KARLSRUHE, ALEMANIA (dpa) – La violenta corriente de agua fluye a borbotones. Su delta se extiende más allá de lo que puede abarcar el ojo, hasta desembocar en el golfo de México. En sus bancos de arena retozan hadrousaurus, las «vacas del Cretácico». De pronto, un dinosaurio carnívoro irrumpe desde los matorrales de la orilla. Los enormes herbívoros, de hasta 12 metros de longitud, intentan huir, pero es demasiado tarde.
Una escena similar a la descrita pudo haber ocurrido en algún momento del Cretácico superior, entre hace 100 y 66 millones de años. El paleontólogo alemán Eberhard Frey investiga las huellas de esta posible masacre ocurrida en el actual desierto de Sonora, cerca de Saltillo (en el noreste de México). Allí, durante una expedición realizada en octubre, contó 45 esqueletos de dinosaurios.
Al parecer, fue un vecino de la zona quien encontró los huesos, esparcidos sobre una superficie equivalente a un campo de fútbol y medio. «En el otro extremo del árido valle descubrimos otros 30 esqueletos», explica Frey. Un auténtico «Dorado» para los investigadores de dinosaurios.
Hace tiempo que el noreste de México se considera uno de los principales lugares para la búsqueda de restos de dinosaurios y otros fósiles prehistóricos. Pero el área cercana a Saltillo es para expertos como Christian Meyer, director del Museo de Historia Natural de Basilea, especial. «En toda mi carrera no había visto un lugar con tanto potencial», afirma. «Cada diez metros aparece un esqueleto.»
Hasta la fecha, el equipo de Frey -que dirige el departamento de geociencias del Museo de Historia Natural de Karlsruhe, en Alemania- no ha podido analizar con más detalle el hallazgo. Pero sí pueden afirmar que entre los restos encontrados hay lambeosaurus, un género de los hadrosaurus que se caracterizaban por tener una especie de cresta en la cabeza y podían pesar hasta cuatro toneladas.
«Para caracterizar los huesos necesitaríamos un cráneo», explica el paleontólogo. Y eso es lo que espera encontrar en futuras excavaciones: este año se han dedicado a medir y cartografiar el terreno, pero además encontrar marcas de mordeduras en las patas de los hadrosaurus. «Eso significa que, o los mataron, o fueron troceados por los carnívoros una vez muertos», señala Frey.
Que los carnívoros de la prehistoria cazaban en esa zona lo demuestran también las huellas de pisadas de los raptores. Estos carnívoros del tamaño de un perro pastor se repartían el territorio con los tiranosaurus y otros depredadores con aspecto de ave. «Parecían un avestruz con brazos y cola», explica Frey.
Con todo, en lugar de víctimas de una masacre, los hadrosaurus de Saltillo podrían haber muerto debido a una inundación o buscando nuevos pastos. «Como la migración de los ñus en el Serengeti», aclara. Millones de animales se desplazan anualmente desde este parque natural tanzano a la reserva del Masai Mara, en Kenia, pero muchos no logran cruzar el río Grumeti: caen víctimas de los cocodrilos, que los muerden hasta ahogarlos.
«Los cadáveres son arrastrados por la corriente y se acumulan en los meandros de los ríos. Si acaban cubriéndose de sedimentos, pueden fosilizarse. Y algo así pudo ocurrir aquí», opina el experto, conocido en casa con el apodo de «Dino» Frey. Los restos de conchas hallados en los huesos ponen de manifiesto que estuvieron en contacto con el agua.
Debido a las características geológicas de este yacimiento, el investigador espera realizar nuevos hallazgos. Según afirma, el delta fue centro de numerosos movimientos migratorios por tierra, agua y aire. «Quizá un día veamos aquí un monumento nacional mexicano a los dinosaurios como en las Montañas Rocosas de Estados Unidos.»
Por Felix Mescoli