(dpa) – El Renault 12 nunca fue una flecha futurista, pero tuvo un éxito rotundo. Fue muy buscado y hasta amado en muchos países del mundo pero hoy, al cumplirse 50 años de su lanzamiento, es una pieza bastante rara y exótica.
El modelo surgió en plena ebullición francesa: se estaba diseñado el avión supersónico Concorde, ya revoloteaban las primeras ideas del tren rápido TGV y el presidente Georges Pompidou aceleraba el motor de la industrialización. La industria automotriz se subió a esta ola.
Renault presentó su nuevo modelo en el Salón del Automóvil de París de 1969 como sucesor del gran R8, y ya desde el primer momento lo pensó como un coche de exportación. Era robusto para el uso diario, tenía una línea de techo levemente ascendente y una parte trasera de pendiente bastante más pronunciada. ¿Por qué no producirlo directamente en los países emergentes? Eso mismo pensó la compañía, cuenta el portavoz de Renault Thomas May-Englert.
Con su tracción delantera, un motor de 1,3 litros y un maletero (baúl) de 415 litros de capacidad, el R12 tuvo un éxito tal que seis meses después de su lanzamiento en Francia la producción ya estaba en 700 unidades diarias.
El R12, disparador de la marca Dacia
El modelo también hizo furor en el extranjero: en el norte de África, en Canadá, Costa de Marfil, Colombia, Irlanda y Turquía. En Sudamérica lo producía Ford. Y sobre todo en Rumanía tuvo un gran fan: el dictador Nicolae Ceausescu estaba tan fascinado que cerró un acuerdo con los franceses. Con su ayuda fundó la compañía Dacia y comenzó a producir el R12 bajo licencia.
En Francia el modelo se siguió produciendo hasta 1980 en partidas de unos cuatro millones de ejemplares. Pero en Rumanía siguieron saliendo dos millones de la fábrica hasta 2004.
Diseño y rendimiento
«En Francia el R12 era algo común en las calles desde principios de la década del 70 hasta comienzos de los 80», afirma Frank Wilke, de la consultora Classic Car Analytics. El hecho de que hubiese prendido como pólvora no se debía tanto a su diseño, que en un primer momento resultaba más bien extraño por su maletero caído y los laterales abultados, sino porque era un vehículo firme, confortable, compacto y económico.
Además, tenía un buen rendimiento. Pesaba sólo 880 kilos, tenía un buen coeficiente de arrastre y una buena marcha a pesar de los 40 kW/54 CV. Los 135 km/h de máxima parecían más rápidos de lo que eran, incluso en tiempos de TGV y Concorde. Ni hablar cuando salió la versión deportiva Gordini, que llegaba a los 185 km/h. Ahí el R12 se catapultó como el auto de los sueños de la clase media francesa.
Rara avis
¿185 km/h en un R12? El alemán Thomas Franzen prefiere ni imaginarse algo así. Un día que salió a tomar aire durante el almuerzo se enamoró del modelo y poco tiempo después se lo compró por casi nada a un compañero de trabajo. Después tuvo que invertir dinero en el taller. Pero valió la pena. Ahora lo usa todo el tiempo y disfruta muchísimo cuando se sienta detrás de ese volante superfinito en un cockpit tan, pero tan austero que le genera una gran sensación de relax y desaceleramiento.
Sin embargo, lo que más le gusta a él es llamar tanto la atención. «Cuando voy a alguna cena el R12 llama mucho más la atención que cualquier Ferrari. Es más, incluso en los grandes festivales franceses suelo ser el único que llega con un auto así», dice orgulloso.
Otro gran atractivo del R12 sigue siendo el precio, porque hoy incluso un modelo de los primeros años no debería estar por encima de los 5.000 euros (unos 5.500 dólares). El único que se sale de esa franja es el Gordini, que es considerablemente más caro y se está comercializando por unos 24.000 euros.
Por Thomas Geiger (dpa)