Moscú, 21 feb (dpa) – Rusia celebra cada 23 de febrero en el Día del Defensor de la Patria a sus fuerzas armadas, pero este año el aniversario tendrá un carácter especial, ya que hace justamente 100 años se creó el Ejército Rojo.
En el parque recreativo de temática militar Patriot, cerca de Moscú, se emularán victorias históricas y también habrá conciertos, exposiciones y una medalla recordatoria.
El Ejército de la potencia atómica llega a su centésimo aniversario en un momento de auge, tras atravesar varios años de crisis. El presidente Vladimir Putin redujo las fuerzas armadas a unos 880.000 hombres y las modernizó y profesionalizó.
El poderío militar de Rusia es el segundo más importante del mundo, detrás de Estados Unidos. Para ello en 2017 Putin y su ministro de Defensa, Serguei Shoigu, invirtieron 2.840 billones de rublos, unos 43.000 millones de euros o unos 50.000 millones de dólares.
Las fuerzas rusas se encuentran en una buena situación, manifestó a dpa el experto Vladimir Kosin, quien trabajó en el diario del Ejército «Karsnaya Svesda» (La estrella roja). «Pero siempre hay algo para mejorar para protegerse de nuevas amenazas a la seguridad del país».
Expertos occidentales observan una modernización de las armas atómicas, la Fuerza Aérea, la defensa antiaérea y las fuerzas de intervención especial. En cambio, la Marina y el grueso del Ejército van más rezagadas, opinan.
Junto a las exportaciones de gas y petróleo, Putin convirtió a las Fuerzas Armadas en instrumento principal de la política exterior rusa. En 2014 sus soldados se apoderaron de la península ucraniana de Crimea. Y combaten en el este de Ucrania de manera encubierta y abiertamente en Siria.
Los nuevos países de la OTAN en el centro y este de Europa se sienten amenazados por la potencia militar de Rusia. Mientras tanto, la buena noticia es que el servicio en este Ejército ya no es tan brutal para los rusos ni representa un peligro para su vida como lo era hace algunos años.
El moderno Ejército se enmarca en la tradición militar rusa de siglos desde la época de los zares, dijo Kosin. Pero cuando se observan los uniformes y rituales, entonces estos hacen recordar especialmente al Ejército de trabajadores y campesinos.
El 23 de febrero de 1918, el decreto del joven Gobierno soviético sobre la creación de un nuevo Ejército ya tenía algunos días. Pero en esa jornada se inscribieron los primeros voluntarios y debieron partir inmediatamente rumbo al Báltico.
El Imperio alemán, enemigo en la Primera Guerra Mundial, se encontraba en Riga y amenazaba con un avance hacia la capital rusa Petrogrado (en la actualidad, renombrada nuevamente como San Petersburgo).
La construcción del nuevo Ejército fue iniciativa en gran parte del revolucionario León Trotsky (1879-1940). El Ejército Rojo le aseguró a la potencia soviética su supervivencia durante la guerra civil y superó las limpiezas durante el dictador Josef Stalin. Y venció, con un elevado costo de vidas, a los atacantes fascistas de Alemania en la Segunda Guerra Mundial.
En las décadas siguientes el Ejército Rojo controló media Europa y reprimió levantamientos en Berlín Oriental, Budapest y Praga. Entre las potencias atómicas Unión Soviética y Estados Unidos había un equilibrio de poder disuasivo. Los soldados soviéticos debieron retirarse derrotados de Afganistán y con el fin de la Guerra Fría abandonaron Europa del Este.
Desde 1992 se produjeron combates del Ejército ya por entonces ruso en Georgia y Moldavia y dos amargas guerras internas contra la rebelde república norcaucásica de Chechenia hasta 2009.
Durante los años del conflicto en Chechenia, surgió la labor de las Madres de Soldados. Los efectivos pedían ayuda cuando eran hostigados por oficiales o soldados con mayor tiempo de servicio. Pocas cosas eran tan temidas por las familias rusas como el servicio militar de sus hijos.
«La violencia en esa medida ya no existe», dijo a dpa el jurista Anton Cherbak del Comité de Madres de Soldados en San Petersburgo. Los reportes sobre la denominada dedovshchina se han reducido. Sin embargo, siguen las demandas sobre la mala atención médica, la falta de equipamiento y los viejos cuarteles. «Este es ahora el Ejército ruso, pero todavía tiene mucho de soviético», señaló.
Por Friedemann Kohler (dpa)