Túnez (dpa) – La colosal montaña de botellas, bolsas y fragmentos de plástico situada en el patio trasero de la casa, a pocos kilómetros de las turísticas playas de la isla tunecina de Djerba, continúa creciendo hacia arriba como si un grito de ayuda al cielo se tratara.
Ni rastro de turistas en Zarzis, donde Mohsen Lihidheb ha creado este museo privado con todo lo que arrastra el Mediterráneo. «La mayoría de la gente del pueblo piensa que estoy loco», dice Lihidheb. «Pero tengo las cosas muy claras y sobre todo, soy consecuente».
Este hombre de 66 años camina prácticamente a diario a lo largo de la playa y recoge lo que encuentra tirado a su paso. Comenzó limpiando las playas cercanas a su pueblo de origen -que por aquel entonces todavía no había sido afectado por el boom hotelero- hace 26 años.
«Con el tiempo mi esposa se hartó de la basura apilada en el patio trasero», dice, «pero para mí supone un monumento al mar». A lo largo de los años, Lihidheb ha recopilado unas 500.000 botellas de plástico. Conoce la cifra con exactitud: lleva un registro de los objetos recogidos.
El número se queda corto teniendo en cuenta que, según un estudio del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), unas 33.800 botellas de plástico son lanzadas al Mediterráneo cada minuto.
El «Mare Nostrum», como lo llamaban los romanos, es uno de los más contaminados del mundo. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ello se debe a la alta densidad poblacional de la zona, unido al gran número de turistas, el abundante tráfico marino y la escasa circulación del agua.
Según WWF, Egipto, Italia y Turquía son los mayores responsables en cuanto a la enorme cantidad de residuos plásticos existentes en el mar que baña sus respectivas costas.
Cuando se hizo público el informe, en verano de 2019, Giuseppe di Carlo, responsable del Programa Mediterráneo de WWF, afirmó que ninguno de los países de la región hacía lo suficiente para recolectar y reciclar el plástico de sus aguas.
La mayoría de la gente que pasa sus vacaciones en la costa italiana ni siquiera es consciente de la situación ya que a menudo las playas son privadas y sus respectivos dueños se encargan de mantenerlas limpias.
Pero lo cierto es que desde Liguria hasta Sicilia, el mar está lleno de plástico. Los pescadores de la zona a menudo terminan con más plástico en sus redes que peces, según el italiano ISPRA (Instituto Superior de Protección e Investigación del Medio Ambiente).
Según ISPRA, unos ocho millones de toneladas de plástico acaban en los océanos del mundo cada año, de ellos, el 7 por ciento en el Mediterráneo. La mayor parte de estos residuos es transportada al mar por los ríos.
Como consecuencia de ello, mucha de la fauna marina está muriendo. Cada vez más ballenas aparecen sin vida en la costa italiana. En la pasada primavera (boreal) hallaron muerta cerca de Cerdeña a una ballena cachalote embarazada: tenía más de 20 kilos de plástico en el estómago.
Otro dato difundido por ISPRA: un estudio realizado sobre más de 1.400 tortugas bobas -Caretta caretta-, concluyó que dos tercios de ellas habían ingerido plástico.
En Egipto, Omar El Galla, atleta de deportes extremos, se niega a observar esta tragedia medioambiental con los brazos cruzados.
En octubre, inició el reto de atravesar a nado las aguas que bañan la costa egipcia: unos 900 kilómetros a través del Mar Rojo, en un período de tres meses con el objetivo de llamar la atención sobre el problema de residuos plásticos.
«Creo realmente que puedo cambiar algo», aseguró a dpa el deportista de 31 años antes de iniciar su aventura.
Galla prevé nadar durante el día cargado con hasta ocho kilogramos de equipaje -y localizador GPS incluido-. Pasará las noches en el desierto egipcio junto a un operador de cámara y un asistente que lo seguirán en todo momento por tierra.
«Tiene algo de locura», afirma El Galla, «veremos cómo acaba”.
El mayor intento hasta el momento de limpiar los océanos del mundo, es el proyecto Ocean Cleanup, lanzado por el holandés Boyan Slat, quién asegura que ya se han cosechado los primeros éxitos del proyecto en el Pacífico.
El sistema, desarrollado por un equipo internacional, atrapa los residuos plásticos que son luego extraídos del agua y llevados a tierra para ser reciclados.
El dispositivo consiste en un enorme tubo flotante de 600 metros de largo con forma de U unido a un faldón que se sumerge tres metros debajo el agua, en el cual quedan atrapados los desechos plásticos.
Ocean Cleanup ha sido utilizado en el denominado Gran Parche Basura del Pacífico, entre California y Hawaii, donde según los científicos actualmente hay 1,8 billones de piezas de plástico flotando. El éxito del proyecto será evaluado en tres meses y entonces quizá su actuación sea ampliada.
En el caso de la costa de Túnez, la limpieza de las playas se complica dado que la administración local carece de los medios necesarios, indica la Fundación Heinrich Böll de Alemania. Por ello, la labor depende de voluntarios como Lihidheb.
Este tunecino asegura que el Museo del Mar alberga distintos materiales, pues el tipo de residuo llegado a la costa ha ido cambiando en las últimas décadas.
Así, en los años 90, Lihidheb recogía principalmente botellas de vidrio -muchas de ellas procedentes de Italia-, que más tarde cedieron protagonismo a plásticos y redes de pesca.
Tras la enorme pila de basura hay una colección de cráneos de delfines. También hay un enorme montón de chalecos salvavidas de color naranja. Lihidheb concluye: «El mar no olvida».
Por Simon Kremer, Annette Reuther y Johannes Schmitt-Tegge, dpa