(dpa) – La harina experimenta una demanda como pocas veces antes en Alemania durante la actual crisis del coronavirus. Los compradores vacían rápidamente los estantes de los supermercados, que ya aplican racionamientos en las cajas, mientras los molineros trabajan a toda velocidad.
Por ejemplo, Ralph Seibold no necesitó demasiado tiempo para implementar medidas extraordinarias: transcurrido un día, los pedidos online de harina en el molino Schapfenmühle de la ciudad de Ulm crecieron de forma tan explosiva que el jefe mandó a cerrar nuevamente la tienda.
«De repente tuvimos 3.000 pedidos en solamente un día, cuando normalmente son 15 ó 20. Entonces cerramos, eso ya era imposible de afrontar», comenta Seibold.
En el marco de la crisis del coronavirus, la harina se ha convertido en el papel higiénico del sector alimentario, experimentando una demanda como pocas veces antes, tanto en los comercios como en Internet.
«Los negocios online prácticamente no dan abasto con los pedidos y algunos ya cerraron sus ofertas para poder procesarlas primero», señala Christopher Rubin, de la asociación de molineros de Baden-Wurtemberg.
En algunos molinos los clientes deben esperar hasta una semana para recibir una entrega. Y los fabricantes tampoco dan abasto con la impresión de los envases. Los molinos funcionan sin parar y los depósitos de granos están repletos, pero aún así los estantes de los supermercados frecuentemente lucen vacíos.
Los productores de harina señalan que esto no debería ocurrir de ninguna manera si los consumidores realizaran sus compras de forma normal.
«Si muchas personas compran mucho más de lo habitual al mismo tiempo, en ese caso primero debe producirse, empacarse y distribuirse esa cantidad adicional antes de que vuelva a llegar a los estantes, y eso requiere tiempo», explica Ann-Kristin Barth, de la Asociación de la Industria del Grano, la Molienda y el Almidón (VGMS).
Barth aclara que únicamente el acaparamiento genera que los consumidores se encuentren ante estantes despoblados de productos. «Si todos los hogares compran en cantidades normales de forma continua, hay suministro asegurado para todos», asevera.
«Básicamente se está acaparando», coincide Frank Sautter, gerente local de la asociación de molineros de Baden-Wurtemberg. «A nivel psicológico es igual que con el papel higiénico», añade.
Además, durante la crisis por el coronavirus los comportamientos de compra de las personas se adecuaron a las necesidades y restricciones impuestas por el trabajo desde casa y el distanciamiento social.
«La gente sale menos de su casa, ya no desayunan por el camino, asimismo es más frecuente la cena en el hogar, se hornea con más frecuencia un pastel e incluso cada tanto un pan», comenta Sautter.
De acuerdo con la empresa de investigación de mercado IRI, a mediados de marzo el comercio minorista alemán registró un incremento del 185,2 por ciento en el rubro de harina de cereales en comparación con el mismo periodo del año anterior.
De todas maneras, la mayoría de la harina alemana no es vendida en los supermercados del país. De acuerdo con los datos proporcionados por GoodMills Deutschland, el mayor grupo molinero alemán, y por VGMS, alrededor del 90 por ciento de la harina germana es destinada a grandes empresas y la industria alimentaria.
En estas áreas la demanda se incrementó aproximadamente en un 20 por ciento, informa un portavoz de la empresa GoodMills, con sede en Hamburgo.
El vocero acota que el resto de la harina es ofrecida en envases más pequeños a los comercios minoristas. «Y allí la demanda se cuadruplicó o quintuplicó», puntualiza.
Sin embargo, las compras desmedidas parecen encaminarse hacia un final. «Tengo la sensación de que las personas lentamente retornan a la calma», comenta Christopher Rubin, cuya familia gestiona desde hace 335 años un molino en la ciudad de Lahr, en Baden-Wurtemberg.
Esta opinión también es compartida por los grandes vendedores: «El comportamiento de los consumidores cambió en el último tiempo», observa Marie Theresia Heitlinger del grupo empresarial Schwarz, propietaria de las cadenas de supermercados Lidl y Kaufland.
«Las compras de acaparamiento disminuyen y el volumen de clientes se reparte más o menos en la misma medida durante el tiempo completo de apertura», apunta. De todas maneras, Heitlinger admite que debido a la permanente demanda más alta de determinados productos como por ejemplo la harina pueden producirse demoras en las entregas.
La harina todavía es un artículo con elevada demanda, al igual que la levadura en polvo, los fideos y el papel higiénico. Sin embargo, el sector se muestra convencido de que llegará un momento después de la crisis en el que los volúmenes de venta retrocederán drásticamente.
«Partimos de que tras la crisis habrá un agujero», pronostica Rubin en su carácter de presidente de la asociación molinera. «Pero no me da miedo, ya hemos enumerado los trabajos de mantenimiento que podremos encarar entonces», explica.
Peter Haarbeck, gerente de VGMS, espera que tras la crisis tal vez también mejore la valoración del oficio del molinero. Si la crisis tuvo alguna ventaja, acotó, esta fue un aumento de la estimación de la profesión en el sector alimentario y de los pequeños molinos como componentes del abastecimiento.
«El molino a la vuelta de la esquina es importante», destaca el gerente de VGMS. «Y esto recién ahora es percibido».
Por Martin Oversohl (dpa)