(dpa) – Manchas rojas alrededor de la nariz y en las mejillas, a veces hinchazón o incluso comezón. Por lo general, pero no siempre, las molestias desaparecen rápidamente. Lo que queda es la incertidumbre, especialmente cuando los síntomas reaparecen. ¿Una reacción alérgica? ¿Pero a qué?
Los afectados a menudo buscan respuestas a estas preguntas en la red. Rápidamente descubrirán que entre las posibles causas se presume una intolerancia a la histamina, por ejemplo, si las manchas aparecen después de haber bebido un vaso de vino tinto o cuando se producen diarreas, calambres estomacales, palpitaciones, mareos o incluso migrañas.
La opinión de los expertos: «La intolerancia a la histamina es un cuadro clínico que en realidad no existe», asevera el dermatólogo Thomas Fuchs, de la Clínica Universitaria de la ciudad alemana de Gotinga, y argumenta que no hay ningún test que pueda probar tal intolerancia.
Pero, ¿qué son exactamente las histaminas? «Son mensajeros químicos o neurotransmisores que producen las células del sistema inmune a partir del aminoácido histidina», explica Fuchs.
Estas sustancias mensajeras cumplen importantes funciones. No sólo aseguran un ritmo equilibrado de sueño y vigilia y regulan la presión sanguínea, sino que también estimulan la producción de jugo gástrico y aceleran el movimiento intestinal.
Una vez cumplida su misión se descomponen en el intestino delgado a través de la enzima diamina oxidasa (DAO). «Este grupo de enzimas desactiva la acción biológica de la histamina también cuando hay demasiada cantidad de esta sustancia en el cuerpo», señala Fuchs.
Sin embargo, la histamina no sólo es producida de forma natural por el cuerpo, sino que también está presente en determinados alimentos.
«Además del vino tinto, el vino espumoso y el champán, se consideran ricos en histaminas el chucrut, los quesos de larga maduración como el roquefort, el Tilsiter o el parmesano y las anchoas en aceite o el jamón madurado», explica Sonja Lämmel, de la Asociación Alemana de Alergia y Asma (DAAB, por sus siglas en alemán).
Sin embargo, estos productos no siempre presentan un alto contenido de histamina. «En algunas variedades de vino tinto, por ejemplo, el contenido de histamina es menor que en otras», informa Fuchs. Los valores suelen depender del origen y la elaboración.
«El consumo de alimentos perecederos, como el atún o la caballa, que han sido almacenados incorrectamente también puede llevar a que se absorban mayores niveles de histamina», advierte Lämmel. El chocolate tiene poca histamina, pero se cree que puede liberarla en el intestino.
«En algunos casos, los problemas intestinales parecen ser la causa de las molestias», conjetura Fuchs. Sin embargo, no hay pruebas de que la histamina por sí sola sea el desencadenante del rubor facial.
Aún no se sabe a ciencia cierta si la degradación de la histamina en el intestino delgado puede ser suprimida o ralentizada, por ejemplo, por procesos inflamatorios en el cuerpo o por ciertas hormonas.
Los científicos debaten asimismo sobre la posibilidad de que el consumo excesivo de alcohol o la ingesta insuficiente de vitaminas B6 y C interfiera en la función de la enzima DAO en el intestino delgado.
También se presume que ciertos analgésicos o antibióticos podrían retrasar la descomposición de la histamina. «En lo que respecta a las histaminas, todavía hay muchos interrogantes», enfatiza Fuchs, vicepresidente de la Asociación de Alergólogos Alemanes (AEDA).
Pero si la intolerancia a la histamina no existe, ¿cuáles son las causas del rubor facial, la picazón, las náuseas, los mareos o los trastornos de la voz después de comer y beber? «Probablemente no es la histamina sola la que desencadena los síntomas, sino en conjunción con otras sustancias», explica Lämmel.
La experta aconseja a los afectados que lleven un diario de comidas. En él deben registrar los alimentos que consumen y las reacciones de su organismo.
Con ayuda de este diario y una anamnesis detallada, el alergólogo o nutricionista especializado en alergias examinará si existe una conexión entre los alimentos consumidos, los factores desencadenantes y los síntomas. En caso de necesidad, el especialista pedirá al paciente exámenes adicionales.
Si parece que la fuente constante de problemas son efectivamente la histamina y otras aminas biogénicas propias de los alimentos y bebidas fermentados, el paciente deberá consumir específicamente las sustancias sospechosas en condiciones clínicas; la evaluación posterior confirmará o invalidará la sospecha.
Si se confirma la sospecha, el paciente deberá seguir ciertos consejos nutricionales. Estos se basarán en la tolerancia individual a las aminas biógenas, incluida la histamina, pero también tendrán en cuenta otros factores como la ingesta de determinados medicamentos.
Por cierto: En muchos casos, la intolerancia a ciertos alimentos o bebidas es pasajera. «A veces los problemas sólo ocurren en fases», explica Fuchs. En algunos casos se recomienda, por lo tanto, tener paciencia y esperar a ver si algún día el vino tinto, el parmesano y demás dejan de causar problemas.
Por Sabine Meuter (dpa)
Foto: Christin Klose/dpa-mag