extranjero, la mayoría en España e Italia.
La situación es similar en la vecina Bulgaria. «Se están rescindiendo contratos y se cancelan pedidos porque hay escasez de mano de obra», reconoció el ministro búlgaro de Economía, Emil Karanikolov, a un canal local de televisión. Más de 700.000 búlgaros viven en otros países de la Unión Europea, según cifras oficiales.
Un total de 230.000 croatas emigraron a otros miembros de la Unión Europea entre 2013 y 2016, según un estudio del Banco Nacional de Croacia. Esta cifra supone una tasa anual de emigración del dos por ciento de la población.
En Grecia, unas 400.000 personas, la mayoría jóvenes, siguieron la senda europea desde el estallido de la crisis financiera que afectó al país heleno en 2010, según datos recogidos por los sindicatos.
En Hungría, considerada uno de los países más desarrollados de la región, la crisis económica mundial de 2008 también generó una ola de emigración que se intensificó a partir de 2010, constató la socióloga Agnes Hars en un estudio.
Entre 2010 y 2017, más de 200.000 húngaros de entre 20 y 65 años abandonaron el país, en una época que coincide con el mandato como primer ministro del nacionalista Viktor Orban.
Para la rumana Cristina Mihu la decisión de partir hacia Alemania no fue difícil. Mihu aprendió alemán como segunda lengua extranjera en una escuela de Deva, en Transilvania. Estudió Medicina en Timisoara y realizó tres periodos de prácticas en clínicas de Italia, España y en Alemania.
«Quería adquirir experiencia internacional», dice esta especialista en medicina interna de 32 años, que trabaja en el Hospital General de Núremberg, donde reside desde hace seis años. Además del mejor salario, la corrupción en el sistema sanitario rumano le ayudó a decidirse: «Me molestaba mucho, si bien antes era mucho peor».
La falta de médicos y enfermeros en el sudeste de Europa es omnipresente. En la pequeña ciudad húngara de Szolnok, un pabellón para el tratamiento de enfermedades infecciosas fue cerrado temporalmente por falta de personal médico y de enfermería, algo ya habitual.
El hospital de distrito de la ciudad rumana de Tulcea, en el delta del Danubio, se quedó sin anestesistas, porque de los tres con que contaban en la plantilla dos dejaron el trabajo y uno enfermó.
Empresarios rumanos apuntan a reclutar empleados en Asia para reducir la escasez de personal. El gobierno fijó una cuota de 20.000 trabajadores de países extracomunitarios para este año. Ese contingente sería solo una «gota en el océano», opina Hanganu, debido a que en Rumanía hacen falta al menos 300.000 trabajadores.
La permanencia de los trabajadores asiáticos fracasa frecuentemente debido al clima y a la comida de Rumanía, explica a dpa Andreea Tartacan, empleada de Hanganu. «Ahora estamos tratando de contratar trabajadores en Tayikistán, sobre todo para el sector de la construcción. Probablemente son más robustos que los vietnamitas, porque los tayikos provienen de la estepa», añade la experta.
Bulgaria también ofrece puestos a trabajadores extranjeros. El personal de servicio en los centros turísticos del Mar Negro proviene de Ucrania, Bielorrusia y Moldavia.
La política occidental también parece dar alas a la emigración. En un Kosovo azotado por la pobreza, el Ministro alemán de Salud, Jens Spahn, visitó recientemente un centro especializado en formar personal de enfermería para trabajar en Alemania.
El renombrado Colegio Alemán de Prizren, en Kosovo, también es un trampolín para la emigración. La institución ofrece cada año un máximo de 30 contratos de formación a sus graduados en bachillerato. Muy pocos de ellos regresan a su país tras culminar los estudios en Alemania.
Por Kathrin Lauer, Elena Lalowa y Gregor Mayer (dpa)
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