(dpa) – La fiebre es un constante compañero de los niños pequeños -y una fuente de preocupación para los padres. ¿Cuándo poner un supositorio?, ¿en qué momento se debería acudir al médico? El experto Ulrich Fegeler, de la Asociación Alemana de Pediatras, tiene las respuestas.
¿Por qué los niños tienen fiebre y cuándo hay que medicarles?
La fiebre en sí misma no es mala, subraya el pediatra. Se trata de una típica e importante reacción de defensa del cuerpo, especialmente en los primeros meses de vida. Al igual que la abundante formación de moco en la nariz de los niños pequeños, el cual impide que los gérmenes lleguen a las membranas mucosas y las ataquen.
La causa de la fiebre en los niños suele ser una infección. «La fiebre es una defensa que desarrolla el cuerpo», explica Fegeler. La temperatura corporal aumenta porque así ciertas partes del sistema inmunológico son más efectivas destruyendo a microorganismos agresores exógenos.
En ese sentido, los supositorios pueden entonces ser contraproducentes para combatir el agente patógeno, ya que provocar la disminución de la fiebre priva al cuerpo de cierta parte de su poder defensivo, explica Fegeler. En cualquier caso, señala, con 39,5 grados los niños suelen sentirse tan mal que se les debe administrar algún tipo de medicación para mejorar su estado. Como alternativa a los supositorios pueden utilizarse antitérmicos orales.
A la hora de tomar una decisión sobre si medicar o no, hay que tener más en cuenta el estado general del niño que su temperatura. «Los pequeños suelen compensar la fiebre con su sistema cardiovascular, a diferencia de lo que ocurre a una edad avanzada, cuando la fiebre puede suponer un gran esfuerzo para el corazón», aclara Fegeler.
¿Cuándo se debe acudir al médico?
Según Fegeler, en caso de tener dudas o preguntas, los progenitores deben de acudir al médico. «Generalmente lo que les preocupa no es grave pero ellos no pueden saberlo», comenta. Y añade que, con el tiempo, los padres adquieren más confianza en la evaluación del cuadro clínico, lo que a su vez conlleva una mayor serenidad a la hora de afrontar la fiebre, especialmente cuando se trata del segundo o tercer hijo.
Como norma básica, durante los tres primeros meses de vida siempre que los niños tengan temperaturas altas hay que acudir al pediatra, ya que a esa edad son especialmente vulnerables. En general, a lo largo del primer año, siempre que tengan fiebre deben de ser tratados por el médico -es decir, a partir de los 38,5 grados medidos en el recto-.
Aparte de la temperatura, si el estado general del niño decae, si se muestra extremadamente apático o no ingiere líquidos, eso es siempre una señal de alarma. En esos casos, Fegeler aconseja acudir al médico.
¿Qué ocurre en el cuerpo cuando se tiene fiebre?
En ocasiones la temperatura sube y baja, otras veces la piel del niño arde sin interrupción durante varios días seguidos. Conocer los procesos que tienen lugar en el cuerpo durante la fiebre ayuda a interpretarla.
Ante la destrucción de células que llevan a cabo determinados virus, el cuerpo reacciona liberando sustancias a través de la sangre que llegan hasta el hipotálamo -el termostato del cerebro- que fija entonces un valor objetivo superior a los habituales 37 grados, explica Fegeler. En ocasiones incluso la actividad muscular aumenta para generar calor, dando lugar a temblores. «Los escalofríos febriles son, básicamente, un máximo esfuerzo muscular para producir calor». Cuando llegan a esta fase, hay que calentar y arropar bien a los niños, según el pediatra.
En el momento en el que se alcanza la nueva temperatura establecida por el hipotálamo o desaparecen las sustancias que lo estimulaban, la temperatura vuelve a descender. Los vasos sanguíneos se dilatan, se abren los poros de la piel, el cuerpo suda. Es la fase de regulación. Si los virus se activan de nuevo y proceden a destruir células, el proceso vuelve a comenzar, lo que produce las típicas subidas y bajadas de la fiebre.
Sin embargo, hay microorganismos patógenos que destruyen células en cantidades constantes. En ese caso, la fiebre nunca baja realmente porque el cerebro es estimulado una y otra vez. Esto sucede cuando los niños tienen 40 grados de fiebre durante días y la temperatura apenas desciende aunque se los medique, explica Fegeler.
Por lo general, pasados tres o cuatro días el niño ha producido suficientes anticuerpos para atrapar los microorganismos patógenos en la sangre antes de que ataquen de nuevo a las células. Entonces desaparece la fiebre. Los llamados complejos inmunes -anticuerpos y patógenos enlazados entre sí- pueden en determinadas circunstancias adherirse a las membranas vasculares y junto al descenso de la fiebre causar un sarpullido en la piel.
Por Tom Nebe (dpa)