(dpa) – Mientras que la mayoría de los estudios de yoga en todo el mundo están cerrados o dando clases online, un grupo de escuelas de yoga de Toronto está usando grandes burbujas de plástico para poder continuar con sus lecciones de una forma que reduzca los riesgos de infección.
Con 50 de estas tiendas en forma de burbuja, que cuentan con espacio para ponerse de pie y estirarse, el estudio Lmnts de yoga al aire libre está brindando clases «responsables» de hot yoga en colaboración con otros estudios y gimnasios locales que se encuentran cerrados por la pandemia de Covid-19.
Desde junio y a lo largo de todo julio, se brindan de cinco a seis clases por día al aire libre en una plaza abierta cerca del Hotel X Toronto, Coronation Park. A los participantes se les toma la temperatura antes de comenzar.
«Hoy más que nunca, es importante que trabajemos juntos para brindarle a los consumidores formas seguras y creativas de mantenerse saludables y activas respetando las medidas de distanciamiento social», dijo el fundador del estudio, Steve Georgiev, en una declaración de prensa.
Los participantes probablemente suden mucho en las próximas sesiones, dado que los organizadores de las clases de hot yoga notaron que las temperaturas dentro de estos domos individuales llegan a los 37 grados.
Aún no está claro si estos domos de plástico para hacer yoga -desconocidos tanto para amateurs como para profesionales- serán una mejor alternativa a las plataformas de vídeo como Zoom, que han sido la herramienta utilizada hasta ahora por la mayoría de los estudios de yoga en todo el mundo debido a la pandemia.
Sin embargo, los instructores de yoga que se vieron obligados a empezar a dar sus clases online notaron que, si bien mejoran la privacidad, impiden una dinámica de grupo y vuelven más difícil para el instructor brindar consejo experto.
Incluso algo tan simple como compartir una canción online puede dificultarse debido a temas de derechos.
«No puedo tener acceso completo a mis estudiantes», afirma Lun Piseth, cuyo estudio Nataraj Yoga en Phnom Penh tuvo que cerrar. Asegura que un ángulo de la cámara no es suficiente para ver cómo se está haciendo un movimiento.
La instructora señala que extraña poder ajustar los cuerpos de los estudiantes a mano y asegurarse de que no se lastimen, especialmente cuando se apoyan en sus manos o su cabeza.