dpa – COLONIA, Alemania – Quien visita Colonia en Alemania, no puede dejar de ver su famosa catedral gótica, principal emblema de la ciudad. Sus torres se elevan unos 157 metros hacia el cielo y la convierten en la segunda iglesia más alta de Europa. Pero sólo unos pocos de los millones de visitantes que acuden al lugar cada año saben que también debajo de la catedral hay mucho por descubrir.
Rainer Schulze es un experto en lo que al mundo subterráneo de Colonia se refiere. El punto de encuentro para sus visitas guiadas es la oficina de turismo de Colonia, situada junto a la catedral. El comienzo de la gira es más bien poco espectacular: «Comenzamos en el garaje subterráneo», dice Schulze. «En los años 70, los jefes de la ciudad querían una urbe amiga de los autos, y por ello de los restos del viejo muro de Colonia sólo quedaron en pie los trozos que no eran demasiado grandes», añade.
La mayoría de usuarios del garaje pasan hoy por delante de los restos romanos, pero sólo se limitan a aparcar su coche. Sin embargo, quien mira con algo más de detenimiento, descubre en el nivel de estacionamiento D2 un yacimiento arqueológico delimitado por barras de metal en el que se pueden ver ruinas de unos cinco metros de altura hechas de piedras del tamaño de la palma de la mano. «Son los restos del muro romano de la ciudad construido en la segunda mitad del primer siglo después de Cristo», explica Schulze. «Tenía casi cuatro kilómetros de largo y sirvió de muro de protección a la antigua colonia romana hasta casi la Edad Media».
Antes de regresar a la luz del día, Schulze muestra a los participantes desde el nivel superior del parking la vista de una garganta de 15 metros de profundidad. «Es la antigua fuente de la catedral, a la que por desgracia apenas se le presta atención», dice. Tampoco le va mucho mejor a los restos del arco de un portal de piedra situado a un costado de la terraza de la catedral. Sólo una placa muestra la forma original de la puerta norte romana, que fue construida con la fundación de la colonia en el año 50 después de Cristo. En 1971 fe erigido de nuevo uno de los arcos laterales sobre los restos del portal y el muro.
Más impresionante se nos muestra el Museo Romano-Germánico, en las inmediaciones de la catedral. El edificio moderno se levanta sobre los muros de una mansión romana y del palacio imperial medieval descubiertos al construir un bunker antiaéreo. Desde afuera, a través de un gran escaparate, se pueden contemplar la tumba de Poblicio, de 15 metros de altura, y el mundialmente conocido mosaico de Dionisio.
La mayor parte de las colecciones del museo se muestran en la planta baja, creada en torno a un patio al estilo de las casas romanas. Directamente detrás del museo, partes reconstruidas de la calle principal, de la alcantarilla romana, del muro de la ciudad y de una fuente dan muestra de las impresionantes técnicas de ingeniería de los romanos.
La siguiente estación de la visita guiada es el pretorio, y aquí los participantes descienden de nuevo a las profundidades. «Nos adentramos aquí en la sede oficial del que en su día fue el hombre más poderoso al norte de los Alpes, el pretor de la CCAA», afirma. Una de las visitantes desea saber qué significa CCAA. «Son las siglas de Colonia Ara Agrippinensium, lo que en español significa algo así como ‘Ciudad de Derecho Romano y Ciudad de los Agripinos’, fundada bajo el emperador Claudio en el lugar del altar para el culto al emperador», explica. El pretorio es el antiguo palacio del gobernador de la ciudad, el centro político del imperio romano junto al Rin.
No fue hasta la reconstrucción del centro de la ciudad después de la Segunda Guerra Mundial que los restos del complejo salieron de nuevo a la superficie. Para proteger los antiguos cimientos se erigió un techo voladizo de hormigón. Gracias a dicha construcción, los visitantes pueden acceder a amplias partes del complejo. A modo de orientación ayuda una toma aérea del centro de la ciudad colocada sobre una alfombra en el vestíbulo de la exposición. Hacia el hall de entrada conduce un túnel de acceso a la alcantarilla romana, de la que aquí se conservan unos 120 metros de largo. «Si lo desean, pueden recorrer una parte de la antigua Cloaca Máxima», anima Schulze a los invitados.
El canal está seco, pero de vez en cuando cae alguna gota de agua, provocando un ruido sordo. «Resulta verdaderamente tenebroso», opina una pareja, que ha recorrido el túnel hasta el final. «Conforme uno se adentra hacia el fondo, todo se vuelve más estrecho y oscuro».
Por el contrario, el pabellón norte es luminoso y amplio. «Pueden apreciar bien que tuvo que tratarse de una sala representativa», dice Schulze. «Tal vez fue la habitación en la que se celebraban las recepciones solemnes de embajadores».
Schulze guarda todavía una sorpresa. Después de haber recogido en caja la llave, conduce al grupo a una garganta de 16 metros de profundidad. «Ahora nos encontramos en la mikva, un baño ritual judío», dice. «La comunidad judía construyó su baño en las profundidades para acceder a las aguas subterráneas, imprescindibles para los lavados rituales». Hasta hoy se pueden apreciar en el fondo de la mikva, que data del siglo VIII, diferentes niveles de agua debidos a la altura variable del Rin a lo largo de los siglos.
La mikva formará parte de una zona arqueológica en la plaza del ayuntamiento, para la que pronto comenzarán los trabajos de construcción. Sin embargo, hasta su culminación pasarán todavía años.
Por Detlef Berg