Uttwil (dpa) – No cabe duda de que Urs Leuzinger disfruta tratando de descifrar el enigma. «Jamás había experimentado algo así», dice el arqueólogo suizo. «Cuando desenterramos algo, por lo general sabemos de qué se trata».
Este no es el caso de los 170 montículos de piedras encontrados en el lecho del Lago de Constanza, frente a la orilla suiza.
Quién los construyó, cómo y cuándo fueron creados: desde hace varios años, el jefe de proyecto Leuzinger y su equipo de la Oficina de Arqueología del cantón suizo de Turgovia están investigando para resolver este rompecabezas.
Para ello, los científicos toman muestras de sedimento del fondo del lago con la esperanza de que éstas les ofrezcan más indicios sobre el origen y la función de estas formaciones.
Los montículos, a unos cuatro metros y medio de profundidad en el agua y ubicados en hilera a intervalos regulares, fueron descubiertos de manera bastante accidental.
En 2015, la Comisión Internacional para la Protección del Lago de Constanza (IGKB, por sus siglas en alemán) había encargado a un equipo de investigadores de Alemania, Austria y Suiza que realizara nuevas mediciones en el Lago de Constanza.
Para este propósito se envió un barco de investigación que escaneó el fondo del lago con ayuda de una sonda náutica. Al evaluar los datos, a Martin Wessels, científico del Instituto de Investigación de Lagos de la región alemana de Baden-Württemberg, le llamaron la atención los montículos.
«Originalmente pensamos que se trataba de interferencias en las mediciones», dice. Nuevos sondeos, sin embargo, confirmaron que se trataba de estructuras reales.
Dado que los montículos se encuentran en una zona de aguas poco profundas entre las comunas suizas de Romanshorn y Bottighofen, la responsabilidad se transfirió a Suiza.
Fue así como el caso de las misteriosas formaciones de piedra llegó al escritorio de Urs Leuzinger. Según el arqueólogo, la denominación de «montículos» es un tanto engañosa porque da a pensar que éstos tienen forma cónica. «En realidad son estructuras más bien planas». ¿Pero, cómo llegaron allí?
Originalmente existía la teoría de que podría tratarse de sedimentos glaciares de hace 18.000 años, dice Leuzinger.
Los sondeos con georradar realizados por la Universidad Técnica de la ciudad alemana de Darmstadt demostraron, sin embargo, que las piedras fueron amontonadas por la mano del hombre, explica el arqueólogo.
Para limitar el período de construcción, Leuzinger, junto con el geólogo Flavio Anselmetti de la Universidad de Berna, ha dedicado las últimas semanas a recoger sedimentos de los montículos.
Los científicos perforaron hasta ocho metros en el lecho del lago y recolectaron varias muestras con la esperanza de encontrar material orgánico como ramas, carbón, semillas o frutas.
Anselmetti dice que tales residuos podrían fecharse con análisis de radiocarbono, lo que les permitiría determinar con más precisión el tiempo de construcción de los montículos.
Hasta ahora, los científicos parten de un periodo de tiempo entre 5000 y 0 a. C. «Pero esto no nos basta», dice Leuzinger. «Queremos datos más exactos».
Él mismo está convencido de que los constructores de los montículos vivieron en la Edad de Bronce, es decir alrededor de 1000 años a. C. Sin embargo, sólo se dispondrá de información más detallada una vez examinadas las muestras de sedimentos.
Los científicos esperan los primeros resultados en otoño (boreal). Leuzinger también estima que el área donde se encuentran los montículos estaba en aquel entonces en aguas menos profundas. «Calculo que el agua apenas les llegaba al ombligo».
La pregunta acerca del porqué es más difícil de responder. «Es posible que nunca lo sepamos», dice Leuzinger. Hasta ahora hay varias teorías: Algunos piensan que eran fortificaciones, otros sostienen que las hileras formaban una especie de ruta de transporte.
Y luego están los que defienden la teoría de un «Stonehenge del Lago de Constanza». Leuzinger sonríe cuando escucha el término. Considera muy improbable que haya una referencia astronómica, dice.
En su opinión, sin embargo, los montículos pueden haber tenido un valor sagrado. «Quizás se usaban como plataforma funeraria, o como monumento a los difuntos».
Por Kathrin Drinkuth (texto) y Felix Kästle (foto) (dpa)