(dpa) – Después de 14 horas de vuelo los fumadores se agolpan rápidamente dentro de un pequeño cuadrado pintado en el suelo frente al edificio del aeropuerto de Singapur y lanzan, no sin mala conciencia, la primera bocanada de humo.
No es fácil tener el vicio del tabaco en esta ciudad estado, pero sí es posible ahondar en otros placeres. Singapur es una caja de sorpresas culinaria.
La cocina de fusión en el barrio musulmán
La primera parada es la Arab Street, la calle principal en el barrio musulmán de Kampong Glam, que no parece en absoluto estar en el centro de una metrópolis. Sin embargo, es la zona por excelencia para las citas culinarias. Junto a pequeñas viviendas con tiendas y cafés se erige una mezquita con su cúpula brillante.
Con el primer café llega también el primer choque cultural: se sirve muy dulce y con abundante leche condensada.
A la hora del almuerzo, la abundancia también está a la orden del día: mucho chile en la comida, mucho azúcar en el café, muchas influencias en los distintos platos.
En la mesa hay curry indio, platos de soja fermentada y pescado a la parrilla. Todo se acompaña con arroz y marcha a un ritmo desenfrenado.
El café «Kampong Glam» está abierto todos los días desde las ocho de la mañana hasta las dos de la madrugada. El plato cuesta entre tres y seis dólares.
Si bien la guía turística explica los ingredientes que lleva cada comida y sus influencias, no siempre es posible especificar el origen exacto de uno u otro plato.
De los 5,7 millones de habitantes de Singapur, más de dos millones tienen otra nacionalidad. Los grupos étnicos más numerosos son los chinos, los malayos y los indios. En consecuencia, la cocina es una gran fusión.
Sabores y aromas en los puestos de comida
El satay, que proviene originalmente de Indonesia, fue llevado y adaptado a la perfección en Singapur. Los pequeños pinchos con carne de pollo marinada se disfrutan mejor en un Hawker Center, un gran patio de comida generalmente techado.
En un país como Singapur, que controla todo, estos puestos de comida en los mercados se establecieron con el fin de mejorar las condiciones higiénicas.
Casi todos los puestos se especializan en alguna comida, pero sobre todo los postres son muy llamativos: tienen siempre el color del arco iris, están hechos en capas y mayormente es helado, que a menudo va acompañado de judías rojas con leche de coco.
La calle de varios carriles frente al mercado Lau Pa Sat se convierte en una verdadera ruta culinaria por la noche. Durante el día es una arteria importante en el distrito financiero de Singapur.
Hombres de negocios en traje, lugareños bulliciosos y turistas comen aquí uno y otro pincho, una experiencia de sabores insuperable. Un menú para dos personas cuesta aproximadamente 24 euros (26 dólares).
El Singapore Sling
La cultura del bar está particularmente desarrollada en Singapur. La marca registrada de este país del sudeste asiático es el Singapore Sling, un cóctel inventado por el barman chino Ngiam Tong Boon a comienzos del siglo pasado y estrechamente ligado al igualmente famoso «Raffles».
Este hotel de estilo colonial fue construido en 1887 y siempre ha sido el centro de reuniones de la clase más pudiente. Hoy en día es un monumento nacional. El Singapore Sling fue creado en el Long Bar del «Raffles» en 1915.
Cuando la clase alta comenzó a reunirse en el Long Bar a principios del siglo XX, los caballeros bebían ginebra o whisky y las damas té y jugos de fruta por razones de etiqueta.
El camarero Ngiam Tong Boon percibió un nicho de mercado y mezclando ginebra, jugo de piña, lima, Curaçao y licor de hierbas Bénédictine inventó una bebida que con la ayuda de granadina y licor de cereza se veía rosada.
Desde entonces, el Singapore Sling es el trago más vendido en el hotel. Bandadas de turistas peregrinan al Long Bar para disfrutar de la bebida original, cuyos 26 euros (28 dólares) por copa no parecen disuadirlos.
Las camareras «voladoras» en el Atlas Bar
Aquellos que quieran beber en un ambiente aún más impactante deben visitar el Atlas Bar. El templo art déco con aspecto de catedral se encuentra en un rascacielos, que a menudo se compara con los edificios de la famosa Ciudad Gótica de Batman, en la plaza Parkview, en el histórico barrio de Bugis.
El huésped se sumerge en un enorme salón con alfombra roja, sillones de terciopelo verde y sofás de cuero. Más de 1.300 tipos de ginebra y otros licores se exhiben en enormes vitrinas. Y como si esto fuera poco, camareras vestidas de hadas y atadas con cuerdas al techo se desplazan como si volaran para llevarle la bebida al cliente.
La escuela de cocina de Ruqxana
Una visita a la escuela de cocina de Ruqxana Vasanwala da una impresión de cómo se crean los platos tradicionales en Singapur.
«Cookery Magic» se encuentra en su pequeña casa en un barrio que no se parece en absoluto a lo que el visitante espera de Singapur. No se ve ni un solo edificio alto a la vista. Frente a la puerta de la escuela de cocina hay un viejo Volkswagen escarabajo.
En lo de Ruqxana se cocina laksa, un plato nacional de Singapur de origen malayo. Se trata de una especie de sopa de curry hecha con leche de coco y chile que se acompaña con una guarnición de fideos de arroz, verduras, pescado y cangrejos.
Singapur reúne muchas culturas y refleja esta diversidad especialmente en la mesa. Para paladares con otras costumbres su arte culinario puede resultar extraño pero nunca aburrido.
Por Marie von der Tann (dpa)