Washington, 26 ago (dpa) – Joe Arpaio se autoproclamó el sheriff más duro de Estados Unidos cuando perseguía a los inmigrantes hispanos en Maricopa. Un tribunal acabó condenándolo tras años de prácticas discriminatorias con los latinos en ese condado de Arizona. Y justo hace un año, en agosto de 2017, Donald Trump utilizó su poder presidencial para indultarlo antes de que la corte fijara la pena de su sentencia.
Arpaio, de 86 años, pretende ahora ser senador. Es uno de los contendientes que este martes aspiran a conseguir la nominación republicana en las primarias que se celebran en Arizona.
El tema migratorio ha centrado la campaña en ese estado del sureste del país, que es uno de los que limitan con México. Con algo más de siete millones de habitantes, es el número 14 por población.
«Voy a presentarme para el Senado de Estados Unidos por el gran estado de Arizona por una inexorable razón: apoyar la agenda y las políticas del presidente Donald Trump en su misión de hacer a Estados Unidos grande otra vez», manifestó Arpaio ya en enero, cuando anunció su intención de competir y generando una gran polémica.
Cuando Arpaio habla de agenda y de políticas compartidas con Trump, lo que tiene en mente es la mano dura del presidente en el tema migratorio.
«Somos el único país del mundo cuyo sistema migratorio pone las necesidades de otras naciones por encima de las nuestras. Estamos más preocupados por los derechos de los inmigrantes ilegales y de los criminales que en proteger a nuestro país», proclamó Arpaio en la convención del Partido Republicano en la que Trump fue proclamado candidato presidencial, donde apareció por sorpresa para apoyarlo con un duro discurso contra la inmigración.
Trump repite con frecuencia palabras muy similares. Cuando indultó a Arpaio hace un año, lo calificó de hecho de «patriota» por su gestión como sheriff del condado de Maricopa, por la que fue condenado por un tribunal por ser racista.
Como sheriff de Maricopa (1992-2016), condado del que forma parte Phoenix, la capital del estado, Arpaio realizó constantes redadas para detener a inmigrantes sin papeles. Ponía en el punto de mira a quienes tenían rasgos hispanos -y en ocasiones no solo no eran indocumentados, sino que tenían la nacionalidad estadounidense-.
A los indocumentados que detenía los metió en carpas de los tiempos de la guerra de Corea en las que las temperaturas se acercaban a los 40 grados durante el verano; separó a familias durante el encarcelamiento, enviando a sus miembros a lugares distintos, y obligó a los internos a llevar ropa interior rosada.
La Justicia lo consideró culpable de desacato por haber continuado sus prácticas discriminatorias pese a que una corte le había instado a abandonarlas.
Sheriff durante 24 años, tras haber sido reelegido en cinco ocasiones, Arpaio perdió el cargo el mismo día en el que Trump ganó la presidencia. Los hispanos se movilizaron en las urnas y dieron el cargo al demócrata Paul Penzone.
El ex alguacil quiere ahora ganar las primarias republicanas para, en noviembre, competir por el asiento que deja libre en el Capitolio el aún senador Jeff Flake, que pese a ser republicano, es un crítico de Trump. Flake anunció su retirada en 2017.
Pero Arpaio tiene pocas posibilidades de victoria. La principal candidata es Martha McSally, de 52 años, que pretende saltar al Senado desde la Cámara de Representantes, donde ocupa un asiento desde 2015, y que es una figura apoyada por el establishment republicano. Kelly Ward, que fue miembro del Senado estatal de Arizona, es la otra aspirante con más posibilidades.
Aunque no tiene prácticamente opciones de ganar, la candidatura de Arpaio ha dividido el voto republicano y puede restar posibilidades a la candidata apoyada por la cúpula republicana.
Arizona es uno de los estados en los que los demócratas tienen en noviembre opciones de hacerse con el asiento en el Senado. La principal candidata en estas primarias es Kyrsten Sinema, de 42 años y quien actualmente representa al noveno distrito del estado en la Cámara de Representantes, en Washington. La nominación la tiene prácticamente asegurada, aunque su posición en inmigración, calificada de conservadora, no gusta a todos los demócratas.
Trump no ha dado, al menos de momento, su apoyo a ninguno de los aspirantes republicanos a la nominación. Arpaio sí le dio el suyo al hoy presidente desde prácticamente el inicio de su carrera hacia la Casa Blanca, cuando casi nadie lo tomaba en serio.
A Trump le gusta ganar y parece improbable que pueda respaldar públicamente a un candidato sin opciones de victoria. Aunque con Trump nunca se sabe.
Por Sara Barderas (dpa)