(dpa) – Cuando Diana Dreessen-Wösten empezó a trabajar en la Bolsa de Fráncfort con poco más de 20 años, sentía timidez y se ruborizaba con facilidad, por lo que le quedó claro que tendría que cambiar su actitud si quería mantenerse en su nuevo entorno de trabajo.
«En poco más de seis semanas, puse completamente patas arriba mi mundo interior», dice esta coach para emprendedores, gerentes y ejecutivos, principalmente hombres, el trabajo que desempeña actualmente.
Dreessen-Wösten se beneficia del hecho de que tuvo que aprender a autoafirmarse en un sector laboral predominantemente masculino dominado por la competitividad. Por eso, el mensaje central que comunica a sus clientes y clientas es el de prepararse a conciencia. «Casi todos lo hacen bien», asegura.
Sin embargo, recuerda que a menudo se olvida la posibilidad de que a uno le pueden plantear objeciones o la incapacidad de argumentar adecuadamente. Dreessen-Wösten aconseja crear un «espacio competitivo» imaginario.
«Cada persona debe ser capaz de señalar por lo menos diez cosas en las que es realmente bueno», recomienda, a la vez que señala que también es importante saber lo que uno quiere lograr. «Si siempre tengo presente mi objetivo, los obstáculos no pueden perjudicarme», destaca.
Todo el mundo puede autoafirmarse
Las personas que discuten de forma escandalosa y superficial a menudo parece que pueden autoafirmarse especialmente bien. Pero Dreessen-Wösten opina que «cuanto más insolente y agresiva es una persona, más tiene que esconder».
La coach aconseja que en estos casos se pregunte a esta persona de manera directa y asegura que una buena estrategia consiste en resumir brevemente los argumentos y las acusaciones lanzadas.
«Entonces, ¿crees que ese es nuestro caso? ¿Qué te hace suponer eso?», son preguntas que en lugar de mostrar que uno se siente atacado personalmente, hacen surgir un rol de moderador, que valora la objetividad. Dreessen-Wösten destaca que no hace falta imitar comportamientos narcisistas para autoafirmarse.
El también coach Jens Korz añade que nadie tiene que cambiar su personalidad para ganarse el respeto. «Cada uno puede imponerse, pero cada cual lo hace de formas diferentes», asegura. En sus sesiones de coaching, se centra en la personalidad y en las necesidades. «Enseñamos a la gente a autoafirmarse con diplomacia. Y para eso es necesario ir más allá del nivel de relación», explica.
En el caso de los jefes, esto significa que tienen que responder a los deseos de sus empleados. Korz aconseja a estos que expongan sus preocupaciones de forma concisa y precisa. «Es bueno ir al jefe y no decirle ‘Tengo un problema’, sino exponerle la solución a este», recomienda.
Colaborar con los compañeros y obtener su apoyo
Sigrid Meuselbach, que entre otras cosas trabaja como coach de directivos, es partidaria de expresarse con claridad. «Para autoafirmarse, lo más importante es hablar claro», subraya, además de destacar que no se puede ser demasiado reservado en lo referente a las habilidades propias. «Es bueno hablar un poco más de uno mismo para llamar la atención», recomienda.
Según Dreessen-Wösten, las mujeres no son las únicas que tienen dificultades para hacerse valorar. «La mayoría de los hombres son personas tranquilas, que tratan de emplearse a fondo». Meuselbach por su parte, asegura que para los hombres jóvenes, por ejemplo, es difícil reclamar un permiso por paternidad o solicitar un puesto a tiempo parcial o poder trabajar desde casa.
Sin embargo, en estas situaciones generalmente no se llega lejos actuando en solitario. «Solo mejora cuando dos o tres lo consiguieron antes», dice a la vez que recomienda formar redes en el trabajo.
Por Inga Dreyer (dpa)