Túnez (dpa) – Mucho antes de que los alumnos europeos se manifestaran por el clima, el Centro Aeroespacial Alemán (DLR) ya había presentado un pequeño gráfico que mostraba el futuro del sistema energético.
Tres cuadrados rojos de diferentes tamaños sobre un Sahara de color marrón indicaban el escaso espacio que se necesitaría para suministrar electricidad renovable a Alemania, a Europa e incluso al mundo entero.
Cuando se creó Desertec, hace diez años, el entonces director de Siemens Peter Löscher habló del «proyecto Apolo del siglo XXI».
Muchos tenían el objetivo de abastecer de energía renovable a Europa desde los desiertos del norte de África. Pero el sueño se hizo trizas.
En 2014, tan sólo cinco años después de su fundación, la Desertec Industrial Initiative (DII) se disolvió. Muchas de las empresas que financiaban el proyecto Desertec, principalmente alemanas, como Siemens, Eon o Deutsche Bank abandonaron la iniciativa.
«Desertec fue una gran idea», asegura hoy Paul van Son, quien participó en el proyecto durante diez años.
«Pero desde el principio, la idea básica se redujo a llevar electricidad de África a Europa. La disputa surgió sobre las enormes redes eléctricas en el Mediterráneo y la cuestión de si no tendría más sentido producir primero para el mercado local en el norte de África.
Muchos críticos y expertos en energía también acusan a las empresas y políticos europeos involucrados en el proyecto de no promover la idea y, en algunos casos, incluso de demorarla.
El lobby nuclear francés era fuerte, según señalan círculos cercanos a la iniciativa. Cuando en 2012 los entonces ministros alemanes Guido Westerwelle, titular de Relaciones Exteriores, Philipp Rösler, de Economía y Energía, y Peter Altmaier, de Medio Ambiente, Protección de la Naturaleza y Seguridad Nuclear, cancelaron repentinamente una conferencia de la DII, esto fue considerado una grave afrenta.
«Si tienes un proyecto de este tipo, entonces también tienes que tener a alguien que tenga demanda de energía», señala Franz Trieb, científico del DLR.
Sin embargo, según Trieb, este no es el caso de la parte europea. «Lo que hemos aprendido después de diez años es cómo se ha tirado por la borda un concepto sólido debido a mitos y planes extraños» comenta. El DLR sentó las bases para la idea de Desertec con varios estudios.
Con el tiempo, ha quedado muy poco de la antigua alianza alemana para la energía. De los miembros fundadores, la empresa Innogy, filial del proveedor de energía germano RWE es la única que continúa involucrada.
La iniciativa económica ha encontrado nuevos socios en Arabia Saudí y China y sigue asesorando sobre el tema energético en el desierto.
«Todo lo que tenía que ver con la energía renovable no era comercial en aquel momento», apunta el director general de DII, Van Son.
«No obstante, el proyecto -yo lo llamo movimiento- no fracasó y la idea del inicio ya se ha hecho realidad en la región, sólo de otra manera», afirma el experto.
Según Van Son, hace diez años nadie se imaginaba el importante papel que desempeñan actualmente el viento y las plantas solares clásicas.
Varios países árabes se han embarcado en una carrera por el desarrollo de las energías renovables. En primer lugar, Marruecos, cuyo rey ordenó desde hace bastante tiempo la revolución energética. En el futuro, el país quiere abastecer el 52 por ciento de sus necesidades energéticas con energías limpias.
En Ouarzazate, en el sur de Marruecos, se está construyendo uno de los mayores parques solares del mundo, que tiene previsto generar energía eléctrica para al menos 1,3 millones de personas, principalmente para habitantes el país. El banco alemán de desarrollo KfW apoya el proyecto con 800 millones de euros.
En el desierto egipcio también se está construyendo una enorme planta de energía solar con una capacidad de 1,6 gigavatios (unos 400 gigavatios hora al año) y en Abu Dhabi se está montando una planta de 1,2 gigavatios de rendimiento.
Por su parte, Arabia Saudí tiene previsto instalar plantas de energía solar con una capacidad de hasta diez gigavatios en los próximos años. También habrá parques eólicos en Túnez, Argelia y Marruecos.
Sin embargo, todas estas cifras están muy lejos del alto volumen de exportación que tenía en sus planes la iniciativa Desertec: el objetivo era llegar a un millón de gigavatios por hora.
«La idea aún perdura y sigue en marcha, sobre todo por parte de los países con ambiciosos planes de expansión de las energías renovables», afirma Matthias Ruchser, consultor de estrategias y experto en energía.
«Los impulsores provienen ahora principalmente de los estados del Golfo y China, y casi todas las empresas alemanas han desaparecido del DII Desert Energy», agrega Ruchser, que anteriormente trabajó para el Instituto Alemán de Política de Desarrollo.
Ruchser sostiene que ha resurgido la vieja idea de «Power to X». Debido al rápido cambio climático, ya no se trata sólo de generar electricidad, sino también de producir etano o hidrógeno, por ejemplo, para utilizarlos en pilas de combustible para calefaccionar hogares o propulsar automóviles.
Pero esto requiere mucha energía, destaca el experto. Y esta energía se puede generar en los desiertos de Marruecos o Arabia Saudí, explica.
«En el fondo, hoy estamos casi otra vez donde estábamos hace 30 años con el concepto de un suministro de energía basado en el hidrógeno», detalla Ruchser.
Entre tanto, también empresas alemanas vuelven a desempeñar un papel importante bajo estas nuevas condiciones, señala Peter Schmitz, de la Corporación Alemana para la Cooperación de Desarrollo Económico Internacional (GTAI).
No hay casi proyectos en curso, desde Marruecos hasta los Emiratos Árabes, en los que no participe una empresa alemana. Aún hay mucho potencial, afirma por su parte Ruchser.
Sin embargo, algo evidente es que los proyectos no son impulsados por la industria, sino que cuentan sobre todo con apoyo institucional. Y, en primer lugar, los patrocinadores tienen en la mira los mercados locales del norte de África y de la Península Arábiga.
Por Simon Kremer (dpa)