Berlín (dpa) – Para algunos es «la respuesta de Berlín a la pirámide del Louvre» y los berlineses hablan incluso del «guardarropa más caro del mundo».
Tras un período de construcción mucho más largo que el previsto, con los correspondientes sobrecostes, muchos problemas y aún más discusiones, la Galería James Simon está lista para recibir a los primeros visitantes de la Isla de los Museos de Berlín.
En una visita guiada para los medios, el arquitecto estrella David Chipperfield presentó el nuevo edificio antes de su inauguración oficial el 12 de julio con la presencia de la canciller alemana, Angela Merkel.
El arquitecto se encontró con grandes dificultades durante la fase de planificación. «Normalmente el contenido es claro cuando hay que construir un edificio», dijo Chipperfield a dpa.
En este caso, las exigencias eran tan vastas como una «lista de las compras»: un auditorio, más espacio de exposición, acceso para los seis museos de la Isla, «hasta ahora sin una verdadera zona de recepción», o simplemente más aseos.
Para Chipperfield, la comparación con la pirámide del Louvre de París, inaugurada en 1989, es evidente.
En el marco del Plan Maestro de la Isla de los Museos de Berlín, el célebre arquitecto británico fue contratado pocos años después con la restauración del Neues Museum (Museo Nuevo) y la construcción de una galería de acceso a todos los edificios del complejo museístico berlinés.
«Hemos aprendido de los problemas de acceso de los parisinos», dijo Chipperfield. Frente a la famosa pirámide de su igualmente famoso colega Ieoh Ming Pei (1917-2019), aún se siguen formando a diario largas colas de visitantes.
La recién finalizada galería berlinesa fue construida en el sitio donde se encontraba el antiguo Packhof, edificio que albergaba la oficina de aduanas y un almacén y del que ahora ha quedado solamente un antiguo pilote de cimentación en el pasaje que une la galería con el Neues Museum.
El contundente pilote de madera es también símbolo de uno de los principales problemas de la obra: debido a la erosión glacial en el terreno, los buzos tuvieron que clavar 1.200 pilotes en el fangoso suelo berlinés para conseguir unos cimientos estables, lo que también contribuyó a elevar los costes de 71 a 134 millones de euros (80 a 150 millones de dólares).
La galería tiene una superficie de 4.600 metros cuadrados y ya existen planes futuros para poder conectar todos los museos a través de un paseo subterráneo. Chipperfield habló de un edificio democratizador que permitirá el acceso a diferentes niveles a los seis edificios de la Isla de los Museos.
El arquitecto ve el muelle que comunica con el canal Kupfergraben, directamente adyacente, sólo como un punto de referencia del edificio hacia el agua. «No espero demasiados visitantes por esta vía», declaró.
El zócalo de piedra de la galería se eleva directamente en la orilla del canal que rodea la isla junto con el río Spree. El aspecto exterior del edificio está determinado por una hilera de esbeltas columnas.
Con esta columnata, Chipperfield retoma la característica arquitectura de la isla: «La construcción incorpora los elementos neoclasicistas del periodo prusiano y los interpreta en el lenguaje de nuestro tiempo».
Una amplia escalera abierta conduce al luminoso vestíbulo del edificio con accesos a la taquilla, la cafetería, la librería, una gran sala de exposiciones con techo de luz artificial y un espectacular auditorio. Se espera que un total de dos a tres millones de visitantes al año obtengan aquí todo lo que necesitan.
El diseñador jefe de Chipperfield, Alexander Schwarz, solucionó los problemas de acústica del auditorio con hormigón pulido. Los colores apagados del edificio son para Schwarz «consecuencia de los materiales» utilizados: hormigón, mármol, piedra caliza, madera, vidrio y fieltro.
Esta característica se manifiesta claramente en el enorme frente de cristal hacia uno de los vetustos muros del vecino Museo de Pérgamo, en el que Schwarz ha aplicado una capa extremadamente delgada y por lo tanto translúcida de mármol de Thassos. «Todos los materiales que están aquí nos cuentan un poco de su historia».
La nueva galería lleva el nombre del empresario judío James Simon (1851-1932), uno de los principales mecenas de la ciudad en tiempos del emperador Guillermo II.
Para Hermann Parzinger, presidente de la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano y, por lo tanto, propietario del edificio, la elección del nombre es un remedio contra el olvido. «Muchos museos en Alemania no serían lo que son hoy sin mecenas judíos».
Por Gerd Roth (dpa)
Foto: Lisa Ducret/dpa